sábado, 7 de junio de 2014

Instantánea 120 - Una mente desequilibrada.


Foto Jesús Alcántara

Siempre que he de contar alguna experiencia negativa  con un compañero o compañera de profesión, la pantalla de mi ordenador se desdibuja ante mis ojos, el teclado se rebela bajo mis dedos como intentando disuadirme. Pero debo luchar contra mi renuencia, ya que mi propósito ha sido siempre haceros partícipes, queridos lectores,  de mis más significativas vivencias. Buenas o malas.  Son muchas, muchísimas las maravillosas personas con las que me he topado en esta profesión. Y de ellas he hablado sin escatimar halagos. He vivido momentos gloriosos sobre un escenario y aunque algunos lo han sido menos, en ningún caso, en ninguno, un conjunto de hechos se habían aliado para hacer que mi trabajo sobre las tablas se convirtiese en lo más parecido a un infierno. Parecía que el accidente de Elisenda Ribas hubiese hecho caer sobre Hay motín, compañeras  una maldición cuyo punto álgido estuviese asentado sobre mi cabeza. 

Yo, Alfredo Alba, Gemma Cuervo y A. Soriano

Desde el mismo momento en que reiniciamos los ensayos, el peso de la tragedia vivida, la inseguridad sobre la supervivencia de nuestra compañera, que continuaba en la UCI en estado crítico, nos sumía en una brumosa sensación de angustia, alimentada aun más por los dramáticos textos sobre los que cada día debíamos trabajar, es decir las tristes historias de aquellas reclusas. Sin duda todo colaboró en crear el mal ambiente que reinaba desde el primer día.

Pero como se suele decir sabiamente, “comencemos por el comienzo”.

La mañana en la que Ángel García Moreno, nuestro director y productor, nos citó a Eva, Elena, Elisenda, Pepa, Elvira, Alfredo, Ana y a mí para tener nuestra primera reunión de compañía, tras los abrazos y saludos de rigor, nos dimos cuenta de que faltaba la que creíamos sería nuestra primera actriz: la encantadora María Luisa Merlo.

Alberto Miralles

Todos pensábamos que para ella sería ese papel de vanidosa y superficial periodista de la prensa amarilla que tan bien había dibujado el autor Alberto Miralles, así que las palabras de Ángel nos dejaron de piedra: María Luisa no estaría con nosotros porque le había salido una importante serie en televisión, algo que ningún actor puede darse el lujo de rechazar. En su lugar vendría Gemma Cuervo, una mujer con un gran currículo pero a la que últimamente no se veía ni en la pantalla ni sobre los escenarios.  Entonces nuestro director nos informó del porqué de esas ausencias. “Gemma está pasando por un momento muy malo. Su separación de Fernando Guillén, su marido y compañero teatral durante tantos años, la ha desquiciado hasta tal punto que se ha vuelto conflictiva y la gente de la profesión prefiere prescindir de ella. Como es mi amiga  desde hace años, he decidido darle esta oportunidad de demostrar al público y a los empresarios que  aún está en  forma. Solo os suplico que tengáis paciencia,  mimándola y apoyándola en todo lo posible para que recobre la seguridad en sí misma”. Aquello conmovía pero también asustaba bastante. Estar obligados a tener una condescendencia excesiva con un compañero, aparte de la lucha que entrañaba trabajar nuestros áridos textos en el escaso mes que tendríamos de ensayos, nos parecía una labor demasiado ardua. Pero como es natural, acatamos las órdenes del director. Mis amigas Eva, Elena, Pepa, Elisenda y yo estábamos seguras de que nuestra piña podría superar cualquier exagerado divismo o cualquier salida de tono de la actriz.


Yo, Elvira Travesi, Gemma Cuervo y Karola Eskarola

Siendo los papeles de Gemma y el mío  igual de protagónicos, durante esas agudas controversias que nuestros personajes sostenían, en las cuales el autor dejaba clara la superficialidad de la periodista y la acre pero profunda filosofía de la presa, estaba marcado que yo fuese la parte dominante y ella acabase siendo la dominada. Pero, como si ni siquiera se hubiese leído la obra, la diva se negaba a aceptar esas posiciones. Continuamente interrumpía nuestros diálogos pretextando que se sentía incómoda, llegando un día a decirle al director, ante toda la compañía, que no podía tolerar que yo la agrediera de esa manera. Es decir, YO, no mi personaje. Todos intentamos, convencerla de que su enemiga no era Yolanda Farr sino el personaje que interpretaba. No había manera de hacérselo entender. Hasta que un día durante el ensayo aseguró, a gritos descompuestos, en un absurdo brote de histeria, que no estaba dispuesta a trabajar con alguien que la humillaba en escena. Ese desvarío ya me resultó imposible de tolerar y anuncié que me despedía de inmediato. Aquello fue la hecatombe. Ángel me suplicaba entre sollozos que cambiase de opinión, alegando que él estaba encantado con mi trabajo, y además que a esas alturas sería imposible  sustituirme.


Karola Eskarola, Eva Higueras, yo y Pepa Sarsa
Las compañeras me intentaban calmar recordándome las palabras de advertencia de García Moreno el día de nuestra primera reunión.  Alegaban que si yo me iba ellas harían lo mismo y que perderían el trabajo y el esfuerzo invertido hasta el momento. En fin que entre todos lograron domeñar mi amor propio y me rendí. Continuaría con Hay motín soportando la tortura a la que el injusto y desordenado comportamiento de Gemma me sometía. Como comprenderéis, ese ensayo se suspendió y todos marchamos por nuestro lado con la aguda desazón que esos altercados suelen dejar en el alma.

Karola Eskarola y yo


Pero aquella noche recibí una llamada sorprendente. Mi “enconada enemiga” me pedía  perdón por su comportamiento. Con voz acongojada me aseguró que estaba pasando por una etapa de descontrol y de depresión que le obnubilaba el  juicio, que estimaba en mucho mi trabajo y llegó a confesarme que, en algunas ocasiones, había recurrido al viejo truco de cortar una escena utilizándome de pretexto  porque en realidad lo que le sucedía era que no recordaba sus lineas. Al parecer, debido a su estado, no lograba retener en su memoria los textos.  Mi respuesta fue que pasáramos página intentando, de ese momento en adelante, tener bien claras las diferencias entre mi furioso personaje y Yolanda Farr, su compañera y admiradora. Sus confesiones y excusas me habían conmovido.





Y así, entre conatos de agresividad, que al parecer le resultaban imposibles de contener, y posteriores disculpas, llegamos al estreno de Hay motín, compañeras en el Teatro Fígaro. Esto sucedía a principios de junio. A pesar de excelentes críticas para pieza y autor, buenas para toda la compañía y tal vez las mejores de mi vida para mi trabajo  el público rechazó de plano un tema tan árido y nos negó su apoyo.

No puedo quitarme de la cabeza que algo maléfico se cernió sobre la obra desde el principio, arrebatándoles su gran oportunidad a unos textos y a un tema que merecían mucha mejor fortuna, y privando a los actores del disfrute de una buena labor y de un largo tiempo de trabajo.

Para terminar esta narración os contaré que Gemma jamás llegó a aprenderse los diálogos y que todos nos dedicábamos cada día a sacarla de los “jardines” en los que se metía. Así fue hasta la última representación. Sin duda en algún momento posterior la Cuervo salió del oscuro pozo en el que se encontraba pues. cuando le otorgaron un papel de continuidad en una serie televisiva. lo  realizó con gran eficiencia y eso reverdeció sus laureles. De lo cual con toda sinceridad me alegré.

No sé qué recordará ella de aquella infortunada experiencia en Hay motín, pero por desgracia yo nunca podré olvidar qué convirtió mi mayor placer, la actuación,  en una diaria tortura.

Para calmar a alguno de sus admiradores a quien mis palabras puedan ofender he de repetir que mi única intención en este blog es contar anécdotas de mi vida y que cada una de mis historias es hija legítima de una experiencia puntual. Y sobre todo no olvidemos la gran verdad que se esconde tras el famoso dicho “cada cual habla de la feria según le va en ella”.

ADJUNTO.

El príncipe Felipe y su padre
el Rey Don Juan Carlos I

España está de nuevo en ebullición.

El día 2 de junio del presente, año 20014,  Juan Carlos I, rey de España durante 39 años, frente a todas las televisiones del país y ante la  total sorpresa del pueblo, declaró su intención irrevocable de abdicar en su hijo Felipe de Borbón. Pero sin duda de este hecho ya tenéis cumplida información. Así que me limitaré a aportaros pequeños pero importantes datos sobre la situación política española en estos momentos.

El partido de Izquierda Unida, tiene convocada una manifestación oficial en Madrid para exigir un referéndum en el cual la ciudadanía opine sobre el Modelo de Jefatura del Estado que desea seguir.

Aunque los dos grandes partidos. PP, Partido Popular  y PSOE, Partido Socialista Obrero Español, aseguran apoyar el cambio y piden que sea sin “revuelta ni rebelión”, otros como el catalán Esquerra Republicana, que sigue reclamando la independencia, y el partido Nacionalista Vasco, que ha anunciado abstenerse en opinar sobre el relevo,  revuelven las aguas con objeciones a la continuidad en España de nuestra Monarquía Parlamentaria.

Pablo Iglesias

Pero en mi opinión no son estos grandes partidos a  los que más hay que temer. La súbita aparición en el panorama político de Pablo Iglesias y su partido Podemos, que sorprendentemente obtuvo 5 escaños en las recientes elecciones para el Parlamento Europeo, es algo inquietante.

Este personaje, profesor universitario y de gran popularidad, ha llegado a crear "palabros" como “empoderamiento”, y giros como “casta”, en referencia al régimen y a un sector conservador o elitista de la población, que han calado en un pueblo seguidor de sus discursos en un principio callejeros y ahora televisivos. Su intención es levantar al pueblo en contra de lo establecido, siguiendo el estilo de sus referentes políticos como Hugo Chávez y Fidel Castro. Confieso que ese hombre, con su poder de instigar a las  masas, me asusta. Prometer al proletariado la solución de todos sus problemas me parece una falacia demasiado tentadora para muchos cándidos oídos.

Como en mi adolescencia tuve la dudosa suerte de vivir una situación semejante en Cuba, los “brillantes oradores”,  los “hacedores de milagros”, es decir, los demagogos  me aterran. En fin, veremos cómo reacciona el país ante esta coyuntura altamente conflictiva.


Próximo capítulo. "Hogar, dulce hogar".


3 comentarios:

  1. Respecto a Gemma, tuvo lugar que ser insoportable. Bastante hicisteis por ella, sacándola de jardines, olvidos e histerias. En fin, todos tenemos altibajos.
    En referencia a Pablo Iglesias, a mí no me gusta su discurso ambiguo, patriota pero independentista según le interesa. Incluso conciliador con lo inconciliable: Chávez, Castro, el terrorismo, etc. Ahora bien, yo creo que no hay que tener miedo a un demócrata, y Pablo Iglesias lo es más que Rajoy, Sánchez y otros. A mí me da más grima la corrupción del PP, PSOE y CiU. Esos si que asustan.
    Y gracias de nuevo por compartir con los profanos las interioridades de tu bello arte y profesión.
    Emilio

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    1. Confieso, Emilio, que todo lo que se refiere a la política, o mejor dicho a los políticos, me da grima. Demasiados fraudes he visto y desilusiones sufrido, Pero el caso de Iglesias me toca de una manera especial pues me recuerda demasiado a un personaje que rompió mi corazón y el de muchísimos miles de personas que creímos ciegamente en él y sus promesas: Fidel Castro. Perdóname que prefiera "malo conocido que peor por conocer". No me fío nada en alguien que promete al pueblo cosas
      inviables. Pero sobre todo, y de corazón, gracias por compartir conmigo tus opiniones.

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  2. Lo entiendo perfectamente, Yolanda: experiencias pasadas nos ponen en guardia frente a experiencias futuras. Pero creo que por mucho que vocifere un político, sabe que, si adopta posturas caducas y anacrónicas, su carrera política no pasará de posibilismo utópico. Por tanto se descafeinará su discurso, sin duda.
    Gracias por estar en desacuerd de una manera tan franca y cordial.
    Un abrazo. Emilio.

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