sábado, 21 de diciembre de 2013

Instantánea 103 - . Al ritmo de un blues


Retrato de Jesús Alcántara

En general no empezaba bien ese 1987. Y no es que el año pasado hubiese sido un dechado de paz y ventura mundial, es solo que mi absoluta entrega al espectáculo del Music-Hall Lola había absorbido todo mi tiempo, minimizando a mis ojos sucesos luctuosos ocurridos a lo ancho y largo de nuestro planeta.

La tripulación del Challenger. Elison Onizuca, Mike Smith
Judy Resnik, Richard Scobee, Ron MacNair , Christa MacAuliffe y Gregory Jarvis
En enero del 86 el transbordador espacial Challenger había estallado a los 73 segundos del despegue ocasionando la muerte de sus siete tripulantes. Este accidente  hizo que la Nasa suspendiera sus vuelos espaciales hasta  1988.

En febrero, en Estocolmo, Suecia, era asesinado el ex primer ministro Olof Palme. Mientras paseaba en compañía de su esposa un desconocido le había disparado por la espalda. Palme era un político comprometido con la problemática de los países del Tercer Mundo, así como con  la democracia y el desarme. La autoría de este asesinato aún está en entredicho.

Atentado libio contra la discoteca La Belle
En abril, en La Belle, discoteca de Berlín Occidental frecuentada por militares estadounidenses, se producía un atentado libio con bomba que dejó un saldo de 3 muertos y 230 heridos. Como represalia Ronald Reagan envió aviones a bombardear Trípoli y Bengasi, provocando la muerte de 39 civiles libios.

En la madrugada del 26 de  abril, debido a consecutivos errores humanos, en la central nuclear de Chernobyl, URSS, se producía una gran explosión. Segundos más parte una segunda deflagración  hacía volar por los aires la losa del reactor. Se estima que la cantidad de radiactividad liberada fue 200 veces superior a la de las explosiones de Hiroshima y Nagasaki. 31 personas murieron durante el accidente, víctimas fulminantes de las altas dosis de radiactividad. Alrededor de 600.000 trabajadores especializados, voluntarios, encargados de control y limpieza que trabajaron en las largas labores de desescombro fallecieron con posterioridad. Se estima que 270.000 habitantes de las áreas contaminadas rehusaron abandonar sus tierras, pagando un alto precio en salud. Los casos de cáncer se multiplicaron y las muertes se prolongaron durante años. Este terrible hecho alertó al mundo  sobre el devastador rostro de la radiactividad.

En julio y en España, la banda terrorista Eta cometía otro de sus sangrientos actos en la Plaza de la República Dominicana, dejando un saldo de 12 víctimas mortales. Una furgoneta-bomba estallaba al paso de un convoy de vehículos de la Guardia Civil.


Y como ya he mencionado en varias ocasiones esas siglas asesinas, creo que es el momento de hacer, sobre todo para aquellos que me leéis desde países lejanos, una pequeña reseña del como, el cuándo y el porqué surgió en España esa banda que, a lo largo de casi cincuenta años,  ha llenado al país de sangrantes heridas.

Todo comenzó cuando, en 1952, unos universitarios que consideraban obsoleto el nacionalismo del PNV (Partido Nacionalista Vasco), se reunían en Bilbao, capital de la provincia de Vizcaya.  Este partido, temeroso del riesgo que suponía la creación descontrolada de un grupo al margen de sus doctrina, lo integró en sus filas. Pero el espíritu beligerante de aquellos jóvenes causaba tales tensiones dentro de un organismo separatista pero de fondo democrático que en 1959 llegó la escisión. Así nació Euskadi ta Askatasuna es decir, ETA. Por supuesto durante la dictadura franquista todo esto sucedía dentro de la más absoluta clandestinidad.

En 1964 ETA se planteó el empleo de la lucha armada, arguyendo que solo por la fuerza podía Euskadi conseguir la “libertad”, y se creó un frente militar. Esto llevó a nuevas escisiones, esta vez en su propio seno, que no lograron debilitar el espíritu exterminador de la facción más violenta del grupo.

A consecuencia de la férrea vigilancia ejercida por un gobierno franquista que estaba aún en su apogeo no fue hasta 1968 que Eta pudo realizar sus dos primeros asesinatos. Pero en 1973, tras el espectacular atentado contra el presidente del gobierno Carrero Blanco,  la banda alcanzó gran popularidad. Habiendo sido aquella una acción  política y antifranquista, una parte del pueblo comenzó a catalogarles como héroes, idea que en la inmensa mayoría de los españoles por fortuna no germinó.

El atentado de ETA en Madrid con la cafetería Rolando
Tan solo un año después, en el 74, en la cafetería Rolando de Madrid ocurrió el primer atentado indiscriminado de ETA dejando un saldo de 12 muertos y 84 heridos, la mayoría de ellos inocentes civiles. Aquello evidenció los propósitos asesinos de la banda.

La llegada de la democracia y las libertades, contradiciendo  lo esperado, auspició un auge del terrorismo. Eta, que en un principio atracara bancos para conseguir dinero con que comprar armamento, comenzó la lucrativa táctica de extorsionar y secuestrar a empresarios vascos, exigiendo altas sumas de dinero por sus vidas y las de sus familiares. Algunos de ellos fueron ejecutados. Muchos se trasladaron con sus empresas y familias a otras comunidades.

Entre 1978 y 1980 hubo un gran despliegue de  actividad terrorista siendo, en ese lapso, asesinadas 234 personas.  Progresivamente la violencia y agresividad de la banda se fue incrementando dejándonos décadas de sangre e iniquidad.


Comunicado de ETA frente a la televisión,
reivindicando la autoría de algún atentado

Portada del diario ABC
Y aquí finaliza esta sinopsis de las raíces y de las actividades de ETA hasta 1986. En este 1987, en el que transcurre el nuevo capítulo de mi vida, sus más despiadados crímenes aún estaban por suceder. Por desgracia su nombre volverá a surgir en mis narraciones pues me será imposible hablar de España sin levantar airada la voz contra sus actos de incomprensible barbarie.

Como anticipé al comienzo de esta Instantánea, Al ritmo de un blues, aquel año empezó para mi de mala manera. Una mañana a finales de enero, recién finiquitado mi contrato con el music-hall,  mi madre me anunció a gritos desde su lecho que los dolores no la dejaban ponerse en pie. Ya he contado que la artrosis y la osteoporosis maltrataban su cuerpo desde hacía tiempo, pero siempre había soportado con estoicismo los dolores en sus frágiles caderas y el sufrimiento de unos dedos, tan hábiles antaño, que se le iban retorciendo de manera angustiosa. Así que llamamos a un médico de urgencia de la Seguridad Social. El hombre, que no tardó demasiado en llegar, le preguntó si había tenido una caída y ante la respuesta negativa dictaminó que sus males eran reuma, artrosis y “mimos”, haciéndome prometer que la obligaría a moverse o su futuro cercano era apoltronarse y quedarse en la cama para siempre.

Con mi madre en su primera salida tras el accidente

Nunca me perdonaré esos días en los que, obedeciendo las instrucciones de aquel “doctor poco docto”  la forzaba  a moverse por la casa entre conmovedores ayes. Aquello no resultaba normal en absoluto. Mi madre era una mujer de una entereza y una claridad mental admirables y observando esos ojos llorosos, en los cuales se reflejaba  un dolor insoportable, supe que algo muy malo estaba pasando. Así que decidí trasladarla a urgencias del Hospital de la Paz y tras examinarla el traumatólogo  ordenó su inmediato ingreso. 

Un mes tardó en salir de allí. Tras las radiografías  el dictamen fue que tenía una fisura en la cadera izquierda, que el único tratamiento era reposo absoluto y que, de haber yo seguido forzándola a caminar, aquello se hubiese convertido en una fractura mucho más difícil de soldar. No cabía en mi corazón tanto sentimiento de culpa. Pasé a su lado la mayoría de las horas de los treinta días que duró su hospitalización.

Durante ese tiempo recibí un par de ofertas de trabajo que no acepté alegando que mi madre estaba ingresada y que me necesitaba, sin sospechar que personas mal intencionadas habían decidido convertir aquel rechazo, aquella imposibilidad circunstancial en algo permanente.

A finales de febrero mami ya estaba en casa, aún incapaz de  moverse sin ayuda pero llena de esa fortaleza que siempre la había caracterizado. Hasta tal punto me sentía responsable por ella que rechacé también  una propuesta de Rafael Gil: protagonizar su próxima película. Eso significaría un mes ausente de mi hogar durante prácticamente todo el día y no concebía la opción de contratar a alguien por horas y tener que dejar a mi madre  tanto tiempo en manos de una desconocida, por más  cualificada que estuviese. Y como Jesús, a pesar de su indiscutible buena voluntad, no iba a abandonar el trabajo para dedicarse en cuerpo y alma a la labor de enfermero y lazarillo, decidí hacer de esos menesteres mi profesión durante el tiempo que fuese necesario.

La cuestión es que un par de meses después, cuando mi madre ya podía moverse  con la ayuda de un andador y recibir esas visitas de mis amigos que tanto la estimulaban, uno de ellos me contó que algo turbio se estaba urdiendo a mis espaldas.  Se había corrido la noticia entre la profesión de que yo ya no quería trabajar. Es decir, ¡que pretendían retirarme! Me comuniqué entonces con algunos directores y productores, asegurándoles que deseaba ardientemente regresar al trabajo. Les informé que solo había un problema: de ahora en adelante; esas largas giras fuera de Madrid  se habían acabado para mí. Y me dispuse a esperar, pues era plena temporada y todos los proyectos estaban ya en marcha. Pero llegó el mes de junio sin que el teléfono sonase. Estar lejos de los escenarios o los platós resultaba una verdadera tortura. Los días se me hacían interminables.

Así que cuando Alberto Masulli, el gran coreógrafo argentino que desde hacía muchos años radicaba en España,  me propuso ser la estrella de una revista que se iba a representar en el Teatro Calderón de Madrid, no dudé ni un minuto en aceptar.

Y de esta manera empezó una de las experiencias más agradables de mi carrera.


En dos sainetes: izquierda con Pepe Álvarez y  derecha con Pepe Ruíz

No hay nada más satisfactorio que trabajar en un ambiente de perfecta camaradería, cosa que no sucede con demasiada frecuencia, sobre todo en un grupo tan amplio como el que formaba la compañía. Pepe Álvarez y Pepe Ruíz,  los “cómicos”, aparte de su calidad como actores, resultaron poseedores de aún mayor calidad humana,  Marga Herrera, la joven vedette, era una belleza de cuerpo estilizado y de una ternura muy difícil de encontrar en ese medio, Amparo Bravo tenía un preciosa voz y derrochaba juvenil encanto,  y el ballet Fiesta estaba compuesto por diez bailarinas jóvenes, simpáticas y colaboradoras. También estaban Gustavo y Andrea, hijos de Masulli, que hacían de entusiastas comodines.


Dos de mis números musicales

Masulli, coreógrafo de teatro y televisión desde hacía décadas, los dos Pepes, y yo nos dedicamos en cuerpo y alma, durante el escasísimo tiempo de 20 días,  a componer el espectáculo, buscando sketches de los mejores autores del género y seleccionando la música. Fue una labor ardua y conjunta  que tuvo un precioso resultado.

Con parte del ballet en el inevitable número de las
prostitutas.

Utilizamos play backs de canciones conocidas y pegadizas de Algueró y Luis Aguilé, tomamos los mejores sainetes de especialistas en el género como Vizcaíno Casas, Jorge Llopis y Adrián Ortega, Masulli montó números musicales con la calidad que le caracterizaba y el resultado fue una especie de patchwork de muy buen gusto que acabó encandilando al público de revista y atrayendo al de comedia. Y digo esto pues el espectáculo, de título “Y si encuentra algo mejor…”, pensado para cubrir tan solo los meses de verano julio y agosto en el Calderón, tuvo tal aceptación que logró desplazar la programación que seguía  un par de meses.



Los Pepes y yo disfrazados de los hermanos Marx
La apoteosis final  entusiasmaba al público. Salíamos los Pepes y yo cantando y disfrazados de los Tres Hermanos Marx.


En un momento determinado yo, que hacía de Harpo, oculta por las bailarinas que desfilaban delante de mí, desaparecía de la vista del público, reapareciendo en un segundo hecha una vedette del Follies Bergere, con el mínimo de ropa cubriendo mis partes más púdicas y rodeada de plumas. Aquello alborotaba al público. Así terminaba cada una de esas funciones en las que tanto disfrutábamos público y artistas. 




Como no estaba prevista gira alguna, principal razón por la que había aceptado el trabajo, el último día en Madrid fue también el de la disolución de la compañía. Para nuestra general tristeza.

Toda la compañía en la apoteosis final.
De izquierda a derecha en primera fila, Andrea Masulli, la vedette Marga Herrera, Pepe Álvarez, yo, Pepe Ruíz
y a su lado Amparo Bravo.

No podéis imaginaros  la satisfacción que me produce terminar este capítulo inmersa en la música, con aires de fiesta, radiante de éxito, rodeada de la mejor compañía y  en el paraíso de los faranduleros: el escenario.

Fotos del espectáculo; Jesús Alcántara

Necrológica.

Añadir leyenda
El mundo de la cinematografía y el teatro están de luto. Dos grandes figuras, dos ídolos han dejado este mundo. Peter O´Toole, irlandés, inició su carrera en el prestigioso Bristol Old Vic  donde se destacó como intérprete de personajes shakespearianos. En su paso al cine nos dejó interpretaciones inolvidables como Lawrence de Arabia, Becket o ese film junto a Katharine Hepburn que nunca olvidaré, El león en invierno. El amor a su profesión fue tal que continuó en ella hasta prácticamente el final de sus días, ocurrido el día 14 del presente.



Añadir leyenda

Por otra parte, el pasado domingo, en California y a los 96 años, murió la mujer que poseía la imagen más dulce de Hollywood en las décadas 40 y 50: Joan Fontaine. A pesar de que será siempre recordada por su papel de Rebeca fue por su interpretación en Sospecha, ambas dirigidas por un Hitchcock recién llegado a Hollywood, que recibió el Oscar a la mejor actriz. Entre sus películas más exitosas están Jane Eyre y ese melodrama que tanto me ha hecho llorar cada vez que lo he visto; Carta de una desconocida.
Supongo que los cinéfilos celestiales estarán de plácemes ante dos arribos tan prestigiosos.



sábado, 14 de diciembre de 2013

Instantánea 102 - Inmersa en la música.


Recreación fotográfica de Jesús Alcántara.

Mientras aguardaba esas doce campanadas que anunciarían el final de 1986, sentados en una mesa que habían preparado ¡en la cocina! para los bailarines, para mi madre, para Jesús y para mí, mientras observaba los jóvenes rostros de mis chicos ensombrecidos por el cercano e inminente momento de las despedidas, el inicial desconcierto que me había producido la noticia del cierre de Lola Music-Hall se iba convirtiendo en rabia.

Tanto esfuerzo creativo, tanto amor puesto en el proyecto, tantos meses de estrés a duras penas superado mientras las obras de habilitación del local se dilataban, tanto clamoroso éxito de público se irían al traste por motivos oscuros. A pesar de que el libro de reservas estaba lleno hasta tres meses en adelante, a mediados de enero, fecha en que vencía nuestro contrato mensual, Carmen Guasp y el resto de los socios anónimos, nos pondrían de patitas en la calle con nuestras destrozadas esperanzas como único equipaje.

Isi Fuster con Manuel Hurtado y Joaquín Arjona en el cuadro de Drácula.
La música era el Adagio de Albinoni

Mi introductora en el proyecto y entusiasta ayudante, María Gracia Mateu, se había despedido unos días atrás,  después de sostener  una enorme discusión con Carmen Guasp. De manera incomprensible esa mujer boicoteaba nuestro espectáculo. Tras autoproclamarse dictatorial portavoz  de la sociedad   prohibió, con el pretexto de que eso molestaría a los comensales, la realización de videos y fotos durante el espectáculo, entorpeciendo con esto su promoción y provocando el disgusto de algunos bienintencionados periodistas. (Que haberlos, haylos). Decía que SU local no precisaba de ese tipo de publicidad, que era muy capaz de abastecerse hasta la saciedad con los propios socios, sus muchos amigos y el “boca a boca” entre la gente de la alta sociedad, que Lola en realidad debía ser una especie de club privée pues SU cocina, es decir la sofisticada nouvelle cousine de El Amparo, no podía ser apreciada por el populacho. Creo que parte de esa actitud desdeñosa hacia nosotros respondía al hecho de que muchos de los que llamaban pidiendo reserva preguntaran si era posible asistir tan solo al show y prescindir de la comida. Eso exacerbaba su soberbia. La cuestión es que mi amiga María Gracia decidió que no podía seguir luchando contra tanto  absurdo.



Mari Carmen García, Tente Barrachina e Isi Fuester
en el número Two Ladies, de la película Cabaret
A mi entender  la humillante realidad era que habíamos sido utilizados. Cada vez se afirmaba más en mi cerebro la sensación de que los inversores en realidad habían logrado sus propósitos, justificar gastos y blanquear dinero, que nadie dejaba morir, o quizá debía decir AYUDABA a morir, a un ser querido con tanta indiferencia y que la cuerda se estaba rompiendo, como siempre, por su parte más débil; la de los artistas. Así que ese mentiroso 1986 terminaría exultante de música, de lujo y de la algarabía de una clientela que abarrotaba el local, un público desconocedor de que, relegados a la cocina, aquellos a los que había aplaudido y vitoreado un momento antes, intentaban asimilar la inesperada e injusta decapitación de sus sueños. 

Así que intenté mitigar mi rabia haciendo un somero resumen mental de lo que aquel año 86 había significado para mí.


El gran casino de Knokke
Desde que en el mes de enero se me ofreciese el fascinante proyecto de crear y protagonizar un espectáculo para el Lola Music-Hall  aquello había ocupado casi todo mi tiempo y mis energías. Es decir que a excepción de algunas intervenciones en importantes series de televisión y el honor de representar a España en el Festival de Knokke con un programa musical que me permitió disfrutar de una semana hospedada en el hotel-casino de ese maravilloso balneario belga, solo la preparación y los ensayos del show de Lola ocupaban mis días y casi la totalidad de mis noches. Parecía que la música se estaba convirtiendo en una constante laboral para mi y aquello me encantaba. Los empresarios teatrales, conocedores del importante proyecto en el que estaba inmersa, se abstuvieron de ofrecerme trabajo y  eso me venía  bien, al menos de momento.


Guido en una clase con Isabel Presley

En mi deseo de poner en orden mi musculatura, decidí buscar un profesor de baile que se ajustase a mis necesidades actuales. Nada de esas aburridas, estúpidas e ineficaces “reuniones” para actores que ofrecían algunos coreógrafos y que solo servían para entretener "al personal", pero tampoco una férrea disciplina de ballet que ya estaba fuera de mis posibilidades físicas. Y un día mi amiga, la actriz Rosa Valenti, me habló de un profesor cubano que daba clases de varios niveles en una academia ubicada en la calle Amor de Dios, es decir en el centro de Madrid. Su nombre era Guido González del Valle.

No exagero al decir que a partir de nuestra primera experiencia conjunta la conexión fue extraordinaria. Mi tanteo inicial fue inscribirme en sus clases de amateur.  Y mi reacción fue de sorpresa al encontrar allí, desde compañeros actores y actrices, hasta gente de la alta sociedad disfrutando del ameno sistema que el profesor solía aplicar en sus clases de principiantes.


Guido en una de sus clases de principiantes.
En la barra distingo a mis compañeras artistas
Rosa Valenti y Raquel Rios

Pero al terminar esa primera sesión, viendo mis condiciones, Guido me dijo que aquello no era para mí y me aconsejó pasar a las de profesionales. Así lo hice y cuan grande fue el acierto.  Esa hora y media de la más perfecta escuela de danza contemporánea que Guido impartía se convirtió en una gozaba de la cual salía dando saltitos,  causados por unas agujetas que convertían mi caminar en el de Frankenstein, pero que, en contraposición,  me llenaban de embriagadora adrenalina y de euforia. Guido es sin duda el mejor profesor que he tenido. No solo me indicaba lo que no debía hacer, sino que además me explicaba el porqué. ¡Vive la différence! Poco tiempo bastó para que nuestra relación maestro-alumna se convirtiera en amistad. Con su amplia cultura nuestras charlas versaban, aparte de sobre el inevitable tema de nuestra experiencia como exiliados, sobre mil otros asuntos, tanto mundanos como artísticos.




Aquel hombre que pasó por una auténtica odisea antes de tomar la traumática decisión de abandonar Cuba,  conservaba un sentido del humor de la más cultivada clase y una actitud tan positiva ante el presente que todo en él irradiaba energía y optimismo. Habiendo sido alumno aventajado de Ramiro Guerra en la técnica Graham, me confesaba que, cuando lograba eludir la  dictadura de su maestro, picando el cebo que el también estupendo profesor Fernando Alonso le ofrecía, acudía a unas clases del Ballet de Cuba en las cuales escaseaba el elemento masculino. Así que un día optó por cambiar de estilo y permanecer con la escuela clásica. Pero aquello no duró mucho. Su espíritu crítico y fuerte personalidad le fueron convirtiendo en elemento “non grato” para la diva, Alicia Alonso, y todos los que hemos estado bajo su inflexible control sabemos lo que eso significa. La señora le hizo la vida imposible.

Así que en el año 63 se separó del Ballet y fundó el prestigioso Grupo de Danza Contemporánea,  tan solo para volver a chocar contra la pared de la incomprensión. Y esta vez el choque fue aún peor ya que en el 68  su grupo fue desmantelado por la UMAP, "la gran devoradora". Ya he hablado con abundancia de esos aberrantes campos de concentración que la tiranía castrista creó con el fin de absorber el alma, y muchas veces la vida, de cualquier cubano que, por un motivo u otro, "desagradase " al régimen. (Para información más amplia sobre lo que fue la UMAP leer Instantánea 38.)

La cuestión es que, desilusionado y presionado al límite, logró abandonar la isla en una fuga digna de una película de acción y afincarse en esta España que le recibió sin objeciones.  

A pesar de haber estado en los mismos ambientes, en Cuba nunca coincidimos en el lugar y en el momento. Así que fue aquí, en España, donde tuve la oportunidad de conocer al maestro y disfrutar con la mistad de ese hombre tan especial.


Con Guido y Manuel en el 2001
Un día, en una de sus visitas a casa, se presentó acompañado por un agraciado muchacho de nombre Manuel al que definió como su “querido compañero”. Aquello me llenó de satisfacción. Aunque el   sexo no era uno de nuestros temas preferidos,  sabía de   su homosexualidad y presentía cuan mal  llevaba la soledad. Sin duda formaban una pareja encantadora; la experiencia y la mesura equilibrando a la juventud y al ímpetu… El saberlo feliz me hizo aceptar con cariño al nuevo personaje que entraba en mi vida: Manuel Navarrete. Lo que yo no sospechaba era que ese  simpático hombre me iba a desvelar el intrigante misterio que había rodeado las noches de despedida de mis más recientes trabajos teatrales: el origen de los conmovedores regalos que, escondido tras el anonimato, alguien había dejado para mí en los teatros María Guerrero y La Comedia.

Resultó que aquel admirador secreto que me hacía llegar unos primorosos álbumes llenos de recortes periodísticos sobre mi trabajo ERA ÉL. Si, ese muchacho encantador y amante de las artes que había llegado al corazón de Guido y conquistado mi casa gracias a su dulzura y sensibilidad.  ¡Curiosos caminos tiene la vida, que se trenzan y se destrenzan a su  albedrío!

Manuel, nacido en abril del 52 en Lugo, Galicia, tras haber pertenecido durante su adolescencia al grupo de bailes folclóricos en la Sección de Coros y Danzas, trabajaba ahora en las Universidades Populares y su rostro limpio y jovial era fiel reflejo de su alma.

(Adelantándome al momento en que trascurre este capítulo os contaré que, en el año 2005, Guido y Manuel contrajeron matrimonio, siendo la suya una de las primeras bodas entre homosexuales que tuvieron lugar en Madrid. Eso sí, celebrada con la total discreción que correspondía a dos auténticos caballeros. Pero lamento que esta bonita historia de amor tenga un luctuoso final: un día Manuel se encontró cara a cara con un cruel adversario al que le fue imposible vencer: el cáncer.  En 2011, siendo aún muy joven, tras una lucha larga y valerosa, Manuel Navarrate moría derrotado por ese implacable asesino. A él, y a mi querido y atribulado Guido, va dedicada esta parte de mi narración.)


La Puerta del Sol un 31 de diciembre

Y regresando al punto de partida, es decir al  31 de diciembre de 1986, en la cocina del Music-Hall Lola donde habían colocado irreverentemente una mesa para mis bailarines, para mi madre, para Jesús y para mí, viendo los atribulados rostros de mis chicos, oyendo los gritos y risas de la clientela en el salón y rodeada de la música que había regido mi reciente trayectoria, me dispuse a escuchar las 12 campanadas que anunciarían la llegada del año 87. Menos de un mes nos quedaba para disfrutar de aquel espectáculo que tan contrapuestas experiencias nos había aportado y tan solo nosotros, los que habíamos pasado por ellas, sabíamos cuanto nos dolía esa injusta defenestración.


El interior del reloj de la Puerta del Sol

Fue necesaria la primera campanada, el primer tañido  brotando del reloj de la Puerta del Sol de Madrid, ese que anunciaba a España entera el nacimiento de un nuevo año,  para que yo saliera de mi ensimismamiento. Los inevitables brindis y besos que siguieron tenían  algo de mecánicos y un rescoldo de dolor.  Mientras,  en mi cerebro palpitaba  esta inquietante pregunta: ¿qué nos depararía al mundo y a mí ese 1987?


Recreación fotográfica de Jesús Alcántara


Próximo capítulo. Al ritmo de un blues