sábado, 7 de julio de 2012

Instantánea 36 - Al fin, años de bienes. (Segunda parte. La cinemateca.)




“Sé que eres Yolanda Farr, te he visto en Tropicana y quisiera proponerte algo, ¿te gustaría hacer cine? Estoy preparando un medio metraje y desearía que fueses la protagonista junto a Juan Cañas. Si te interesa, búscame mañana temprano en el ICAIC y te daré más detalles.” Estas fueron las sorprendentes palabras que me dirigió aquel muchacho en el patio de butacas de la Cinemateca de La Habana. Su nombre era Pastor Vega y el film que me ofrecía era En la noche. Por supuesto acepté la propuesta. A pesar de lo que significaba tener que rodar cada día al terminar mi trabajo en Tropicana, es decir de madrugada, el cine había sido una asignatura pendiente para mí. El director consideraba que yo era la persona idónea y el resto del equipo aceptaba las incomodidades de trabajar a esas horas intempestivas, ¿qué más se podía pedir? Fue algo agotador para todos y el tiempo rendía poco ya que la trama transcurría en la noche habanera y casi siempre en exteriores. Así que trabajábamos contra reloj. Pero éramos tan jóvenes y entusiastas que, al llegar los hermosos amaneceres cubanos y tener que desmontar el equipo de rodaje, nuestro entusiasmo por la labor realizada era muy superior a nuestro agotamiento. Huelga decir que durante los  días de filmación yo no conseguí dormir más de tres horas diarias.

Alfredo Guevara
director del ICAIC.1964
Pero todo aquel esfuerzo y sacrificio habían quedado olvidados aquella noche de noviembre en la  Cinemateca, con la presencia de Pastor Vega y su esposa, Daisy Granados, Juan Cañas, el director del ICAIC, Alfredo Guevara,  amigos del alma como Gladys Triana, Gilberto Álvarez, Sergio Salom y José Urfé, mi hermana de chocolate, Lucy, con su reciente esposo, Tomás y el grupo en pleno de mis bardos. Ahí estaban también ellos, Felo Bergaza con sus azules canas, Don Mario Luque, aquel entrañable anciano, presidente del Ateneo de Marianao,  que me había apadrinado en mis momentos más negros, las orgullosas “Pfarry Sisters” y un Arsenio henchido de satisfacción, en fin la flor y nata de los moradores de mi corazón, aguardando que las luces se apagaran y mi imagen “hiperdimensionada” ocupara todo el ámbito de la pantalla.  ¡Qué noche inolvidable! ¡Qué impresión observar en  el celuloide a aquella mujer tan diferente a la que yo veía reflejada en mi espejo hogareño! La cuestión es que al finalizar la proyección todo fueron felicitaciones y buenos augurios, incluso  de algunas  personas que, tiempo atrás, me habían negado sin misericordia hasta el saludo.

La Cinemateca
Diletantes e intelectuales  solían reunirse en aquella Cinemateca que Héctor García Mesa había fundado en el año 1960 con el estreno en Cuba de El acorazado Potemkin. Más de una “escaramucilla” me toco vivir en esa sala emblemática. En una ocasión, mientras esperábamos el comienzo de una proyección, ya sentados pero con las luces aún encendidas,  noté que, viniendo del asiento de atrás,  algo me golpeaba suavemente en las pantorrillas y oí una voz que me decía quedamente, “pásalo”.  Con todo sigilo recogí "el testigo" y tras darle una ojeada lo pasé a la butaca delantera.
Era el más reciente LP de los Beatles, A Hard Days Night, cuya posesión y escucha estaban archi prohibidas. Aunque no lo creáis, aquel era el tremendo objeto subversivo causante de tanto sigilo. En otra ocasión, ante la orden de exhibir cierta película a puertas cerradas, la muchedumbre rompió las cristaleras de la entrada como protesta. Ese día por fortuna yo no estaba presente pero cuentan que fueron muchos los lesionados y los detenidos.

En los años 60 se había iniciado en Checoslovaquia un moderado movimiento de aperturismo político que, se vio reflejado en su cine. Aquel momento creativo fue denominado “la nueva ola”. Grandes directores, la mayoría de los cuales, comenzando por Milos Forman,  acabarían exiliándose y trabajando en EE.UU. Hermosas películas nacieron en aquellos años anteriores a que las tropas del Pacto de Varsovia, en agosto del 1968, aplastaran con brutalidad la “primavera de Praga”. Con la estricta prohibición de exhibir películas norteamericanas, en Cuba tan solo podíamos visionar films europeos y, sobre todo, aquellos rodados en la Europa de Este. Entre mis preferidos estaban los suecos de Ingmar Bergman, y en segundo lugar los checos, como por ejemplo  El helecho de oro, de Jiri Weiss, una película llena de poesía y cuyos director y protagonista casualmente estaban en esos momentos en  Cuba. Habían venido con el propósito de presentar su film y de gozar de lo que ellos creían que era un sistema de gobierno nacionalista, progresista y valiente. Porque esa, señores, fue durante muchos años la imagen que el mundo en general tenía de aquel régimen que lleva más de 50 años estrangulando nuestra amada Isla. La protagonista de este film, Karla Chadimova era una encantadora y sencilla muchacha y su director, Weiss, un joven entusiasta que viajaba en compañía de su gran amigo, un maduro, personaje de portentosa personalidad: el escritor Juraj Spitzer.
El hecho de que yo acabara de rodar En la noche y que ellos hubiesen asistido como invitados de honor al "previo"  nos convirtió en amigos y a mí, con frecuencia, en su cicerone.

                                             Yo, Gilberto Álvarez y Gladys Triana en Varadero.
Siempre juntos, Gladys, yo y Gilberto, también pintor e íntimo amigo de aquellos años,  los llevábamos a descubrir una ciudad de La Habana y unas playas que les dejaban conmocionados. Muy pronto comprendimos que el jefe de la manada era aquella especie de oso a medio civilizar;  Juraj .

Nuestra primera cita fue en la piscina del Habana Libre, donde ellos se hospedaban. Estando todo el grupo reunido bajo una sombrilla, y mientras intentábamos mantener una conversación en nuestro francés elemental, ya que aquellos checos no hablaban ni español ni inglés, de pronto Gladys y yo nos sentimos arrebatadas del suelo. Juraj  nos había tomado a cada una bajo un brazo, lanzándose a continuación con su doble carga a la piscina, entre un geiser de espuma y los grititos histéricos  de todos los presentes.
Juraj Spitzer
Así era él de impulsivo. Unos días después, el grupo se había reducido.  Karla y Jeri  habían hallado, por su parte, ese regalo de felicidad que con tanta generosidad ofrece a sus visitantes la isla de Cuba, mayormente en forma de amor. Pero volviendo a nuestro oso, merece la pena que os trasmita algo de lo que él nos narró sobre su agitada vida.

Había nacido en Eslovaquia en 1919, (por favor, no confundir con Checoslovaquia, pues eso le ofendía). Poeta y disidente lideró el levantamiento eslovaco contra los nazis en 1944 y su espíritu libre soportaba muy mal el comunismo que estrangulaba su país. Nos habló del cambio hacia la liberalización que su patria estaba poco a poco experimentando. En su cuerpo llevaba grabadas antiguas heridas de la segunda guerra mundial y en su alma los muchos meses pasados en un campo de concentración nazi. A pesar de su macarrónico francés y del nuestro tan elemental, acabábamos siempre fascinados con sus historias. Su energía, a los 50 años, doblaba en mucho la nuestra, su alegría de vivir era contagiosa y creo poder asegurar que, cada uno de nosotros a su manera, tanto Gladys como Gilberto o como yo, estábamos enamorados de aquel personaje de leyenda.

Ernest Hemingway

Siendo un devoto admirador de Hemingway lo primero que hicimos fue llevarle a la casa del escritor, la Finca la Vigía, ubicada en San Francisco de Paula, a 12 kilómetros de La Habana. Fue maravilloso el infantil entusiasmo que demostró al encontrarse dentro del que había sido el hogar de su ídolo y más aún cuando, paseando por Cojimar, pueblo costero donde el escritor solía acudir a pescar y fuente de su inspiración para “El viejo y el mar”,  tropezó con un anciano que afirmaba haber conocido y tomado más de un ron con Hemingway en el bar cercano.
Cojimar. La pesca del tiburón

Allí, haciendo las labores de traductores simultáneos, pasamos largas horas de aquella tarde. Fue entonces que Juraj pronunció unas palabras premonitorias; “cuando sienta mermar mis facultades físicas o psíquicas, allí en  mi  montaña eslovaca, una escopeta introducida en mi boca y un ligero apretón en el gatillo acabarán limpiamente con los sufrimientos propios y ajenos, tal como hizo mi admirado Hemingway” Aquello, por el paralelismo que guardaba con mi propia idea de la vida, la muerte y el valor del suicidio, se quedó grabado en mi cerebro.
Tanques rusos en Praga



Muchos años después, en los 90 y ya en España, perdido   el contacto con él, supe por un amigo escritor que había visitado Praga y al cual pedí hiciera unas averiguaciones, que las palabras de Juraj no habían sido vanas. Tras la terrible entrada en el país de los tanques del Pacto de Varsovia, había sido arrestado, unos meses después puesto en libertad pero  sus publicaciones o cualquier forma de actividad pública le fueron prohibidas para siempre. Poco más tarde su cuerpo fue hallado sin vida, exactamente como aquella tarde en Cojimar nos describiera. Pero esto ocurrió años después del fatídico 68 y estoy adelantando acontecimientos.

Montañas de Eslovaquia
En el año del que he estado hablando, el 64,  Spitzer venía muy a menudo a ver el espectáculo de Tropicana, por lo general con amigos del ICAIC.  Pero una noche se me presentó solo entre show y show diciendo que teníamos que hablar   con urgencia. Nos dirigimos a la cafetería donde los artistas solíamos pasar los intermedios y, sentados en una mesa, me alargó un sobre en el cual había dos pasajes para Praga y ¡un permiso de salida para mí! “Mañana tengo que irme. No he querido hablar de esto ante nuestros amigos pues es algo muy íntimo y que solo nos incumbe a nosotros. Quiero que  vengas conmigo y he hecho todos los trámites para tu viaje. Alfredo Guevara y algunos miembros del partido me deben favores y he decidido cobrármelos. No sabes lo mucho que te amo y quisiera tener la oportunidad de demostrártelo en mi mundo”, y pasó a describirme las montañas de su Eslovaquia adorada, su cabaña en medio de la nieve, sus emocionantes cacerías y la forma en que, durante meses,  gozaba de total autonomía en su enorme y salvaje reino, en fin, que ni intentándolo hubiese podido ofrecerme un futuro más bello y a la vez más ajeno a mis deseos. Añadámosle a esto que él y yo nunca habíamos tenido relaciones sexuales, que mi alma aún guardaba luto por Homero, que la relación afectiva con mi familia era de hierro galvanizado  y que en mi vida acababan de brotar un sinfín  posibilidades y mi rechazo a su romántica oferta era algo más que inevitable. Con toda la delicadeza que Juraj se merecía pero sin dejar opción a duda alguna rechacé su proposición.  Esta fue nuestra  novelesca historia de amor. Y así fue nuestra definitiva despedida.

Siempre que venía a Cuba algún personaje checo se reanudaba el contacto entre ambos. Tanto Valentina Thielova como Eva Linmanova, actrices invitadas por el gobierno cubano, me trajeron sendos sobres con fotos y se llevaron de vuelta unos similares. Y así siguió siendo, durante un tiempo.

(En el recorte de periódico que se muestra a propósito del homenaje brindado a estas actrices en el escenario de la Cinemateca podéis ver, con un poco de esfuerzo, de izquierda a derecha, a Tete Blanco, a mí, a Norma Martínez, a Valentina , a Eva  y a  la mi querida y bella Mequi Herrera).

Pero volviendo a mi primer film, En la noche; a pesar del entusiasmo puesto por todo el equipo, de la hermosísima fotografía de Jorge Haydú y del interesante argumento, nunca llegó a estrenarse en público. La censura lo consideró de "mensaje político altamente dudoso" y en los archivos del ICAIC envejeció sin pena ni gloria. Solo muchos años más tarde, aquí en España y en la Casa de América, tuve  la oportunidad de verlo completo. Pastor Vega y su mujer, Daisy Granados, habían conseguido  una copia y el permiso para presentarla en Madrid.  Fue  emocionante, sentada junto a Pastor, a Daisy, a Roberto Fandiño y a Manuel Pereiro, grandes amigos, revivir aquellos momentos que, paradojas de la vida, ahora nos parecían a todos llenos de esa pletórica felicidad tan fácil de confundir en el recuerdo con la simple y sencilla juventud.



           Manuel Pereiro                      Daisy Granados           Pastor Vega             Roberto Fandiño



Próximo capítulo. Al fin, años de bienes (Tercera parte. Desarraigo.)



4 comentarios:

  1. Ayer volví a ver, después de más de 40 años, la película "Memorias del subdesarrollo" y preguntandome quien es aquella hermosa actriz que hace el papel de esposa de Sergio, he llegado a este blog.
    Comencé a ojearlo y me atrapó de tal forma, que lo leí de cabo a rabo.
    Soy cubano y también viví esa época que tan bellamente describes en estos post autobiográficos, con los que rememoré muchos lugares y personajes casi olvidados.
    Muchas gracias por compartir tus experiencias. Muchos incrédulos aqui en España, esclarecerían sus ideas sobre la "revolución cubana" si lo leyeran y tuvieran esa información de primera mano, sobre lo que era La Habana antes de 1959.
    !Hay Yolanda¡ si vieras hoy la playa de la Concha, el dolor que sentirías sería aun mayor que el del accidente que sufriste en ese lugar.
    Felo.

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    1. Amigo Felo, gracias por tu comentario, no te imaginas lo que se agradece que alguien se enganche a tu carro, a tus memorias, y más aún si es con la empatía de cosas compartidas. Espero seguir interesándote en los capítulos futuros. Un gran abrazo
      Yolanda

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  2. Querida Yolanda,
    Mucho te agradezco que hayas tomado el tiempo para escribir tu blog. Yo tambien acabo de ver de nuevo "Memorias..." por primera vez desde 1968. Me da alegria que no se te olviden los nombres, las situaciones, la historia. Es fantastico que hayas podido conservar tantas fotos valiosas del pasado. Eres un testigo privilegiado de aquella epoca y de los personajes que la habitaban. Yo solo te vi en persona una sola vez, poco despues del estreno de Memorias..., pero me hiciste muy buena impresion en todo sentido (yo tenia 18 anos) Como si tu talento como actriz y tu magnetismo personal fuese poco, siempre has sido muy especialmente atractiva. Gracias de nuevo por todo.

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