sábado, 14 de septiembre de 2013

Instantánea 90 - España al borde del abismo.


Primera parte
(23 de febrero de 1981. Los preliminares)





Foto Jesús Alcántara
 “Algo debe estar sucediendo en Carrera de San Gerónimo. Están pasando muchos coches de policía hacia Paseo del Prado”. Era la voz de Johnny, el camarero del café Dorín, en el cual nos encontrábamos. Como casi cada tarde la clientela estaba formada  por alguna pareja que disfrutaba de esa merienda tan castellana compuesta por chocolate con churros y por actores en paro o jubilados.  Ya que nadie  prestó atención a sus palabras, Johnny abandonó su puesto de observación a la puerta del local y pasó por nuestro lado, reintegrándose   a su trabajo tras la barra. Pasado un  rato alguien penetró agitado en la cafetería y lanzó esta aplastante noticia: “¡Los militares han tomado el Congreso de los Diputados y hay tremendo follón de policía y prensa en la puerta!”.  Sin duda algo gordo estaba pasando y nosotros, que solíamos reunirnos por esa zona cercana al Congreso, nos encontrábamos sin quererlo en el meollo de la acción. Las opiniones del grupo se dividieron entre acudir a ver qué sucedía o dirigirnos para cenar a nuestro acostumbrado restaurante Hylogui, situado en las cercanías  y desde allí irnos enterando de los acontecimientos entre ricas sopas de pescado, escalopines, boquerones fritos o cualquier otro sencillo manjar regado con el acostumbrado vino de Rioja. Con toda la inconsciencia del mundo eso fue lo que hicimos y, debo decir que no fuimos los únicos. Varias mesas del restaurante estaban ocupadas por los clientes habituales.

Creo que la mayoría del pueblo español tardó horas en aquilatar la gravedad de lo que estaba ocurriendo.  El maitre nos iba pasando la información obtenida a través de una radio que había en la cocina. Así nos enteramos de que la cosa tenía todos los visos de ser un golpe de estado. Y aquello era muy inquietante. Por lo tanto  el grupo se disolvió y cada cual se fue a su casa con intención seguir los acontecimientos por los medios informativos. Al parecer el futuro de España se estaba jugando en esos momentos. Aunque parezca increíble,  las calles de Madrid estaban tranquilas, tal vez demasiado tranquilas, sumidas en ese estado de paz que suele preceder a los grandes acontecimientos. Hasta el metro de la ciudad funcionaba con toda normalidad.  Una vez llegados a nuestro hogar, Jesús, mi madre y yo, como la inmensa mayoría de los españoles, pasamos aquella noche en vela, sentados con avidez frente a un televisor que hasta las 10 de la noche, cuando el director de los informativos de TVE Iñaki Gabilondo dio el primer parte oficial, tan solo emitía música militar sobre la carta de ajuste. Únicamente la cadena radiofónica Ser nos trasmitía la poca información de la que se disponía fuera del Congreso. De ahí que esa noche sea conocida como “la noche de los transistores”. Ante aquella aterradora desinformación solo se podía rogar para que la intentona fracasara y nadie nos robara esa democracia que estábamos comenzando a disfrutar.

Segunda parte.
(Dentro del hemiciclo)

Tejero en la tribuna. La foto más emblemática del golpe de estado

A las 6 y 22 de la tarde del 23 de febrero de ese 1981, irrumpía en el abarrotado Hemiciclo del Congreso de los Diputados de Madrid, ante el total desconcierto de las personas allí reunidas,  un grupo de guardias civiles armados con subfusiles y al mando del teniente coronel Antonio Tejero.  La  primera acción del individuo fue dirigirse a la tribuna, pistola en mano, y desde allí lanzar un  grito de “¡Quieto todo el mundo!” seguido de un  “¡Al suelo!” que incrementó el desconcierto de la asamblea.

Gutiérrez Mellado de espaldas, zarandeado, y de pie
a la izquierda Adolfo Suárez, intentando ayudarle
La reacción del Vicepresidente del Gobierno, Teniente General Gutiérrez Mellado, fue levantarse de un salto y, basándose en su mayor rango militar, dirigirse hacia Tejero conminándole a entregarle su arma y abandonar su actitud belicosa. Muy por el contrario aquello originó el momento de mayor peligro y tensión de la tarde. Tras un inicial disparo de Tejero siguieron largas ráfagas salidas de los subfusiles que los excitados golpistas portaban. Por fortuna todas dirigidas al aire. Gutiérrez Mellado, haciendo gala de verdadero coraje se mantuvo incólume bajo el tiroteo, repitiendo la orden  de que depusiesen las armas. Esto provocó que el anciano fuera zarandeado con vileza y forzado con violencia a sentarse. 
"¡Todo el mundo al suelo!", a excepción de Suarez,
sentado en primera fila y Gutiérrez Mellado,
de traje negro y erguido entre los asaltantes

El grito de “¡todo el mundo al suelo!” que siguió a ese gran descontrol fue, como es de suponer,  esta vez obedecido. Pero no por la totalidad de los presentes. Tres hombres se negaron a aceptar esa humillación. El aún presidente del gobierno Adolfo Suárez, que con valentía había intentado defender a su compañero mientras estaba siendo agredido, el  líder del recientemente legalizado Partido Comunista, Santiago Carrillo y el propio Gutiérrez Mellado. Esos tres hombres siguieron con toda dignidad en pie y ajenos a las amenazas.

Pero, en el suelo,  hubieron de permanecer el resto de los congresistas por largo tiempo, sumidos en un tenso silencio, mientras guardias civiles subían y bajaban  por las escaleras que conducen a los escaños, empuñando sus fusiles, vigilando no se sabe qué, pues es archi conocido que nadie puede entrar  en el Congreso llevando arma alguna. Minutos más tarde, minutos que a ellos debieron parecerles horas, se les comunicó que estaban esperando a un alto mando del ejército con información detallada sobre lo que estaba sucediendo. Pero el anunciado militar no llegaba. (De hecho, nunca llegó). Poco a poco las cabezas de los diputados fueron asomando tras los respaldos de los sillones.  En un momento determinado, supongo que harto de tanta agresiva arbitrariedad, la voz de Adolfo Suárez se alzó exigiendo que aquello terminase, gesto apoyado por otros diputados.  Ese hecho aportó a la historia la más famosa y triste frase pronunciada durante  aquel suceso, algo que definía el talante de Tejero y sus golpistas: “¡Se sienten, coño!”. Es innumerable el número de viñetas, chistes y parodias que se han hecho basándose en ella, hasta llegar a convertirse, a nivel del pueblo, en lo más identificativo de aquel chapucero intento de golpe de estado.


Santiago Carrillo, Adolfo Suárez y Gutiérrez Mellado
Los asaltantes ignoraban que dos cámaras, colocadas en el último piso del hemiciclo, estaban grabando todo lo que acontecía. Durante 35 minutos, hasta que fueron descubiertas y destruidas, las imágenes se trasmitieron a los estudios centrales de  TVE, y lograron ser ocultadas y así salvadas para la posteridad antes de que, a las 7 y media de la misma tarde, un grupo de soldados tomaran las instalaciones de Radio Nacional y de TVE. (Esa grabación, el mejor testimonio de aquel grave incidente, está en Youtube a disposición de todo el que desee verlo).

Tercera parte.
(El porqué).

Varios fueron los factores que generaron un malestar creciente entre gran parte de los militares: el partido comunista había sido legalizado, para irritación del sector más conservador de los españoles, y  el gobierno de UCD, Unión de Centro Democrático,  no logró durante su mandato solucionar los problemas de la crisis económica, viéndose obligado a dimitir su líder y presidente del gobierno, Adolfo Suárez. También  había grandes dificultades para articular una nueva organización del Estado ya que, tras la muerte del dictador Franco su gran eslogan “España, una, grande y libre” había empezado a perder valor. Por otra parte las acciones de ETA, el grupo terrorista vasco, se incrementaban  y ciertas facciones del gobierno, que no aceptaban un sistema democrático, presionaban hacia un regreso al regazo de la ultraderecha.

Los golpistas, Antonio Tejero, Alfonso Armada y Jaime Miláns del Bosch

Se supone que esos fueron los detonantes para que el General Alfonso Armada y el capitán General de la III Región Militar de Valencia, Jaime Miláns del Bosch, orquestaran un golpe militar.
Tanques por las calles de Valencia

Dos horas después de la burda toma del Congreso de los Diputados, éste último declararía el estado de excepción en dicha ciudad, lanzando a la calle 1800 efectivos y 40 tanques que durante casi un día entero recorrieron la ciudad, sembrando el desconcierto y el pánico. Hay que decir que, pese a las llamadas efectuadas por Miláns de Bosch en petición de apoyo, la inmensa mayoría de los mandos militares españoles se negaron a cooperar.


El día 24 de febrero, cuando la normalidad estaba restaurada, se supo que, en un principio, varios tanques habían entrado en Madrid por la Castellana, pero que el avance se había suspendido de súbito y la retirada efectuada de   inmediato.

El discurso del Rey Juan Carlos

Esto sucedió mucho antes de que, a la 1 de la madrugada, el Rey Don Juan Carlos, con su uniforme de Capitán General de los Ejércitos, hiciera su primera declaración televisada instando a la calma, asegurando su rechazo a cualquier acto que atentase contra la constitución y condenando con rotundidad aquella intentona. Es decir, dejando claro que no iba a apoyar en ningún momento a los golpistas. Aquello tiró por los suelos el plan de ese endeble golpe de estado. Dicen las malas lenguas que el Rey estaba enterado de todo con anterioridad, que, si bien mientras se gestaba no hizo nada por evitarlo, temiendo por su monarquía, había decidido en último momento desvincularse de todo eso  ante el pueblo. Dicen las malas lenguas. ¡Cualquiera sabe!

Guardias civiles intentando escabullirse

El hecho fue que, tras sus declaraciones,  el tinglado se vino abajo y la parte progresista de la población española pudo respirar con tranquilidad. Es muy posible que los golpistas confiaran en un apoyo de la Corona que no tuvieron. A la mañana siguiente Miláns del Bosch retiraba las tropas de las calles de Valencia y en el Congreso, los diputados retenidos durante esas largas  y angustiosas horas eran puestos en libertad. Tejero  fue arrestado y condenado a 30 años por delito de rebelión militar, de los que cumplió 15. Miláns del Bosch  y Armada tuvieron la misma condena pero el primero tan solo pasó 8 en prisión y el segundo 5, ambos por “motivos humanitarios”. En cuanto a los guardias civiles  acompañantes de Tejero, nunca se supo qué fue de ellos, pero en este capítulo incluyo una divertida foto en la que se ve a varios intentado escaquearse por una ventana del Congreso la mañana del gran fracaso.

Hasta aquí la sucinta crónica de un suceso que pudo cambiar de forma drástica la historia de España. Por fortuna, como todos sabéis, la  democracia aún pervive en este  país mío, con todo lo bueno y malo que eso conlleva. Mi querido padre decía que la democracia era el “menos malo de todos los sistemas”. Y yo estoy de acuerdo.

La próxima semana volveremos a cotillear por el mundo de la farándula. ¡Hasta entonces!


2 comentarios:

  1. La democracia es "el menos malo de todos los sistemas"... exceptuando todos los demás, claro.

    La democracia y los partidos políticos son el cáncer de España.

    ¡¡¡ VIVA TEJERO, COÑO !!!

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