sábado, 11 de mayo de 2013

Instantánea 75 - ¡Jolines con el 1974! (Reencuentros)


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Foto Jesús Alcántara
A principios de 1974, tras unas Navidades que seguían impregnadas del dolor por la muerte de  Jenny  me despedí con tristeza de Sé infiel y no mires con quién. Ni siquiera mi fortaleza y disciplina podían soportar por más tiempo la paliza que supone hacer dos funciones de teatro y una de café-teatro, para más inri musical, diarias.

Es de señalar la relación de apego que suele  surgir entre los miembros de una compañía, es decir, si no has tenido la mala suerte de encontrarte con divos endiosados o secundarios frustrados, pues también los hay, que te han hecho la vida imposible. Las despedidas suelen ser hasta dramáticas y nunca falta quien suelte alguna lagrimita y te jure que vuestra amistad será eterna. Por cierto, cosa que muy pocas veces sucede. Como mucho recibirás esporádicas llamadas telefónicas durante un tiempo, luego estas se irán haciendo cada vez más espaciadas hasta que, un día, te preguntarás qué ha sido de fulanita o menganito y a donde ha ido a parar vuestra “eterna amistad”. Pero lo realmente especial es que si volvéis a coincidir en un reparto un mes, un año o diez más tarde, os abrazaréis  como si el tiempo no hubiese pasado,  sin un reproche pero ya con el conocimiento de que la verdadera amistad es un milagro de poca frecuencia e inconmensurable valor. Y no solo en nuestro mundillo..
Elisenda Ribas, Eva Higueras y Pepa Sarsa
Hay quien dice que en el teatro no existe tal cosa. Yo puedo afirmar lo contrario pues, a lo largo de mi carrera, he conservado algunos amigos, muy selectos y  preciados; Pepe Álvarez, Rosa Fontana, Pepa Sarsa, Elisenda Rivas, Raquel Ríos, Eva Higueras, Salvador Vives, Analía Gadé, Tomás Picó o María Luisa Merlo.

Tomás Picó, Raquel Ríos y Salvador Vives
Analía Gadé, Rosa Fontana y María Luisa Merlo.
Fotos de los trípticos Jesús Alcántara
Y hablando de amigos, los últimos meses en el Maravillas estuvieron llenos de maravillosas sorpresas, de emocionantes reencuentros. La reaparición de compañeros del alma, de cubanos a quienes me había visto obligada a abandonar hacía ya cinco años en la “isla cárcel”, como la llama mi amiga Tenchy. Algunos  recién llegados y otros que durante algún tiempo habían estado perdidos en el maremágnum de la gran ciudad de Madrid me habían localizado por la cartelera de los periódicos. Sus visitas al teatro fueron conmovedoras y llenas de conversaciones rebosantes de nostalgia y cariño. Los hermanos Brito  (ver Instantánea 39), Julio y Alfredo, grandes músicos con los que compartiese en Cuba  charlas y afecto sincero habían,  poco tiempo a tras,  abandonado la isla en un momento de gran éxito para su cuarteto “Los Brito”, asfixiados por el corrompido aliento de un régimen que corroía las almas y hasta las piedras de esa hermosa ciudad de La Habana.
Miguel de Grandy
Foto Jesús Alcántara

Miguel de Grandy, el hijo de aquel estupendo Miguel de Grandy con el cual había tenido la suerte de trabajar en Lola y la campana (ver Instantánea 41),  mi última obra de teatro en la sala Arlequín,  me contó que compartía su tiempo entre España y Miami y me hizo un reportaje para el periódico El triunfo  en el que colaboraba como  free lance.
Manuel Pereiro
Foto Jesús Alcántara

Manuel Pereiro me contó que estaba intentando  abrirse camino aquí como actor, que ya llevaba algún tiempo en el país, me comentó la dificultad de penetrar en el mundillo artístico y me ofreció  la reanudación de nuestra amistad. Yo le puse en contacto con Miguel Picazo, mi  admirado director de cine y televisión, a consecuencia de lo cual colaboró con frecuencia en los trabajos del cineasta. Roberto Cazorla, con  el que  compartí hermosas horas intercambiándonos poemas a la vera del malecón y al que había estrenado en la sala Talía su hermosa obra Esta carne que habitamos, (ver Instantánea 35),y que trabajaba casi desde su llegada, en la agencia EFE, surgió de nuevo en mi vida para nunca irse. 

Pero mi más emocionante encuentro fue con Humberto Mitjáns, el valiente hombre que me reabriese las puertas de la televisión cubana, jugándose su carrera y tal vez mucho más que eso, en los negros momentos en que compañeros y directores huían de mí como de una apestada a causa de la persecución política a la que me había visto sometida. (Ver Instantáneas 32 y 33). ¿Cómo podría resarcirle de los inmensos favores que le debía? Puse todo lo poco que poseía a su disposición, mi hogar, mis  relaciones profesionales, ayuda económica, pero  afirmó no necesitar nada.

Paraba en casa de unos grandes amigos suyos, en breves días comenzaría un viaje por España con objeto de visitar a los muchos parientes que tenía diseminados por el territorio nacional y a su regreso pensaba abandonar el país con destino a Latinoamérica. Aún no sabía exactamente a donde se dirigiría pero estaba estudiando varias ofertas.  Nos  despedimos con intensa emoción y  su promesa de llamarme cuando estuviese de vuelta en Madrid. Nunca recibí esa llamada ni volví a saber de Humberto Mitjáns. Nada pude hacer por quien tanto había hecho, en 1963,  por aquella muchachita acosada y temerosa que él había colocado de figura  en su programa de televisión Intermezzo, devolviéndola de esa manera a su profesión y restaurándole la seguridad en ella misma.

Pero aún me queda por narrar el más extraño de mis reencuentros de aquella época. 

Estaba yo en mi camerino cuando la  taquillera del Maravillas me entregó un papel con un teléfono y un nombre que reavivó mis recuerdos infantiles; Manuel Mur-Oti. Ráfagas de antiguas imágenes de una noche de 1949 en el café “Las Cancelas” pasaron  por mi cabeza. La sensación de unas grandes manos sosteniendo mi carita de ocho años y, sobre todo, el sonido de una voz masculina pronunciando estas palabras, “¡pequeña, como te pareces a tu tía Olimpia!”, irrumpieron en mi cerebro con una claridad sorprendente. (Ver Instantánea 15).

Al día siguiente, cuando mostré a mis padres la nota, una ventolera de alegría inundó la casa. “¡Manuel está en España. Qué alegría! Llámale ahora mismo  e instale a venir a vernos!” dijo Arsenio y pasó  a darme información en todo lo referente a   aquel hombre. Me contó como allá en la Cuba de los años 30 había sido amigo de la familia Mariño y pretendiente de Olimpia, me recordó el  encuentro fortuito en el café “Las Cancelas” la noche antes de nuestra partida hacia la isla, (ver Instantánea 15) y me dijo cuán afectuosa había sido la relación entre ellos en su lejana juventud. Estaba emocionado. Así que inmediatamente marqué el número que la tarde anterior me habían entregado en el teatro.

“Buenos días, Hotel Hilton Madrid. ¿En qué puedo servirle?” me respondió una amable recepcionista. Pedí comunicación con el señor Mur-Oti y unos segundos más tarde escuchaba la misma voz ronca de mis recuerdos que decía, “aquí Mur-Oti, ¿quién habla?” De inmediato le pasé el auricular a mi padre con la intención de gozar como espectadora de la emotividad de ese momento. No muy larga y bastante decepcionante fue la conversación. Sintetizando. Manuel se alegraba de volver a hablar con Arsenio. Manuel, ante la noticia de la muerte de Jenny había exclamado “¡vaya por Dios!” y saltado a otro tema. Manuel decía  lamentar no poder visitarnos, en primer lugar por ser víctima de un fuerte catarro y en segundo por tener que regresar en dos días a México, país en el que hacía años vivía y trabajaba, pero Manuel invitaba a Yolanda a reunirse con él en su hotel, ya que quizá podía hacer algo por ella en lo profesional.

Aunque  algo desinflado por la fría reacción  de su antiguo amigo,  mi padre me aconsejó que fuese a verle esa misma mañana. Durante la breve conversación Mur-Oti se había encargado de dejar bien claro cuán importante era  dentro del ambiente artístico mejicano, escritor, director, guionista de cine… “Seguro que tiene  relaciones importantes en España y una recomendación suya te podría abrir puertas en el mundo de la cinematografía”, dijo mi progenitor.

Manuel Mur-Oti
recibiendo el Goya de Honor
Dos horas más tarde Yolanda estaba tocando a la puerta de la suite de don Manuel en el hotel Hilton Madrid. Pero la muchacha no iba sola.  La acompañaba una impertinente mosca que revoloteaba alrededor de su oreja.

Como ya habréis imaginado, la visita no fue en absoluto satisfactoria. Tras algo de cháchara intrascendente y un par de preguntas sobre su antiguo amor, mi tia Olimpia, el anciano, tomando con desmaño mi cara entre sus manos y lanzándome un aliento con reminiscencia de cripta, volvió a espetarme estas palabras; “¡pequeña, como te pareces a tu tía!”. ¡Veinte y pico años después! Tal vez fuese a causa del especial brillo en sus ojos, quizá por el quebrarse de su voz,  pero la molesta mosca que llevaba desde el principio volando a mi alrededor aterrizó decidida tras mi oreja. 

No puedo decir que pasara nada demasiado significativo.  Pero cuando se ofreció a llevarme con él a México y convertirme en una estrella de cine al tiempo que,  sentada a su lado, sus dedos tamborileaban nerviosos subiendo y bajando sobre mi muslo, no tuve duda alguna en agradecer su oferta y, educada pero firmemente, rechazarla. A veces me pregunto si mi imaginación se volvió enfermiza y me jugó una mala pasada y otras fantaseo sobre qué hubiese sido de mi vida allá, en ese hermoso país y bajo su mecenazgo. Pero no creáis que la  mínima duda referente a mi decisión me ha asaltado jamás. Aunque no hubiese surgido en mí la sospecha sobre la claridad de sus intenciones, pensar en separarme de  mis padres y de mi querido Jesús era algo para mi inpensable. Tampoco volví nunca a tener noticias directas de Manuel Mur-Oti. Aunque pasó los últimos años de su vida en Madrid, donde en 1993 le fue entregado el premio Goya de Honor, jamás intentó ponerse en contacto conmigo. Confieso que yo tampoco con él, tan desagradable regusto me había dejado nuestra reunión. Y con esta desconcertante historia finaliza mi “recuento de reencuentros” en el teatro Maravillas.

Como ya informé al principio de este capítulo, en los comienzos de ese 1974 había abandonado mi trabajo en  Sé infiel... y me dedicaba  al espectáculo de sketches que interpretaba en la lujosa sala de espectáculos La Fontana. (Ver capítulo anterior) Aquello era formidable. Al terminar el show la casa nos invitaba a una consumición, así que, compañía y acompañantes, solíamos reunirnos en la mesa de Juan José Alonso Millán, el autor, y sosteníamos largas charlas, siempre bajo la voz cantante de ese ingenioso e irónico personaje que un tiempo después llegaría a ser presidente de la Sociedad de Autores. Y así llegó el mes de abril y con él una proposición de trabajo que, entre otras cosas importantes, me permitiría conocer a los que iban a ser durante años mis mejores y más divertidos amigos.

Necrológica


Alfredo Landa
El jueves día 9 de este mes ha fallecido uno de los grandes mitos del cine español. Un agradable personaje que en los 60 y 70 dio vida en las pantallas, como nadie,  al españolito medio. En esa época de films de suecas y paletos era fácil identificarse con aquel hombrecillo  de físico corriente y una simpatía sin estridencias. Es decir, un anti-galán a la española. Sus películas batían records de taquilla pero el eterno personaje superficial  en el que estaba encasillado impedía admirar al gran actor que era Alfredo Landa. Afortunadamente un tiempo después películas como El crack, El bosque animado o Los santos inocentes, por la que recibió en 1984 y en Cannes el galardón al mejor actor, sacaron a la superficie su gran calidad histriónica. Obtuvo, además, dos premios Goya, uno en 1987 por El bosque animado y otro en el 92 por La Marrana. Con ese amoroso pamplonica trabajé en la serie Tristeza de Amor en 1986. Otro  actor  y compañero admirable  que debo despedir en estos últimos meses y  al cual el éxito nunca afectó. En paz descanse.


Próximo capítulo. Un año con enjundia.

4 comentarios:

  1. Querida Yoly: vivimos, sufrimos, reimos y disfrutamos de tus triunfos en cada capitulo. Vemos esas fotos tuyas y comprobamos una vez mas que el tiempo no pasa por ti, morena, rubia,pelo largo o corto, en el 73 o 2013, siempre hermosa, siempre fascinante. Esperamos q no solo nosotros, tus amigos, estemos siguiendote y q una vez mas suene insistentemente el telefono y aunque no tengas tiempo para escribir y regalarnos un capitulo cada semana, nos compenses al verte asiduamente en la pequena y gran pantalla o en el teatro, para q muchos mas q nosotros, tus seguidores, podamos disfrutar d tanto talento y amor.
    Besos!
    P&J

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  2. Yo titularia este capitulo, teniendo en cuenta otros episodios parecidos, como el del 'consul espanol' en Cuba y otros que nos has contado : "No es facil ser guapa y artista". Porque hasta ahora pensaba todo lo contrario...Te has pasado la vida traumatizada por las manazas de tios babosos...que desagradable...Sabe Dios cuantas carreras por ahi se han hecho aguantando eso. Pero como decia mi madre Bernalda, a mis hermanas.../la recuerdo hoy por ser dia de las madres muy especialmente/..."Hay que ser honradas...la sonrisa abierta y la piernas muy serradas!!!"
    Un beso querida Yolanda!

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  3. "...la amistad es un milagro de poca frecuencia e inconmensurable valor"
    Me aguardo esta sentencia por sabia y eterna. Te seguimos leyendo!

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  4. Yolanda.
    Visite por primera vez su blog por recomendación de Daniel Fernández, mi profesor de literatura en el Miami Dade College. Quizás porque viví en Madrid tres años (1970/73) es que lo encuentro tan ameno. Se me antoja algo si como, su personal Cuéntame cómo paso. Sin obviar esa forma fresca y amena que tiene usted al confeccionar sus relatos. Recuerdo la popularidad de la obra, Se infiel y no mires con quién. Recuerdo también aquella época y aquel Madrid que aunque gris y lleno de estrecheces fue la primera maravillosa puerta que se me abrió al mundo cuando deje atrás el “paraíso” confeccionado a trancazos por Fidel Castro.
    Gracias por esta ventana.
    Saludos.
    Miguel Grillo Morales.

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