domingo, 26 de agosto de 2012

Instantánea 42 - Del tecnicolor al blanco y negro en dos fotogramas. (Segunda parte)






Nada más finalizadas las representaciones del show “Los tiempos de mamá y papá” en el Salón Rojo del Hotel Capri, aunque yo aún no había comunicado oficialmente mi intención de abandonar Cuba, comencé a notar cambios inequívocos en el desarrollo de mi carrera. Por ejemplo, aquellas pruebas en colores que me habían mostrado de la portada y contraportada para la revista Romances, mis divertidas fotos vestida de novia frente a la catedral de La Habana, no acababan de salir a la luz. 
Romances, revista para la mujer editada por primera vez en la década de los 50, había conseguido, he de señalar que con gran dignidad, pasar de ser prensa independiente a pertenecer a las publicaciones controladas por el gobierno, las cuales en realidad eran todas.
Reportaje en la revista Romances. De fondo pinturas de Gladys Triana
Vestuario realizado por mi madre y mi tía

En sus páginas se  incluían con frecuencia reportajes  de artistas no vinculadas con el régimen, como era mi caso. Mantenían una página fija dedicada a publicar poesía, en la cual yo figuré con frecuencia, y  que llegó  a incluir obras de mi amiga, la gran poeta Carilda Oliver Labra, personaje que en esos tiempos  estaba muy mal visto por el régimen. 


Pero estaba claro que  mi situación laboral se deterioraba. De repente la televisión dejó de solicitarme y pasaron bastantes días hasta que el I.N.I.T. me asignase un nuevo lugar de trabajo.

I.N.I.T., como he dicho con anterioridad, eran las siglas del Instituto Nacional de la Industria Turística, fundado en noviembre del 1960. Su finalidad era llevar a cabo un proceso de intervención y nacionalización de instalaciones turísticas como “reacción defensiva contra las agresiones del Gobierno de los EE.UU”. (Cito textualmente estas paranoicas declaraciones oficiales). Entre otras muchas cosas, la contratación de los artistas corría a cargo de este Instituto. Ellos te “ubicaban”, según su libre albedrío y su concepto de tu categoría. De este estamento hablaré con amplitud en una futura Instantánea.
Cuando fui enviada al Cabaret Nacional, con Marta Picanes y la vedete Amparito Valencia, en un simple show de variedades, al Cabaret Bahía de Matanzas, en las mismas condiciones o al Jagua de Cienfuegos, con Ricky Orlando y los Hermanos Bermúdez, todos lugares de segundo orden, advertí, con toda claridad, que la información sobre mis intenciones había llegado de alguna forma a las alturas. Las  represalias comenzaban a mostrar sus garras..

Mi padre Arsenio, mi tía Yenny y mi madre Dora









Mis madres, las mellizas alemanas que tanto me apoyaron en los malos y buenos momentos, mi adorado padre gallego, aquel luchador republicano cuyas ilusiones de igualdad y libertad habían resultado  destruidas por la realidad del comunismo castrista, aunque heridos por  el dolor de contemplar la posibilidad de nuestra primera gran separación, me dieron el definitivo impulso. ¡Debía partir hacia España, naturalmente con el propósito de mandarles buscar lo antes posible!

Gladys y yo
La siguiente en conocer mi decisión fue Gladys Triana. Siendo tan íntima nuestra amistad ambas considerábamos casi imposible vivir sin compartir cada día nuestros planes, nuestras inquietudes, nuestros amigos, pero aún así, ella comprendió que yo necesitaba abrir las puertas de la jaula en que se había convertido para mí la isla. Necesitaba volar. Y me dio su total apoyo.
Lucy y su madre Sira






Mi  amiga de chocolate,  Lucy, casada ya y con un hijo al que, un par de años atrás, yo había visto brotar de su cuerpo mientras su mano estrujaba la mía en medio de los consabidos dolores del parto, y al que habíamos bautizado Alejandro Homero, en homenaje  a mi  primer amor, mi  hermana de sangre y su adorable madre Sira, fueron las siguientes en aunar sus lágrimas a las mías en un doloroso y anticipado adiós.

Después reuní a mis amigos, Gilberto Álvarez, Julio Gómez, Sergio Salom  y  José Urfé,  y les comunique mi ya firme propósito de abandonar la hermosa isla que desde 1948 me había dado cobijo y de cuyos frutos, dulces y agrios, se habían nutrido los mejores años de mi vida. Por supuesto no fue una sorpresa para ellos, ya que todos compartíamos las angustias y precariedades que el sistema nos imponía, así como aquella sensación de claustrofobia que la  absurda prohibición de salir de Cuba producía.

No habiendo perdido nunca la nacionalidad española todos creíamos que mi partida sería rápida y sin impedimentos, no como la odisea que tenían que sufrir los cubanos cuando solicitaban abandonar el país, y digo textualmente abandonar ya que, una vez fuera de Cuba, el regreso estaba  prohibido. Los solicitantes de ipsofacto  debían dejar sus puestos de trabajo y sus propiedades, por escasas que fuesen, eran inventariadas con el fin de que nada faltase en el momento en que tomaran el avión. Entonces eran enviados a “trabajar al campo” y obligados a realizar durísimas faenas agrícolas mientras llegaba el añorado permiso que podía  tardar  hasta años . Y en esa espera se desgastaban, entre agotadores trabajos físicos, humillaciones, malos tratos, angustias y temores de que sus papeles, por desidia o ex profeso, se perdieran en el maremágnum burocrático. Y todo esto  a pesar de que solo podían pedir la salida aquellos afortunados cubanos a los que algún amigo o familiar  enviarse en dólares, desde el extranjero, el coste de su pasaje de ida y de una vuelta que estaba prohibida. ¡Que ironía!

Como he dicho con anterioridad,  siendo yo española, pensábamos que todo sería más fácil. Así que me dirigí al Consulado de España en La Habana y pedí al  cónsul la repatriación, cosa que, en mi situación, estaba obligado a concederme.

Aquel señor, un venerable anciano, me recibió con sonrisas y halagos y me aseguró que mi problema se solucionaría en un par de semanas y que España estaría feliz de recibir a tan prestigiosa “hija pródiga”. Pero el par de semanas pasó, y pasaron tres, así que decidí regresar al Consulado para preguntar el motivo.

Lo que sucedió entonces podría muy bien ser  la escena de una película muda. Ponedle imaginación a lo que  describo, acelerad la moviola, añadid carteles con los diálogos y os va a resultar tan divertido como para mí fue  dramático.

(La protagonista abre la puerta del despacho y se encuentra frente al anciano cónsul, cómodamente sentado en su buró con un enorme puro H. Upmann en la boca.)

El Cónsul “Hola, preciosa, que bien que me vuelves a visitar. Entra, entra. ¿Qué puedo hacer por ti?”

(Primer plano del rostro  de Yolanda.)

Yolanda - “Buenos días, señor cónsul, pues verá, como han pasado tres semanas sin noticias me he atrevido a venir a molestarle”.

(Plano general del despacho que incluye a los dos actores)

El Cónsul “Una belleza como tú jamás puede molestar y menos  a un anciano como yo. La  visión de tu juventud me alegra la vida. Acércate y dame un beso”

(La joven se acerca confiadamente, rodea el enorme buró y se inclina para besar la frente del cónsul. Pasamos a primer plano de las huesudas y venosas manos del anciano mientras, con brusquedad, sujeta la cara de la chica intentando depositar un baboso beso en los sorprendidos labios. A continuación, primer plano de la protagonista con los ojos desorbitados mientas, tras forcejear, inicia el retroceso. Saltamos a plano general. El hombre, con una inusitada agilidad para su avanzada edad, brinca de su sillón y comienza a perseguir a Yolanda. Ambos dan varias vueltas alrededor de la gran mesa hasta que, agotado, el cónsul se deja caer en su acolchado sillón. Vamos a primer plano de su libidinoso rostro sudoroso mientras pronuncia estas palabras).

El Cónsul “¡Por mi parte estás perdida! ¿Sabes lo que te digo? Que lo único que voy a hacer por ti es mandarte cigarrillos a la cárcel”.

(Vemos plano medio de la protagonista mientras, con la cara desencajada y las lágrimas en los ojos, llega a la puerta del despacho, la abre  y desde el dintel dice con voz entrecortada).

Yolanda - “¡Pero si yo no fumo!”.

(La joven  atraviesa la puerta cerrándola tras su inestable paso. Es la imagen misma de la desolación. Sobre el plano de la puerta cerrada vemos  sobre imponerse la palabra FIN.)

Y ese fue  el final de mis relaciones directas con el Consulado de España en Cuba. Si no he mencionado el nombre de ese individuo no es por un respeto que, según mi opinión, no se merece. Sencillamente mi cerebro no lo ha archivado y mi búsqueda en Internet ha sido infructuosa.


En el próximo capítulo os descubriré el turbio porqué de los ocho meses de miedos y espera que tuve que soportar antes de que mis pies se posaran sobre territorio español, es decir, hasta que se hallaran dentro  del avión de Iberia que me transportaría a la incertidumbre de un futuro en una Patria que me era  ajena y amedrentadora.

Próximo capítulo. La nueva amenaza

1 comentario:

  1. Hola Yolanda.
    En mi comentario a la instantánea 40 te dije que no importaba que hayan recortado tus escenas en “Memorias…” Después de repasar capítulos anteriores que había leído al vuelo, pues despaché los 36 primeros de un tirón, quiero hacer una salvedad:
    Si “La Noche” no se estrenó, a “Desarraigo” la eliminaron de la cartelera, a “Memorias…” le dieron machete y “Por cuanto” no llegó a rodarse, entonces si importa, porque es cierto que pasaste como una sombra por la cinematografía cubana, más que amputación, creo que lo que te hicieron fue una gran hijoamputá-ción. Por suerte pudiste salir a tiempo de la isla, lo que no es de extrañar si casi el 99 % de las personas que mencionas, con excepción de Mª de los Angeles Santana y unos pocos más, todos los grandes de la escena y de la cultura cubana han seguido el mismo camino.
    Me he reído mucho con la escena de la peli “El Cónsul Resbaloso”.
    Espero que hayas disfrutado tus vacaciones.
    Saludos
    Felo
    Pongo el enlace a un artículo muy interesante de Fausto Canel, que reafirma tus escritos. Imagino que ya lo conocerás, pero quizá sea desconocido para muchos de los que leen tus post. http://www.ellugareno.com/2010/11/raul-martinez-el-cartel-de-desarraigo.html

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