sábado, 29 de septiembre de 2012

Instantánea 47 - La Llegada a España.




INTRODUCCIÓN

Mi última foto en Cuba.
1967
En este  2012 en que escribo estas crónicas, desde la privilegiada atalaya donde me han colocado los años y las experiencias, lanzo las redes de mi memoria hacia un momento  clave  de mi pasado, 23 de diciembre de 1967,  y capturo una visión conmovedora. Es…como una imagen congelada. Una fotofija de algún film de aquellos años. Podría muy bien ser la continuación del plano de la película   Memorias del subdesarrollo en el cual una mujer acongojada abandonaba la isla en un avión, dejando tras de sí toda su vida. Pero no lo es. Esa imagen congelada en el acto de descender del avión de Iberia no es de papel y nitrato de plata o celuloide. Soy yo, en carne y hueso, petrificada de frío, tristeza y miedo.
Observándola  comprendo cuan  preciso es que   reinicie su andadura, que comience a crear su nuevo camino con ese inevitable primer paso en suelo hispano. Pero su inmovilidad es absoluta. Y como necesito de su vida para que la mía actual  exista, le insuflo, a través del tiempo, casi todo el aliento que cabe en mis pulmones. Ella lo precisa  para que yo pueda estar aquí ahora, recordando nuestra vida y trasmitiéndosela a mis lectores. Lo cierto es que  aún tiene por delante más de ocho lustros de Sonrisas y lágrimas, cuarenta y pico años de valiosas experiencias antes de que nos reencontremos en este 2012 y juntas revisemos el compendio de memorias que con tanto dolor, a la vez que placer, revivo en este blog.

Foto realizada por Roberto Cazorla
2010
Y el milagro se ha logrado.  Veo como la temblorosa figura, tras un violento escalofrío y respondiendo a mi voz de “acción”, comienza nuestro descenso del avión, yo sin ser aún este yo y ella empezando a serlo. En sus manos está reconfigurar mi vida, a veces a golpes de martillo y cincel, pero otras con los suaves y amorosos gestos de un panadero amasando "la carne de Cristo".  Así que decidido volver  a mi presente con la promesa de ir, paso a paso, describiendo para vosotros nuestro quehacer cotidiano y artístico. Dejo pues, que ella sola se encuentre con su futuro y con su Patria y  regreso a mi hoy, a vosotros, a mis amigos del presente.
Ya os tendré al tanto de cómo se va creando mi nueva vida.

Mi padre había conseguido de  tía Olimpia  la promesa de que  me buscaría un alojamiento y se ocuparía de mi hasta que yo pudiese desenvolverme profesionalmente en España. Olimpia, era ese bebé al que mi padre lograra sacar de la miserable situación en la que la familia Mariño, en  Galicia y a  principios del siglo veinte, languidecía. (ver Instantánea 2).  Esa familia que él mantuvo, amó  y guió en Cuba durante muchos años.
Mi primo Rafaelito, Olimpia y su marido,
el doctor Rafael Ruano. 1943

Ante la inminencia de mi exilio, tras casi una década de incomunicación, Arsenio había logrado contactar con ella en Costa Rica, donde vivía  con su marido, un médico llamado Rafael, y sus dos hijos ya adultos, Rafael y Oscar.  A mi llegada, Oscar, que aún ampliaba sus conocimientos en España, sería  el encargado de recogerme en el aeropuerto y llevarme al que iba a ser mi primer alojamiento.

Pero, como es debido, “comencemos por el comienzo”.

Igual que sucede en el escenario cuando  “te bloqueas”, me parecieron horas las que permanecí, paralizada y en blanco, en medio de las escalerillas del avión, mirando sin ver mi primer desangelado fragmento de España. Sin duda aquella situación duró segundos pero fue como hundirme en un agujero negro dentro del cual hasta el tiempo mismo dejó de existir. Había llegado a mis oídos, en el avión, información sobre un grupo de apoyo a los exiliados que nos esperaría, tras pasar la aduana, para orientar nuestros primeros pasos hacia a los Centros de Ayuda, lugares donde nos proporcionarían ropa de abrigo y también la dirección de un comedor en el cual se podía recibir alimentación gratuita durante un tiempo. No es que yo necesitase lo de las comidas, (eso estaba incluido en el hospedaje que mi tía me había conseguido), pero lo de la ropa de abrigo me venía de rechupete, pues entre las 30 libras de peso que las autoridades dejaban sacar de Cuba, la dificultad de encontrar prendas invernales en la isla y ante la amenazante nevada que cayó sobre mí nada más pisar tierra española, la sensación de frío real se había unido al helor que llevaba en el alma. 

Estaba ya  entrando en la terminal cuando, por primera vez, me di cuenta de que, tanto en ese momento como durante el trayecto desde el avión hasta allí,   había estado acompañada tan solo por una docena de personas y me preguntaba donde estarían los ciento y pico de cubanos que venían en el avión al salir de La Habana. Tantos eran que, al poco de abordarlo  una azafata había  preguntado cuántos españoles iban en clase turista  y, a los que nos identificamos  como tales,  nos pasaron a primera. Así de agobiante era el “overbooking”. Es decir que hice el viaje separada de mis compañeros de desgracia y en una primera clase que no pude disfrutar, sumida como estaba en mis angustias.

Aeropuerto de Barajas, Madrid. 1967
A medida que me hacía estas consideraciones iba comprendiendo la razón de mi aislamiento. ¡Al trasladarme a primera  la azafata me había despojado a efectos de mi especial condición de repatriada!  Aquello me había convertido tan solo  en una turista más de vuelta a España! Sin duda los cubanos habían salido por la puerta trasera del avión y, tras ser conducidos a otra sala, estaban recibiendo  el calor de los que les esperaban y esas ayudas a los exiliados de las que se hablaba en el viaje. En cambio yo había entrado en la terminal como parte del grupo de turistas españoles. Meses más tarde supe que ese hecho fue el responsable de que, durante un tiempo, Yolanda Mariño Pfarr  no figurase siquiera como llegada  a  España.  El viajar como repatriada exigía una serie de trámites de llegada de los cuales no había sido informada ni por mi consulado ni por las autoridades de Boyeros, en Cuba. ¡En qué mundo de ignorancia y desamparo nos habían sumido los años de régimen castrista! La cuestión es que, en esa gélida terminal del aeropuerto, permanecí interminables minutos en soledad, observando los abrazos de bienvenida, escuchando  los tópicos de “¿qué tal en Cuba?” y viendo como el recinto, para mi espanto, se iba vaciando  mientras yo permanecía en la más aterradora soledad.

Buscaba anhelante el rostro joven y sonriente de mi primo, un abrazo que calentase mi alma helada, pero, como  si  yo fuese un fantasma, la gente pasaba por mi lado sin siquiera advertir mi presencia. Aquello parecía una pesadilla. Por supuesto tenía un teléfono de contacto pero sin una miserable peseta en el bolsillo, pues tener divisas extranjeras estaba totalmente prohibido en Cuba,  me resultaba imposible realizar una llamada.  De poco me hubiese valido llevar la faltriquera repleta de pesos cubanos puesto que esa moneda no tenía valor alguno en el resto del mundo.
Mi primera foto en España.
Diciembre 1967

Veinte minutos en esa situación, acabaron por aniquilar las pocas fuerzas que aún me quedaban y a punto estaba de desplomarme sobre mi escuálido equipaje, cuando escuché a mis espaldas pronunciar mi nombre y nunca una voz tuvo para mí un timbre más celestial y jamás un rostro me pareció más hermoso que el de ese joven caballero que venía en mi rescate:  Oscarito.

Entonces pensé, “Aquí está la salvación. Tengo un gallardo primo  que me hará compañía, voy a disfrutar de un lugar donde hospedarme y de tres comidas diarias aseguradas, como es natural pronto encontraré trabajo, pues preparación y experiencia me sobran…Después de todo mi exilio no será tan duro”.

¡Pero, ay Señor,  de qué manera me equivocaba! Os aseguro que no fueron nada fáciles aquellos primeros meses  pasados en la que, se suponía, era mi Patria.


Próximo capítulo. Navidades negras.

1 comentario:

  1. La burocracia, otra de las cosas con que tiene que luchar un hombre en un pais extranio... y no tan extranio! Ya de ninio, y siendo victima de esto de vez en vez en mi Cuba recuerdo ahora, por primera vez lo recuerdo creo, pedia..."ya que hay tantos anios con nombres en este pais: Anio de la alfabetizacion, de esto o de aquello...no habra uno que le pongan "Anio contra la burocracia?"
    Querida Yolanda eres la causa de muchos recuerdos que tengo ahora, leyendote, alegres y muchos tristes...En horabuena!

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