El año 1969 no pareció
empezar con buen pie. Durante los primeros días de enero estuve, con cabezonería,
intentando lo imposible; conectar con Cuba desde nuestro teléfono de Eduardo
Benot. Necesitaba perentoriamente oír las voces amadas de mi familia, hacerles
partícipes, sin incurrir en detalles, de mi felicidad. Por pudor no quería
contarles como su “niña” se había convertido en una mujer gracias a esa pasión
compartida que logró reabrir, esta vez sin remordimientos ni culpas, las puertas de mi sexualidad.
Hacía ya casi un año, desde que
abandonase la Residencia para Estudiantes Iberoamericanas, que no había dispuesto de un teléfono personal. Ahora era distinto, pero las malas comunicaciones
con la “isla cautiva” se empeñaban en impedírmelo, sin sospechar la tozudez de la
que era capaz una cubana-gallega-alemana. Al fin , una noche, la telefonista
de larga distancia tuvo a bien conseguirme una línea con La Habana y de repente
el espacio de nuestro apartamento se llenó de risas y llantos, de voces entrecortadas por la emoción y
de las palabras de cariño contenidas durante aquellos meses de
silencio. En esos momentos el pobre Jesús, que
me observaba conmovido me vio pasar, en
un segundo, de la risa al llanto.
Nana y yo. 1955 |
Mi madre me estaba comunicando que mi perrita Nana también había fallecido. Aunque no tan intensamente como la noticia de la muerte por amor de mi Laura, aquel ángel de cuatro patas que yo había salvado, recién nacido, de entre los manglares en Nicaro, la noticia me conmocionó.
Laura y yo. 1967 |
Mi Laura, aquella perra que nunca tuvo consciencia de serlo, había muerto al mes y pico de mi partida, bajo mi cama, abrazada a una de mis viejas zapatillas y negándose a aceptar mi ausencia. (Ver Instantánea 23). Nana, en cambio, falleció a los 18 años, todo un récord, y tras una mimada vida en el seno una familia que adoraba a los animales. Ninguna de mis niñas llegaría a viajar a España, tal y como lo tenía planeado. Y a pesar de la inmensa alegría que me causaba haber conseguido el contacto familiar, a pesar de la información de que mi padre y las mellizas estaban todo lo bien que se podía esperar, aquellas muertes enturbiaron el gozoso momento.
Por otra parte la situación
política en España estaba bastante convulsionada. Contagiados por un Mayo
Francés, que ni siguiera las poderosas fuerzas de la censura franquista
pudieron ocultar, en las universidades los estudiantes
protestaban por la falta de libertades. Eran continuas las “tomas” de dichos
centros por los antidisturbios (los grises), tanto a pie como a
caballo. Las algaradas estudiantiles tuvieron como represalia un “estado de
sitio” que estaría en vigor desde el 24 de enero hasta el 25 de mayo de ese año 69. Durante esos meses se desmantelaron los sindicatos estudiantiles y 20 profesores fueron
condenados a penas de confinamiento.
Una tarde Jesús llegó de la
universidad con un señor chichón en la frente y la narración de una de esas salvajes e
indiscriminadas persecuciones policíacas. Y no es que me sorprendiera, pues ya
corrían rumores en Madrid sobre estos hechos, pero el ver lacerada la carne de
un ser amado me hizo recordar situaciones análogas y preguntarme cómo era
posible que yo hubiera salido huyendo de
una tiranía, la cubana, tan solo para caer en otra, de distinto color, pero
también castradora. Es decir también una tiranía. Mi amante,
que siempre se proclamaba apolítico, comenzó ese día a sopesar su verdadero
interés por una carrera universitaria. Aquello obró de detonante para que decidiera
abandonar esos estudios de ingeniería aeronáutica que no le interesaban demasiado y, de paso, integrarse
en el mundo recién nacido de la informática; el Cobol, al que se le auguraba tan gran futuro. El problema era cómo comunicárselo a su familia. Los dos años de estudios universitarios que ya le
habían pagado estarían perdidos, pero nosotros
necesitábamos la asignación mensual que recibía para sufragar sus nuevos
estudios y cooperar en los gastos de nuestro “flamante hogar”. Estaba claro que
en esta ocasión no valían subterfugios ni medias verdades así que, tomando al
toro por los cuernos, en una rápida llamada telefónica a Málaga, Jesús hijo le
espetó a Jesús padre su decisión. La inmediata reacción fue el anuncio, para el
día siguiente, de una visita paterna a Madrid.
Yo me alegré, pues aquella era la perfecta
ocasión para aclararles a sus familiares, entre otras cosas, el asunto de nuestra convivencia.
Y el veintinueve de febrero
de 1969 Jesús salió de Eduardo Benot con el firme propósito de desvelar el
secreto sobre nuestro amor y con la intención de aclarar y confirmar su
decisión de abandonar sus presentes estudios e iniciar los de informática. Padre
e hijo iban a cenar juntos y solos y tan pronto la reunión terminase él
me llamaría para ponerme al tanto de la reacción paterna. Y yo me quedé sola en
aquel apartamento interior que, a causa de la incertidumbre, por primera vez me pareció oscuro y desolado, sin
semejanza alguna con el “castillo flotando sobre hermosos cúmulos” en el que mi desbordada pasión había vivido
durante meses . (Ver Instantánea 59).
Aquella noche pasó, como dice
Sabina en su canción, dándome "las
diez, y las once, las doce y la una, las dos y las tres “, y cada hora sin noticias mi corazón se encogía un poco más, hasta llegar a convertirse en un
estrujado guiñapo prácticamente incapaz de latir. ¡La cantidad de pensamientos
lúgubres que azotaron mi cerebro! Jesús había resultado muerto en algún
accidente. Su padre había sufrido un infarto al saber las noticias. El tiempo
se había detenido, en una jugarreta paranormal, y yo había quedado suspendida en un agujero negro donde nada era verdad o mentira, donde nada existía en realidad. O
peor aún, Jesús me había abandonado.
Joaquín Sabina |
Cuando a las 3 de la madrugada
del sábado 1 de marzo sentí abrirse la puerta de la casa no sabía si lanzarme a
los brazos de mi amado o abrir su cabeza a golpes para ver que había en ella, es decir cómo había
sido capaz de mantenerme en la angustia durante tantas horas. Pero nada
hecatómbico había pasado. Su padre y él se habían ido de copas tras cenar y Jesús, buscando el momento más
propicio, había esperado hasta el final para exponerle las novedades pero yo sentía como si sobre mí, durante esas horas de espera, hubiese pasado
un arrasador ciclón tropical. Aquella madrugada Madrid sufrió un inusual terremoto
de 6.4 grados del cual ninguno de los dos nos dimos cuenta. ¡Cómo estaríamos!
La cuestión es que al llegar
a conocimiento de la familia malagueña que Jesús y yo nos habíamos mudado
juntos, es decir, “juntado los baúles”, según el argot teatral, se armó la
“marimorena”.
Hay que tener en cuenta que, en esos tiempos y en España,como he señalado con anterioridad, la reputación de los artistas era más que dudosa y aquellos pequeñoburgueses de provincias, tenían una imagen distorsionada de mi profesión. Nuestro “affaire”, como aventurilla, hubiese sido perdonable, pero no estaban dispuestos a consentir que se convirtiese en algo serio. Con la obvia intención de que volviera al redil, le suprimieron de inmediato la ayuda económica mensual, dejándonos con los únicos ingresos de mis actuaciones. Por fortuna estas se habían incrementando durante las galas navideñas y Giannini me pintaba un futuro prometedor. Aun así, lamentándolo con toda el alma, los ahorros para el viaje de mis padres sufrieron un pequeño espolio. Así es el amor pasional, como digo en el capítulo anterior, “un potro desbocado”, una fiera capaz del mayor egoísmo y a la vez de la más absoluta generosidad. Nada era, en aquellos momentos, más importante que nuestra unión y su continuidad .
Hay que tener en cuenta que, en esos tiempos y en España,como he señalado con anterioridad, la reputación de los artistas era más que dudosa y aquellos pequeñoburgueses de provincias, tenían una imagen distorsionada de mi profesión. Nuestro “affaire”, como aventurilla, hubiese sido perdonable, pero no estaban dispuestos a consentir que se convirtiese en algo serio. Con la obvia intención de que volviera al redil, le suprimieron de inmediato la ayuda económica mensual, dejándonos con los únicos ingresos de mis actuaciones. Por fortuna estas se habían incrementando durante las galas navideñas y Giannini me pintaba un futuro prometedor. Aun así, lamentándolo con toda el alma, los ahorros para el viaje de mis padres sufrieron un pequeño espolio. Así es el amor pasional, como digo en el capítulo anterior, “un potro desbocado”, una fiera capaz del mayor egoísmo y a la vez de la más absoluta generosidad. Nada era, en aquellos momentos, más importante que nuestra unión y su continuidad .
En julio del 69 un evento acaparó toda la
atención mundial: el controvertido alunizaje del Apolo XI. Los astronautas
americanos Armstrong, Neil y Collins se convirtieron en los ídolos de aquel
siglo de grandes efemérides.
En casa de Mariana Bobadilla y familia Ramón, Jesús y yo vimos
como Armstrong ponía el primer pie sobre nuestro satélite y escuchamos
emocionados sus palabras, “es un pequeño paso para el hombre pero un gran paso
para la humanidad”. La luna había dejado de ser un astro dedicado en exclusiva a los amantes, a los poetas y a los licántropos para convertirse en
algo sólido y accesible. Fue conmovedor a la vez que un poco desmitificador.
Ramón, yo, Jesús y Mariana. |
Días después Carlos
Rodríguez, actor que yo había conocido en Cuba, exiliado como tantos otros y
amigo que lo sería “per sécula”, nos convenció para mudarnos, juntamente a un par de conocidos suyos, también cubanos, a
un mayor apartamento en el cual compartiríamos los gastos. Aquello, a la vez
que nos saldría más barato,
sin yo imaginarlo, se iba a convertir en una de las etapas más felices de mi
vida. Así que en agosto de ese año
estábamos Carlos Álvarez, José Escarpanter, Álvaro Marrero, Carlos Rodríguez,
Jesús y yo viviendo en una “comuna” de la que hablaré más tarde. Con todo el detalle
que merece.
Y a principios de agosto, aquel
productor teatral, Leonardo Echegaray, “el zorro plateado”, que me había
ofrecido, meses atrás, trabajar en el
proyecto fallido del montaje de la comedia musical Los fantásticos, me llamó para brindarme la oportunidad de participar
en la Segunda Campaña Nacional de Teatro. Así que , formando parte parte del Grupo Teatro 70 y con
tres obras dirigidas por el prestigioso Adolfo Marsillach, Águila de blasón, Después de la caída y Tiempo del 98, el 2 de octubre de 1969, en el teatro Rosalía de Castro de La Coruña, el telón se alzaba ante mí por primera vez en
mi patria, dándome el pistoletazo de salida para lo que sería una estimulante y
fructífera carrera.
Próxima Instantánea. La Segunda Campaña
Nacional de Teatro.
Al fin, que me tenias deprimido...Tu historia puede llamarse "El sobrevivir de una artista"...pero se ve que los genes multiples son fuertes como dicen por ahi...Te comprendo el dolor por las perritas...sabes que adoro a los animales tan incompredidos por los que no les conocen bien...Besos...Hasta la Proxima...
ResponderEliminarTe envie un correo sobre "Cuentame..." espero lo recibas.