(Mi
agradecimiento a los varios lectores que han intentado encontrar en Internet el
nombre del libidinoso anciano del que hablo en mi Instantánea anterior. Ha sido
infructuoso, así que dejemos que el hombre, sin duda muerto hace años, descanse en paz.)
Mi padre Arsenio Mariño. 1930 |
Según me contó
a su regreso, el "señor" cónsul estuvo largo rato negándose
a recibirle con variados pretextos, hasta que mi padre, airado, solicitó los papeles para poner una denuncia oficial contra él. Solo entonces fue
recibido. El anciano diplomático, tras rechazar indignado mi versión de los
hechos, le informó que la visa de salida se me negó porque el consulado había
sido notificado de que existía una causa judicial pendiente contra mí. Aseguró que la comunicación recibida del gobierno cubano fue que yo no podría abandonar el país hasta someterme a uno de esos
humillantes “juicios populares” que se estaban poniendo de moda.
Retrato mío realizado por Korda. 1960 |
Retrato 1962 |
Así que, al día
siguiente de visitar mi padre la embajada , él y yo, dejando en casa a
unas mellizas sumidas en la expectación, nos dirigimos al Ministerio del Interior con
el fin de obtener más información. Aquello era como retroceder a
la terrible época del encarcelamiento de Homero Gutiérrez del que tanto he hablado. Pero esta vez el problema no provenía de un bulo lanzado por una supuesta compañera llena de
radicalismo y envidia sino que era una orden proveniente del propio gobierno,
al menos según las palabras del cónsul.
Foto para la revista Cuba. 1966 |
Pero en el Ministerio no conseguimos aclaración. alguna. No sé cuantas veces volvimos papá y yo para obtener una explicación que me exonerara o inculpara. Cualquier cosa era mejor que un fantasma contra el que no se podía luchar. Siempre aseguraban no saber de qué estábamos hablando. El Ministerio del Interior guardaba un sádico silencio.
La situación
económica amenazaba convertirse en catastrófica para la familia Mariño-Pfarr.
Sin la posibilidad de trabajar en mi profesión, al igual que le sucedía a cualquiera que
solicitase la salida del país, inhabilitada para percibir
oficialmente un sueldo (ver instantánea anterior), las mellizas pretendieron
intensificar su labor de costureras, pero la falta de materiales había
diezmado sus posibilidades. Por otra parte las
personas que podían permitirse el lujo de confeccionarse ropa eran cada día
más escasas. Aquellas mujeres de la alta sociedad a las que ellas vistieran, en un principio más como hobby que por necesidad, habían abandonado Cuba. Y entonces apareció mi hada madrina con
una oportunidad de "trabajo clandestino" que alivió nuestros problemas económicos.
Calonge, Gladys Triana y yo. 1966 |
Mis amigos Gladys y Gilberto trabajaban de “free lance” para el INIT, Instituto Nacional para la Industria Turística, vendiéndoles cuadros de producción propia con los que decorar sus instalaciones. Calonge, un buen hombre que tenía un alto cargo en ese Instituto, les había abierto aquella puerta. De pronto mi amiga tuvo una idea genial. Se le ocurrió que, teniendo acceso a una serie de naves en las que el INIT almacenaba muebles viejos, sillas en desuso pero forradas de estupendo cuero, estanterías de caoba y roble, incautadas a sus antiguos dueños, es decir los desechos del ministerio de Recuperación de Bienes, se le ocurrió, repito, que esos trastos podrían ser reconvertidos en obras de arte. Pensó en cortar las baldas de maderas nobles en cuadrados o rectángulos y, a base del duro mordisco de las gubias, convertirlos en decorativos y originales cuadros. Realizó una muestra que encantó a Calonge y fue así como mi padre, como ayudante de Gladys, se volvió a sentir útil durante unos meses. Recuerdo a Arsenio con una tabla sobre su regazo, manejando con entusiasmo las gubias hasta conseguir la textura de los fondos o el realce de aquellas figuras geométricas dibujadas por ella. Gracias a esa ocupación, papá lograba olvidar, durante el tiempo de la dura tarea, pasados angustiosos y dudosos futuros.
Retrato para la entrada al Salón Rojo del Capri. 1966 |
En una ocasión mientras visitaba esos almacenes, al ver los yacientes cuerpos de aquellos sillones y sofás que sin duda extrañaban sus días de esplendor, muchos de los cuales aún portaban sus lujosos ropajes de fino cuero, se me ocurrió rescatar algo de esa grandeza para alegría de clientes y amigos. Se pidió permiso a Calonge para despojar las más deterioradas piezas del material que las cubría, permiso que nos fue concedido con la condición de que todo se realizase en el mayor de los secretos. Y así fue como aquellos trozos de piel se convirtieron en sencillos pero bonitos bolsos y en cinturones que salían de las primorosas manos de las mellizas, adornos que las amigas y las amigas de las amigas compraban con esa naturalidad ante la clandestinidad a la que la escasez nos tenía acostumbrados. Así logró subsistir la familia Mariño Pfarr. Escamoteando, creando y vendiendo artesanía.
Pero los días
pasaban, las semanas pasaban y nada referente a mi salida o a la
amenaza de aquel “juicio popular” se movía. Esa “calma chica” me estaba
enloqueciendo. En busca de una respuesta recurrí incluso a un mundo que
siempre había rechazado; la santería.
Se decía que por esos años existía en Regla una santera excelente .
Mientras me hablaba, tras un prolegómeno de toses y sonidos ininteligibles, yo permanecía hipnotizada por ese enorme puro que, milagrosamente, se resistía a caer de sus labios en constante movimiento al tiempo que daba la impresión de no irse consumiendo ni un centímetro. El encantamiento se rompió cuando, con un acento extraño, pronunció estas palabras. “Ja caraj, niña tú “sabe” bien que ese hombre no te conviene. Va por tu dinero. ¡Sáfate!”. Ante tamaño desatino abandoné la habitación convencida de nuevo de que mis relaciones con la santería y el espiritismo eran imposibles. Yo había acudido a ella con una acuciante pregunta, "¿qué pasa con mi salida?", y ella se había perdido, tras una visión superficial de mi persona, por “los cerros de Úbeda”.
Se decía que por esos años existía en Regla una santera excelente .
Retrato colocado a la entrada del Salón Rojo del Capri. "Los tiempos de mamá y papá". 1966 |
Mientras me hablaba, tras un prolegómeno de toses y sonidos ininteligibles, yo permanecía hipnotizada por ese enorme puro que, milagrosamente, se resistía a caer de sus labios en constante movimiento al tiempo que daba la impresión de no irse consumiendo ni un centímetro. El encantamiento se rompió cuando, con un acento extraño, pronunció estas palabras. “Ja caraj, niña tú “sabe” bien que ese hombre no te conviene. Va por tu dinero. ¡Sáfate!”. Ante tamaño desatino abandoné la habitación convencida de nuevo de que mis relaciones con la santería y el espiritismo eran imposibles. Yo había acudido a ella con una acuciante pregunta, "¿qué pasa con mi salida?", y ella se había perdido, tras una visión superficial de mi persona, por “los cerros de Úbeda”.
Ante el
silencio oficial y mi desesperación Gladys decidió que acudiéramos al hermano
del comandante Vallejo, vecino y conocido de los Triana. El hombre nos recibió con amabilidad y prometió averiguar, por
medio de su hermano, qué sucedía con aquella Yolanda Farr que él admiraba y a
la cual ya creía fuera de Cuba. Y de esa afortunada visita saldría, en
diciembre de 1967, un sorprendente resultado.
Contraportada de la revista "Romances" Corresponde a la portada editada en la Instantánea anterior. |
NECROLÓGICA.
Cito al periódico La Vanguardia editado hoy viernes 31 de
Agosto del 2012.
“Muere el actor Carlos Larrañaga a causa de
complicaciones por la descompensación cardíaca por la que tuvo que ser
hospitalizado en una clínica de Marbella la semana pasada”El artículo se extiende en la descripción de una vida que, por agitada y bohemia, yo prefiero narrar con mis propias palabras.
Carlos Larrañaga |
Este enorme galán, hijo de actores, se inició en el
teatro a los 4 años. Fue Medalla de Oro
al Mérito en las Bellas Artes y Premio al Mejor Actor por el Círculo de
Escritores Cinematográficos. En su haber tiene más de setenta películas
pero su gran popularidad, como suele suceder, la obtuvo en la televisión. Aunque
su trabajo en ese medio fue fecundo, su mayor éxito fue en la serie Farmacia de Guardia que estuvo en
pantalla de 1991 al 1995 y después varias veces repuesta.
Su agitada vida sentimental, compuesta de innumerables y
sonados romances y cuatro matrimonios, no logró eclipsar su valía como actor.
Gozaba, sobre todo, cuando podía imprimir en sus personajes esa retranca e
ironía que le caracterizaban.
Aunque sus últimos años estuvieron marcados por las
enfermedades, en sus más recientes declaraciones, al ser preguntado sobre el
tema de la vejez afirmó, “quiero envejecer con dignidad pero alegremente” y
ante la pregunta inevitable sobre su vida sexual dijo, “hijo, yo ya no jodo, yo molesto”.
Que en la muerte halle esa paz que, sin duda, no fue su
objetivo primordial en vida.¡Dios, España se está quedando sin sus maravillosos galanes maduros!
Próxima Instantánea: De como rechacé las proposiciones de Humberto Solás
Yolanda muy especial la fotografía de su señor padre. Como dice el viejo refrán, los ojos son el espejo del alma.
ResponderEliminarEn cuanto a la foto de Korda, un verdadero espectáculo.