sábado, 4 de enero de 2014

Instantánea 104 - Las mujeres toreras





1988 comenzaba para mí con un prometedor regreso a las grandes pantallas. El director Roberto Bodegas me ofreció un interesante papel en su próxima película, Matar al Nani,  basada en un hecho real;  la vida delictiva de Santiago Corella. El  joven ladrón de joyerías contaba en sus fechorías con la demostrada complicidad de altos mandos de la policía a pesar de lo cual,   tras una rutinaria detención, desapareció tan misteriosamente que persona alguna  volvió a saber de él.


Roberto Bodegas
El guión se atrevía a mostrar el turbio submundo policial  y era una brutal crítica a los cuerpos de seguridad del estado de principios de los ochenta. El protagonista del film fue un encantador muchacho francés, Frédéric Deban, con el cual compartí casi todas mis escenas, incluida esa inevitable violación que desde hacía años me perseguía en el cine.

El rodaje estuvo llenó de interrupciones y obstáculos organizados, de forma solapada, por la policía. Pero Bodegas, haciendo uso de un tesón y valentía admirables, logró finalizar una película que se convirtió en vibrante alegato contra la injusticia institucionalizada. En cuanto a Frédéric y a nuestra escabrosa escena, he de decir que el muchacho sufrió casi más que yo durante el rodaje.


Cartel de Matar al Nani
con Frédéric Deban
Al finalizar cada toma, con cara compungida y en su delicioso francés, me pedía perdón con una actitud tan tierna y sincera que me hacía casi olvidar el mal rato de estar desnuda, rodeada de técnicos, forzosamente vapuleada por mi violador y, para colmo, pasando frío. Cosas que hube de soportar durante toda una jornada de rodaje. Y para finalizar esta parte dedicada a Matar al Nani, os contaré que, al día siguiente de mi "violación" recibí en  casa un ramo de flores con una nota que decía; Je me excuse, Yolanda. Vous ete une grande dame. Frédéric. 

En mi hogar todo iba  bien. Mamá, con su entereza tantas veces demostrada, superaba la minusvalía desenvolviéndose cada vez mejor con su andador o taca-taca, lo cual me animó a volver a los escenarios. Un día Enrique Cornejo, empresario con el cual había trabajado ya en varias ocasiones, me pidió  que le hiciera un favor; que sustituyera a Paca Gabaldón en Entre mujeres, obra  de Santiago Moncada  dirigida por Jesús Puente, ese gran actor con el que había rodado en el año 84 Violines y Trompetas. A Paca le acababa de surgir una oferta más interesante y estaba a punto de dejar a Cornejo y a la compañía colgados, cosa que no solíamos hacer los actores, pero que de vez en cuando ocurría en esta profesión tan variopinta. Más que nada por amistad accedí a su petición.  A los actores siempre nos resultan ingratas las sustituciones ya que las comparaciones son siempre nefastas. 



Programa de mano de Entre mujeres.
Fotos Jesús Alcántara

La función contaba la historia de cinco amigas, compañeras de estudios, que volvían a reunirse 25 años después de su graduación. Cada una había seguido un camino divergente, lo cual aportaba a la acción enfrentamientos que amenizaban la trama. El autor  logró plasmar, de forma descarnada,  el mundo femenino, íntimo, extravagante, contradictorio a veces y siempre  fascinante. Las actrices éramos Julia Trujillo, yo, Inés Morales, Esther Gala y Sara Mora.


De izquierda a derecha, Esther Gala,  Julia Trujillo, yo y Sara Mora en Entre mujeres

Mi personaje era de un marcado dramatismo; una famosa escritora que, tras grandes luchas internas, había llegado a confesar su condición de lesbiana. La fuerza de aquella mujer, su heroico enfrentamiento con la sociedad me inclinaron a utilizar en sus contundentes parlamentos un tono de voz bastante más grave y potente del mio normal. Pero aquella virguería le ocasionó a mi garganta un problema tan serio que me vi obligada a abandonar  la compañía antes de que el asunto se convirtiera en algo irreversible.  Ay, la  garganta, hipersensible pieza de esa “perfecta máquina” en la cual nos mandan a este mundo, pero sin darnos el libro de instrucciones. 

Ese incidente me dejó bien claro que nadie puede jugar impunemente con su tesitura. Error que no he vuelto a cometer. Por fortuna una estupenda logopeda, en cuyas manos tuve la suerte de caer, solucionó la peligrosa distensión de las cuerdas vocales que estuvo a punto de causarle daños irreparables a mi carrera.


Sabía que el reposo y la rehabilitación eran las dos únicas cosas que me salvarían de una afección crónica, así que, tras despedirme de la compañía, para evitar cualquier tipo de tentación me pasé treinta días sin casi salir de casa y aferrada a una libreta en la cual apuntaba cada palabra que mi rebelde garganta pretendía pronunciar. Y gracias a mis cuidados, en septiembre del mismo año, pude estrenar Ancha es Castilla, (Ginestiada), una deliciosa comedia escrita por la también actriz Isabel Hidalgo.

Aquella fue una maravillosa experiencia pues las cuatro actrices y el actor que componíamos el reparto habíamos logrado esa conexión artística y humana, en escena y fuera de ella, que convierte este trabajo en algo extraordinariamente placentero. Inés Morales, con la cual realizara mi anterior trabajo en Entre mujeres, Isabel Hidalgo, Alicia Tomás y Manuel Aguilar formábamos el entusiasta elenco de la obra. El argumento versaba sobre cuatro hermanas y un hermano que se reunían cada año para celebrar la Navidad y para ponerse al tanto los unos de los otros, ya que cada cual vivía en un país distinto. Aunque el formato fuese similar al de Entre mujeres, la autora de esta pieza escogió desarrollar la trama en tono de  simpática comedia, lo cual fue un acierto.



De izquierda a derecha con Isabel Hidalgo, con Alicia Tomás y con Inés Morales

Con la garganta en buenas condiciones tras el reposo y  los diarios ejercicios vocales, disfruté de aquella puesta en escena como en las mejores ocasiones. Inés, a la que yo introduje en la compañía,  era una  bella mujer, amiga y compañera desde hacía años, Isabel, como ya dije autora y actriz, resultó una persona encantadora, Manuel Aguilar era un muchacho dulce y entusiasta pero mi gran descubrimiento fue Alicia Tomás.


Portada de Alicia Tomás en Pronto


Alicia, bella vedette de finales de los sesenta, antes de decidirse por la comedia había sido una de las pocas mujeres toreras de España. La narración de sus experiencias frente al toro y el vigor que de ella emanaba convertían su compañía en algo  estimulante y divertido. A pesar de mi rechazo al mundo taurino y a todo lo que pienso tiene de cruel y sangriento, las charlas con ella eran una fuente inagotable de información.  De su boca supe  la ancestral lucha femenina por vencer esa renuencia general a admitir mujeres en los ruedos.

Según me contó, la primera torera de la que se tenía constancia era Francisca García, a la que muchos escritos situaban en 1774.



 Nicolasa Escamilla. Grabado de Goya.

En 1816 Francisco de Goya inmortalizaría a Nicolasa Escamilla en el grabado número 22 de su serie La Tauromaquia y en 1882 Gustavo Doré haría lo mismo, dedicando a Teresa Bolín uno de sus hermosos grabados.

 Teresa Bolín. Grabado de Doré.





A mediados  del siglo XIX aparecieron varias cuadrillas de toreras, por ejemplo la de Marina García y la de las Noyas.  Puesto que los hombres se negaban a compartir cartel con ellas, las féminas decidieron formar pequeños grupos y crear sus propios espectáculos, llegando a tener un gran  éxito.

Pero en junio del 1908, Juan de la Cierva, ministro del gobierno de Antonio Maura, dictaba una Real Orden prohibiendo a las mujeres tomar parte en corridas de toros. Esto desveló un curioso caso de travestismo dentro de la tauromaquia; María Salomé, durante años supuesta torera, confesó su auténtica identidad masculina con el fin de poder seguir toreando. Agustín era el verdadero nombre de ese precursor del tranvestismo.


Cuadrilla de Las Noyas

La mencionada orden estuvo en vigor hasta ser abolida por la Segunda República Española, en el año 1934, dando esto lugar a que surgieran grandes figuras, siendo tal vez Juanita de la Cruz la más señalada. Por desgracia para estas aguerridas mujeres el veto reapareció a la llegada del fascismo.


Juanita de la Cruz
Aunque de forma solapada, a finales de los 60 algunas mujeres volvieron a aparecer por los cosos taurinos, entre otras Rosarito de Colombia, Alicia Tomás, mi compañera de teatro en aquellos momentos y trasmisora de toda esta jugosa información y Ángela Hernández, seguramente la que se tomaba su profesión con más seriedad,  ya que, gracias a su tenaz lucha en los juzgados, consiguió, en el 74, que se publicara una orden ministerial autorizando de nuevo el toreo femenino.




Ángela Hernández

Me he extendido en esta información tan solo por lo que tiene de significativo ese veto, esta reiterada discriminación, en un campo o en otro,  de la que suele ser victima la mujer. Pero no continuaré la historia de mi vida hasta dejar firme constancia de mi absoluto rechazo al toreo en si.

Y ya dicho esto, paso a narraros las circunstancias en las que recibí, aquel año 88, un inesperado regalito desde Cuba.



Una fría madrugada de finales de noviembre, el insistente timbre del teléfono me hizo saltar de la cama. Con toda la desmañada rapidez que me fue posible, intentando que aquel estridente sonido no despertara a mi madre, la cual dormía en la habitación colindante, descolgué el auricular y escuché, aún entre jirones de sueño, estas palabras: “Madrina, soy Alejandro. Estoy en el aeropuerto de Barajas. Vengo con el ballet de Tropicana y vamos a  pasar ocho horas aquí esperando la conexión con un vuelo hacia Moscú. Nosotros no podemos salir del aeropuerto pero me gustaría tanto verte y abrazarte…¿Tienes manera de entrar y pasar un rato conmigo?”  Aquello estaba prohibido pero mis amigos y admiradores se hallaban diseminados por “todo el territorio nacional” y confiaba en que surgiría alguno, en aquel Barajas casi inactivo a esas horas de la madrugada, con autoridad suficiente para permitirme el acceso a la zona reservada a los enlaces.. 

La cuestión es que menos de sesenta minutos después, provista de un grueso abrigo de Jesús, un jersey y unos calcetines de lana, improvisada ayuda para el frío que sabía esperaba a Alejandro en Rusia, Jesús y yo estábamos en la terminal del aeropuerto. Y solo unos minutos más tarde, gracias a un policía que me reconoció como “la artista Yolanda Farr de mi admiración”, Alejandro y yo nos estrechábamos en un  abrazo. Como no quisimos abusar de aquel amable guardia que me había colado en zona prohibida, a riesgo sin duda de recibir como mínimo una amonestación, decidimos que Jesús se quedara fuera y regresase a casa ya que yo pensaba permanecer con mi ahijado hasta que tomase su vuelo hacia Moscú.

Era angustiosa la imagen de  aquel grupo de cubanos varados en la zona de tránsito. Es posible que entre los presentes tan solo yo, que conocía la situación en la isla, pudiera leer y entender los mensajes  de miedo y a la vez ilusión  escritos en sus rostros. Siendo aquel, para la mayoría, su primer viaje al extranjero, la expectación les mantenía en continua tensión, haciendo que de manera instintiva  formasen un grupo cerrado  del que no se atrevían a separarse. Tan solo Alejandro y yo constituíamos una pareja que, cogidos de las manos, conversaba a cierta distancia. ¡Teníamos tantas cosas de que hablar, Cuba, Lucy, su profesión de bailarín, los estudios pianísticos de su hermano pequeño Gabriel, en el que despuntaban claros signos de genialidad...!Había miles de temas que tratar,  pero el que mi ahijado me planteó al poco tiempo de estar juntos me dejó  petrificada.

Fotos de teatro Jesús Alcántara.


Necrológicas.

Este devastador mes de diciembre de 2013 se ha llevado a cuatro  mujeres insignes en el mundo del espectáculo. Con gran dolor por mi parte estas necrológicas van a ser extensas.
Eleanor Parker



Eleanor Parker, 3 veces candidata al Oscar y una de las mujeres más bellas que ha dado el cine norteamericano, falleció en Los Ángeles a los 91 años de edad. Son innumerables las películas que protagonizó durante su carrera de más de 50 años en Hollywood.  Yo quedé en particular fascinada por su interpretación de una falsa paralítica en The Man with the Golden Arm. (El hombre del brazo de oro). Para sus compañeros y directores fue siempre una mujer encantadora, dulce y muy disciplinada.


Esther Borja

Esther Borja, falleció en La Habana, Cuba a los 100 años de edad. En 1935 ofreció su primer recital acompañada al piano por Ernestina Lecuona y poco tiempo después comenzó su fama al estrenar Damisela encantadora, escrita para ella por Ernesto Lecuona. Con su cálida voz  fue la representante más prestigiosa de la canción lírica cubana. En reconocimiento el Instituto Cubano de la Música le otorgó, en el año 2001, el Premio Nacional de la Música. Como dato personal diré que, durante mi adolescencia fui amiga y compañera de ballet de su hija Esther Tato, a causa de lo cual visitaba su casa con frecuencia, llena de reverencial respeto. Después la vida y la política nos separó, eso sí, sin desgarros.



Y en España, con diferencia de pocos días, morían dos artistas que habían saltado a la popularidad, 60 años atrás, gracias a la inolvidable película de Luis García Berlanga y Juan Antonio Bardem, Bienvenido Mister Marshall, sarcástica crítica a ese Plan Marshall que nunca llegó a España. Ellas fueron, la tonadillera más famosa de las décadas 50 y 60, Lolita Sevilla, fallecida en Madrid a los 78 años y la actriz Elvira Quintillá que nos dejó a la edad de 85.
Lolita Sevilla




Lolita Sevilla, figura prestigiosa  del cine español del pasado   desde tiempo atrás rechazaba hacer apariciones en público. De ella se conservan  esplendidas grabaciones. La última que salió al mercado fue Enamorada de la copla, en el 1996.



Elvira Quintillá


En cuanto a Elvira Quintillá puedo afirmar que era una estupenda actriz y compañera. Había iniciado su carrera a los 12 años con La venta de los gatos. Fue en la compañía de Tina Gascó y Rafael Somoza donde conoció a ese icono del teatro llamado José María Rodero y con el cual  realicé una larga gira en los años 70. La generosidad de Elvira la llevó a dejar de lado su carrera para apoyar a la de su marido y acompañándole estuvo hasta que, en 1991,  la muerte nos arrebató a ese gran divo.



Mi admiración para estos cuatro personajes del mundo del arte y mi deseo de paz para sus espíritus.


Próximo capítulo. Un regalito desde Cuba. .

5 comentarios:

  1. El Régimen de Franco no era un "fascismo".

    Y el mundo de los toros no es ni cruel ni sangriento.

    Y usted no es más que una ignorante que no sabe lo que dice.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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    1. El régimen de Franco era fascismo de un acomplejado ascendido a general, cómplice cobarde de Hitler y Mussolini. Y sus nostálgicos, afortunadamente, van yendo al cementerio. Y los toros son una tortura irracional y anacrónica. Y tú si que eres un ignorante, pero lo peor es que crees que no lo eres.
      Uno lector de Valencia.

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  3. Me encanta haber encontrado su blog. He visto alguna de sus películas y me alegra saber de usted. Todo el mundo que se despliega entre bambalinas y que va describiendo con sus entradas en su blog es también objetivo de la memoria literaria y me fascina. Un saludo amistoso. Los actores son los artistas más expuestos - obviamente -. Se merecen siempre el mejor de los reconocimientos.

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  4. Muchas gracias, José María, por sus tan acertados comentarios sobre el que ha sido durante toda la vida, mi adorado mundo de la farándula. Espero que siga disfrutando de mis narraciones. Un abrazo

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