sábado, 18 de mayo de 2013

Instantánea 76 - Un año con enjundia.


Primera parte.
                                                          
Interior del Casablanca. 1933


En 1933 se construyó en Madrid un local de inspiración hollywoodense al que pusieron de nombre Casablanca, situado en la Plaza del Rey, es decir en el mismo centro de Madrid y frente al famoso Circo Teatro de Price.  Contaba con todos los lujos y modernidades que soñar pudiera un ciudadano del Madrid de aquellos años. Adornaban  su interior una fuente con chorros de  agua que cambiaban de colores, árboles y plantas vivas situadas  entre dos de las paredes que flanqueaban el local y que, al estar acristaladas, hacían las veces de invernaderos, un amplio espacio para la indispensable orquesta de la época, un escenario giratorio y, oh, maravilla,  un techo cuya cubierta metálica podía deslizarse sobre vigas de hormigón, dejando al descubierto el entonces aún límpido cielo madrileño.

Foto Cotarelo

Cielo bajo el cual la España republicana de aquel año, había sufrido un importante golpe. En las elecciones generales para las cortes celebradas en el mes de noviembre del 33 los republicanos de izquierda, encabezados por Manuel Azaña, recibían un fuerte varapalo a mano de las derechas. Se comentaba que el voto de las mujeres, que participaban en este país por PRIMERA VEZ en el sufragio universal,  había tenido mucho que ver con ese hecho, alegando que el sector femenino de la sociedad estaba muy  influenciado, y hasta manejado, por la Iglesia Católica.

Pero en medio de esa situación de cambio  la clase alta de la Villa y Corte, pletórica con el triunfo, abarrotaba el Casablanca. Concebido en sus inicios como Dancing y Salón de Té los asistentes disfrutaban de lujo, comodidad y sosiego, regalados sus oídos con el canto de pájaros y el murmullo del mar que brotaba de los altavoces.

Supongo que con el tiempo y el deterioro moral de la sociedad, aquello se fue convirtiendo, poco a poco, en un cabaret a la clásica usanza, pues casi nada quedaba ya de esa sofisticación cuando, en 1975, Alberto de las Heras y Juan José Alonso Millán me propusieron ser la estrella de El Decamerón. Alberto, joven y entusiasta empresario, se había hecho cargo del local que llevaba una larga temporada en declive. Cambiándole el nombre por el de Verona intentaba revitalizarlo como music-hall, para lo que recurrió  a Alonso Millán, el autor que hacía furor con sus textos en el restaurante-espectáculo La Fontana, es decir, en el lugar donde yo llevaba ya unos meses trabajando. Fue el mismo Juanjo quien me propuso el traslado, y haciendo honor a mi condición de “donna mobile” acepté de inmediato.


El espectáculo, basado en las historias que Giovanni Bocaccio recopilara para El Decamerón, estaba concebido con el mismo sistema que tanto éxito cosechaba el mencionado autor en La Fontana; sketches  con números musicales insertados. Pero a pesar del buen reparto, de la ingeniosa adaptación de los textos, de la coreografía de Alberto Masulli, de la estupenda música de José Ramón Aguirre y de la dirección de Ángel Fernández Montesinos, todo “primera clase”, Casablanca-Verona resultó un muerto imposible de resucitar. Demasiado grande, demasiado costoso el mantenimiento, demasiado remiso el público a explorar lugares nuevos y hasta a abandonar la seguridad de sus hogares.  El reciente asesinato de Carrero Blanco, del que he hablado en mi Instantánea  74, había dejado unos residuos de temor e inseguridad en la ciudadanía  que mermaba los ingresos de cines, clubes y restaurantes, en fin, de todo lo que constituía la vida nocturna de Madrid.

Poco duró ese Decamerón pero fue abundante en satisfacciones y, sobre todo,   abono para una cosecha de amigos inmejorable; Francisco Cecilio, Raul Sender, Tomás Picó y Salvador Vives. Estupendos actores.

La última noche de representación, Alberto de las Heras, entristecido a causa de lo infructuoso de su lucha por salvar aquella parte de la historia de Madrid que había sido Casablanca, pero como siempre amable con sus artistas,  nos subió a  la balconada que bordeaba gran parte del escenario  y, tras ofrecernos una copa, nos hizo un regalo insospechado y bellísimo; mandó apagar todas las luces y abrir el techo de la sala. Entonces pudimos disfrutar de un festín de estrellas que, por suerte, esa noche resplandecían sobre nuestras cabezas, deslumbrando nuestros ojos y nuestras almas. Hermosa despedida puesto que ese techo  llevaba años sin ser descorrido. Y lo fue en nuestro honor y por última vez. Tras aquella velada, Casablanca-Verona cerró sus puertas como cabaret para siempre. (Meses más tarde se convirtió en sede del Banco Santander. ¡Señor!)

Segunda parte.  

Cuando poco después de aquella hermosa noche de despedidas y descubrimientos,  el director y actor Adrián Ortega se puso en contacto conmigo para ofrecerme participar en la obra Camas Separadas no me causó sorpresa alguna.  Raúl Sénder, me había llamado comentándome que estaba contratado y que había dado mi nombre para uno de los cuatro únicos papeles que componían el reparto de esa obra de Enrique Bariego. Los otros dos serían Juan José Otegui y Sila Montenegro.

Teatro Arniches en la actualidad
Mi entrada, la primera mañana de ensayo, en aquel pequeño teatro Arniches me impactó. Aunque ubicado en la céntrica calle Cedaceros jamás me había fijado en la especial arquitectura del edificio ni pude acudir a las importantes funciones representadas en él recientemente. Ya se sabe que quien trabaja en el teatro como actor, a causa de los horarios paralelos, está imposibilitado de asistir como espectador. 

El asunto es que, al penetrar en la sala encendida, quedé deslumbrada y sorprendida por sus paredes cubiertas, desde el suelo hasta el techo,   de hermosísimos azulejos, cerámica que  reconocí como talaverana.  Más tarde supe que la historia de aquel edificio era larga y algo rocambolesca.

En 1907 había surgido como el primer “local de entretenimiento” de la época; el Salón Madrid.  No tengo documentación precisa sobre el tipo de  “entretenimiento” que se brindaba pero es fácil suponer que no estaba dedicado al juego de la petanca o del pachis. Llegado el 1927 se convirtió en el primer teatro sólido de Madrid bajo el nombre de Rey Alfonso, transformándose después en un cabaret. Y aquí es donde comienzan las especulaciones, los rumores sin confirmar que rodean de misterio a  aquel local. Se comenta que el Rey Alfonso XIII jugó un papel protagonista en las actividades del lugar. Parece ser que, al tiempo que en el escenario se hacían representaciones estándar para el público normal, actos lúdicos y de libertinaje tenían lugar en los pisos segundo y tercero del inmueble. Por supuesto estas “fiestas” se llevaban a cabo en el más riguroso secreto, con una selectísima concurrencia y se barajaba el nombre de una actriz  de la época, Carmen Ruiz Moraga, como acompañante del rey en sus visitas al lugar. 

Alfonso XIII
Este soberano español que a la edad de 16 años, en 1902, había asumido la corona tuvo un reinado convulso y fue un personaje controvertido. En un principio ejerció sus funciones gubernamentales con eficacia, incluso con aperturismo pero, a consecuencia del apoyo que había prestado años atrás al golpe de estado del General Primo de Rivera, en el año 31, tras tres atentados y haber perdido la confianza de los políticos y del pueblo, abandonó España dando lugar a la instauración de la Segunda República. Por cierto, me estoy refiriendo al abuelo de nuestro actual rey Juan Carlos I. Pero no es mi intención extenderme en detalles sobre esa pretérita historia política de España.

La cuestión es que el local-teatro-cabaret, o lo que fuese en tiempos pasados, permaneció cerrado durante muchos años hasta que, en 1965, se reabrió como teatro con el nombre de Arniches. Pero algún imperecedero efluvio de bacanales y desmadres debía flotar entre aquellas paredes ya que tan solo los vodeviles y comedias frívolas tuvieron éxito allí, llegando a convertirse, tras ser definitivamente abandonado como teatro en 1976, primero en cine, con el nombre de Bogart, y, durante sus últimos  meses de existencia, en cine porno.

En cuanto a la tarea en que yo estaba embarcada, la pieza cómica Camas Separadas de Bariego,  se convirtió en uno de esos extraños milagros teatrales. Con un texto insulso y unas situaciones traídas por los pelos, todos durante los ensayos, director incluido, considerábamos que lo que teníamos entre manos era un estrepitoso fracaso. Pero una tarde, con la función ya puesta en pie, desde el patio de butacas el autor nos dedicó este sorprendente “mea culpa”; “chicos, esto que he escrito es una tontería sin gracia alguna. Echadme una mano con los diálogos, incorporad o quitad lo que queráis a ver si logramos salvarnos del desastre”. Y aquellas fueron palabras santas. Raúl Sender y Juanjo Otegui, acostumbrados sobradamente al vodevil y al café teatro, comenzaron a insertar “morcillas” llenas de doble sentido que yo seguía y hasta alimentaba con una facilidad que me sorprendía.


El cuarto personaje, Sila Montenegro, una exuberante vedette puertorriqueña, no tenía nuestra agilidad  para las improvisaciones, pero tampoco era necesario. Su espectacular físico y la gracia de sus movimientos justificaban de sobra su permanencia en el escenario. El resultado final fue alucinante; el día del estreno, para nuestra sorpresa, el público reía nuestras “morcillas” entusiasmado y babeaba ante los opíparos senos y la encantadora sonrisa de Sila. Síntesis; logramos cubrir con éxito esa temporada en el Arniches e incluso, un tiempo más tarde, "a petición del público" hubimos de reponer la función en el Teatro Arlequín con el mismo reparto y el sentido agradecimiento de Enrique Bariego al que estábamos proporcionando unos pingües beneficios en derechos de autor. 

Necrológica.

Constantino Romero
En este mes de mayo, el estupendo doblador, presentador de TVE y actor Constantino Romero ha fallecido a la edad de 65 años. Durante muchos años fue la voz en España de Clint Eastwood, Sean Connery, Roger Moore o Kirk Douglas, en fin, cada vez que se necesitase doblar a un duro con clase se recurría a él. Era uno de esos actores que hacía tolerable las versiones dobladas que tanto me molestaban en un principio y que son obligatorias en este país. Solo hay una cosa segura; si Dios necesita en algún momento una voz que lo represente en la tierra la de Constantino, cálida y profunda, será la perfecta.


Próximo capítulo. Dos adioses entre la desesperación y la esperanza.

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