“Sé
que eres Yolanda Farr, te he visto en Tropicana y quisiera proponerte algo, ¿te
gustaría hacer cine? Estoy preparando un medio metraje y desearía que fueses la
protagonista junto a Juan Cañas. Si te interesa, búscame mañana temprano en el
ICAIC y te daré más detalles.” Estas fueron las sorprendentes palabras que me
dirigió aquel muchacho en el patio de butacas de la Cinemateca de La Habana. Su
nombre era Pastor Vega y el film que me ofrecía era En la noche. Por supuesto acepté la propuesta. A pesar de lo que
significaba tener que rodar cada día al terminar mi trabajo en Tropicana, es
decir de madrugada, el cine había sido una asignatura pendiente para mí. El director
consideraba que yo era la persona idónea y el resto del equipo aceptaba las
incomodidades de trabajar a esas horas intempestivas, ¿qué más se podía pedir? Fue algo agotador para todos y el tiempo
rendía poco ya que la trama transcurría en la noche habanera y casi siempre en
exteriores. Así que trabajábamos contra reloj. Pero éramos tan jóvenes y
entusiastas que, al llegar los hermosos amaneceres cubanos y tener que
desmontar el equipo de rodaje, nuestro entusiasmo por la labor realizada era
muy superior a nuestro agotamiento. Huelga decir que durante los días de
filmación yo no conseguí dormir más de tres horas diarias.
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Alfredo Guevara director del ICAIC.1964 |
Pero
todo aquel esfuerzo y sacrificio habían quedado olvidados aquella noche de noviembre
en la Cinemateca, con la presencia de Pastor Vega y su esposa, Daisy Granados, Juan
Cañas, el director del ICAIC, Alfredo Guevara,
amigos del alma como Gladys Triana, Gilberto Álvarez, Sergio Salom y
José Urfé, mi hermana de chocolate, Lucy, con su reciente esposo, Tomás y el
grupo en pleno de mis bardos. Ahí estaban también ellos, Felo Bergaza con sus azules canas, Don Mario
Luque, aquel entrañable anciano, presidente del Ateneo de Marianao, que me había apadrinado en mis momentos más
negros, las orgullosas “Pfarry Sisters” y un Arsenio henchido de satisfacción,
en fin la flor y nata de los moradores de mi corazón, aguardando que las luces se apagaran y mi
imagen “hiperdimensionada” ocupara todo el ámbito de la pantalla. ¡Qué noche
inolvidable! ¡Qué impresión observar en el celuloide a aquella mujer tan diferente a la que yo veía reflejada
en mi espejo hogareño! La cuestión es que al finalizar la proyección todo
fueron felicitaciones y buenos augurios, incluso de algunas
personas que, tiempo atrás, me habían negado sin misericordia
hasta el saludo.
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La Cinemateca |
Diletantes e intelectuales solían reunirse en aquella Cinemateca que Héctor García Mesa
había fundado en el año 1960 con el estreno en Cuba de El acorazado Potemkin.
Más de una “escaramucilla” me toco vivir en esa sala emblemática. En una
ocasión, mientras esperábamos el comienzo de una proyección, ya sentados pero
con las luces aún encendidas, noté que,
viniendo del asiento de atrás, algo me
golpeaba suavemente en las pantorrillas y oí una voz que me decía quedamente,
“pásalo”. Con todo sigilo recogí "el
testigo" y tras darle una ojeada lo pasé a la butaca
delantera.
Era el más reciente LP de los Beatles, A Hard Days Night, cuya posesión y escucha estaban archi prohibidas.
Aunque no lo creáis, aquel era el tremendo objeto subversivo causante de tanto
sigilo. En otra ocasión, ante la orden de exhibir cierta película a puertas
cerradas, la muchedumbre rompió las cristaleras de la entrada como protesta.
Ese día por fortuna yo no estaba presente pero cuentan que fueron muchos los lesionados
y los detenidos.
En
los años 60 se había iniciado en Checoslovaquia un moderado movimiento de aperturismo
político que, se vio reflejado en su cine. Aquel momento creativo fue
denominado “la nueva ola”. Grandes directores, la mayoría de los cuales, comenzando por Milos Forman, acabarían exiliándose y trabajando en EE.UU. Hermosas películas nacieron en
aquellos años anteriores a que las tropas del Pacto de Varsovia, en agosto del 1968, aplastaran
con brutalidad la “primavera de Praga”. Con la estricta prohibición de exhibir películas
norteamericanas, en Cuba tan solo podíamos visionar films europeos y, sobre
todo, aquellos rodados en la Europa de Este. Entre mis preferidos estaban los suecos de Ingmar Bergman, y en segundo lugar los checos, como
por ejemplo El helecho de oro, de
Jiri Weiss, una película llena de poesía y cuyos director y protagonista casualmente
estaban en esos momentos en Cuba. Habían
venido con el propósito de presentar su film y de gozar de lo que ellos creían que
era un sistema de gobierno nacionalista, progresista y valiente. Porque esa,
señores, fue durante muchos años la
imagen que el mundo en general tenía de aquel régimen que lleva más de 50 años estrangulando
nuestra amada Isla. La protagonista de este film, Karla Chadimova era una
encantadora y sencilla muchacha y su director, Weiss, un joven entusiasta que
viajaba en compañía de su gran amigo, un maduro, personaje de portentosa personalidad: el
escritor Juraj Spitzer.
El
hecho de que yo acabara de rodar En la
noche y que ellos hubiesen asistido como invitados de honor al "previo" nos convirtió en amigos y a mí, con frecuencia,
en su cicerone.
Yo, Gilberto Álvarez y Gladys Triana en Varadero.
Siempre juntos, Gladys, yo y Gilberto, también pintor e íntimo amigo de aquellos años, los llevábamos a descubrir una ciudad de La
Habana y unas playas que les dejaban conmocionados. Muy pronto comprendimos que
el jefe de la manada era aquella especie de oso a medio civilizar; Juraj .
Nuestra
primera cita fue en la piscina del Habana Libre, donde ellos se hospedaban. Estando
todo el grupo reunido bajo una sombrilla, y mientras intentábamos mantener una
conversación en nuestro francés elemental, ya que aquellos checos no hablaban ni español
ni inglés, de pronto Gladys y yo nos sentimos arrebatadas del suelo. Juraj nos había tomado a cada una bajo un brazo, lanzándose a continuación con su doble carga a la piscina, entre un geiser de espuma y los grititos histéricos de todos los presentes.
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Juraj Spitzer |
Así era él de impulsivo.
Unos días después, el grupo se había reducido. Karla y Jeri habían
hallado, por su parte, ese regalo de felicidad que con tanta generosidad ofrece a sus visitantes la
isla de Cuba, mayormente en forma de amor. Pero volviendo a
nuestro oso, merece la pena que os trasmita algo de lo que él nos narró sobre su
agitada vida.
Había
nacido en Eslovaquia en 1919, (por favor, no confundir con Checoslovaquia,
pues eso le ofendía). Poeta y disidente lideró el levantamiento eslovaco contra
los nazis en 1944 y su espíritu libre soportaba muy mal el comunismo que
estrangulaba su país. Nos habló del cambio hacia la liberalización que su patria
estaba poco a poco experimentando. En su cuerpo llevaba grabadas antiguas
heridas de la segunda guerra mundial y en su alma los muchos meses pasados en
un campo de concentración nazi. A pesar de su macarrónico francés y del nuestro tan elemental,
acabábamos siempre fascinados con sus historias. Su energía, a los 50 años, doblaba en mucho la nuestra, su alegría de vivir era contagiosa y creo
poder asegurar que, cada uno de nosotros a su manera, tanto Gladys como
Gilberto o como yo, estábamos enamorados de aquel personaje de leyenda.
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Ernest Hemingway |
Siendo
un devoto admirador de Hemingway lo primero que hicimos fue llevarle a la casa
del escritor, la Finca la Vigía, ubicada en San Francisco de Paula, a 12
kilómetros de La Habana. Fue maravilloso el infantil entusiasmo que demostró al
encontrarse dentro del que había sido el hogar de su ídolo y más aún cuando,
paseando por Cojimar, pueblo costero donde el escritor solía acudir a pescar y
fuente de su inspiración para “El viejo y el mar”, tropezó con un anciano que afirmaba haber
conocido y tomado más de un ron con Hemingway en el bar cercano.
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Cojimar. La pesca del tiburón |
Allí, haciendo las labores de traductores simultáneos, pasamos largas horas de aquella tarde. Fue entonces que Juraj pronunció unas palabras premonitorias; “cuando sienta mermar mis facultades físicas o psíquicas, allí en mi montaña eslovaca, una escopeta introducida en mi boca y un ligero apretón en el gatillo acabarán limpiamente con los sufrimientos propios y ajenos, tal como hizo mi admirado Hemingway” Aquello, por el paralelismo que guardaba con mi propia idea de la vida, la muerte y el valor del suicidio, se quedó grabado en mi cerebro.
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Tanques rusos en Praga |
Muchos años después, en los 90 y ya en España, perdido el contacto con él, supe por un amigo escritor que había visitado Praga y al cual pedí hiciera unas averiguaciones, que las palabras de Juraj no habían sido vanas. Tras la terrible entrada en el país de los tanques del Pacto de Varsovia, había sido arrestado, unos meses después puesto en libertad pero sus publicaciones o cualquier forma de actividad pública le fueron prohibidas para siempre. Poco más tarde su cuerpo fue hallado sin vida, exactamente como aquella tarde en Cojimar nos describiera. Pero esto ocurrió años después del fatídico 68 y estoy adelantando acontecimientos.
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Montañas de Eslovaquia |
En
el año del que he estado hablando, el 64, Spitzer venía muy a menudo a ver el
espectáculo de Tropicana, por lo general con amigos del ICAIC. Pero una noche se me presentó solo entre show y
show diciendo que teníamos que hablar con urgencia. Nos dirigimos a la
cafetería donde los artistas solíamos pasar los intermedios y, sentados en una
mesa, me alargó un sobre en el cual había dos pasajes para Praga y ¡un permiso
de salida para mí! “Mañana tengo que irme. No he querido hablar de esto ante
nuestros amigos pues es algo muy íntimo y que solo nos incumbe a nosotros.
Quiero que vengas conmigo y he hecho todos los trámites para tu viaje. Alfredo
Guevara y algunos miembros del partido me deben favores y he decidido cobrármelos. No
sabes lo mucho que te amo y quisiera tener la oportunidad de demostrártelo en
mi mundo”, y pasó a describirme las montañas de su Eslovaquia adorada, su cabaña
en medio de la nieve, sus emocionantes cacerías y la forma en que, durante
meses, gozaba de total autonomía en su enorme y salvaje reino, en fin, que
ni intentándolo hubiese podido ofrecerme un futuro más bello y a la vez más ajeno a mis deseos.
Añadámosle a esto que él y yo nunca habíamos tenido relaciones sexuales, que mi
alma aún guardaba luto por Homero, que la relación afectiva con mi familia era
de hierro galvanizado y que en mi vida
acababan de brotar un sinfín posibilidades y mi rechazo a su romántica oferta era algo más que inevitable. Con
toda la delicadeza que Juraj se merecía pero sin dejar opción a duda alguna rechacé su proposición. Esta fue nuestra novelesca historia de amor. Y así fue
nuestra definitiva despedida.
Siempre
que venía a Cuba algún personaje checo se reanudaba el contacto entre ambos.
Tanto Valentina Thielova como Eva Linmanova, actrices invitadas por el gobierno
cubano, me trajeron sendos sobres con fotos y se llevaron de vuelta unos
similares. Y así siguió siendo, durante un tiempo.
(En el recorte de periódico
que se muestra a propósito del homenaje brindado a estas actrices en el
escenario de la Cinemateca podéis ver, con un poco de esfuerzo, de izquierda a
derecha, a Tete Blanco, a mí, a Norma Martínez, a Valentina , a Eva y a la mi querida y bella Mequi Herrera).
Pero
volviendo a mi primer film, En la noche;
a pesar del entusiasmo puesto por todo el equipo, de la hermosísima fotografía de
Jorge Haydú y del interesante argumento, nunca llegó a estrenarse en público.
La censura lo consideró de "mensaje político altamente dudoso" y en los archivos
del ICAIC envejeció sin pena ni gloria. Solo muchos años más tarde, aquí en
España y en la Casa de América, tuve la oportunidad de verlo completo.
Pastor Vega y su mujer, Daisy Granados, habían conseguido una copia
y el permiso para presentarla en Madrid. Fue emocionante, sentada junto a Pastor,
a Daisy, a Roberto Fandiño y a Manuel Pereiro, grandes amigos, revivir
aquellos momentos que, paradojas de la vida, ahora nos parecían a todos llenos de
esa pletórica felicidad tan fácil de confundir en el recuerdo con la simple y
sencilla juventud.
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Manuel Pereiro Daisy Granados Pastor Vega Roberto Fandiño
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Próximo capítulo.
Al fin, años de bienes (Tercera parte. Desarraigo.)
Ayer volví a ver, después de más de 40 años, la película "Memorias del subdesarrollo" y preguntandome quien es aquella hermosa actriz que hace el papel de esposa de Sergio, he llegado a este blog.
ResponderEliminarComencé a ojearlo y me atrapó de tal forma, que lo leí de cabo a rabo.
Soy cubano y también viví esa época que tan bellamente describes en estos post autobiográficos, con los que rememoré muchos lugares y personajes casi olvidados.
Muchas gracias por compartir tus experiencias. Muchos incrédulos aqui en España, esclarecerían sus ideas sobre la "revolución cubana" si lo leyeran y tuvieran esa información de primera mano, sobre lo que era La Habana antes de 1959.
!Hay Yolanda¡ si vieras hoy la playa de la Concha, el dolor que sentirías sería aun mayor que el del accidente que sufriste en ese lugar.
Felo.
Amigo Felo, gracias por tu comentario, no te imaginas lo que se agradece que alguien se enganche a tu carro, a tus memorias, y más aún si es con la empatía de cosas compartidas. Espero seguir interesándote en los capítulos futuros. Un gran abrazo
EliminarYolanda
que maravilla
EliminarQuerida Yolanda,
ResponderEliminarMucho te agradezco que hayas tomado el tiempo para escribir tu blog. Yo tambien acabo de ver de nuevo "Memorias..." por primera vez desde 1968. Me da alegria que no se te olviden los nombres, las situaciones, la historia. Es fantastico que hayas podido conservar tantas fotos valiosas del pasado. Eres un testigo privilegiado de aquella epoca y de los personajes que la habitaban. Yo solo te vi en persona una sola vez, poco despues del estreno de Memorias..., pero me hiciste muy buena impresion en todo sentido (yo tenia 18 anos) Como si tu talento como actriz y tu magnetismo personal fuese poco, siempre has sido muy especialmente atractiva. Gracias de nuevo por todo.