sábado, 26 de enero de 2013

Instantánea 60 - Al fin, se alza el telón.




El año 1969  no pareció empezar con buen pie. Durante los primeros días de enero estuve, con cabezonería, intentando lo imposible; conectar con Cuba desde nuestro teléfono de Eduardo Benot. Necesitaba perentoriamente oír las voces amadas de mi familia, hacerles partícipes, sin incurrir en detalles, de mi felicidad. Por pudor no quería contarles como su “niña” se había convertido en una mujer gracias a esa pasión compartida que logró reabrir, esta vez sin remordimientos ni culpas,  las puertas de mi sexualidad.

Hacía ya casi un año, desde que abandonase la Residencia para Estudiantes Iberoamericanas, que no había dispuesto de un teléfono personal. Ahora era distinto, pero las malas comunicaciones con la “isla cautiva” se empeñaban en impedírmelo, sin sospechar la tozudez de la que era capaz una cubana-gallega-alemana. Al fin , una noche, la telefonista de larga distancia tuvo a bien conseguirme una línea con La Habana y de repente el espacio de nuestro apartamento se llenó de risas y llantos, de voces entrecortadas por la emoción y de las palabras de cariño contenidas durante aquellos meses de silencio. En esos momentos el pobre Jesús, que me observaba conmovido me vio  pasar, en un segundo,  de la risa al llanto.
Nana y yo. 1955

Mi madre me estaba comunicando que mi perrita Nana también había fallecido. Aunque no tan intensamente como la noticia de la muerte por amor de mi Laura, aquel  ángel de cuatro patas que yo había salvado, recién nacido, de entre los manglares en Nicaro, la noticia me conmocionó. 
Laura y yo. 1967

Mi Laura, aquella perra que nunca tuvo consciencia de serlo, había muerto al mes y pico de mi partida, bajo mi cama, abrazada a una de mis viejas zapatillas y negándose a aceptar mi ausencia. (Ver Instantánea 23). Nana, en cambio,  falleció a los 18 años, todo un récord,  y tras una mimada vida en el seno una familia que adoraba a los animales.  Ninguna de mis niñas llegaría a viajar a España, tal y como lo tenía planeado. Y a pesar de la inmensa alegría que me causaba haber conseguido  el contacto familiar, a pesar de la información de que mi padre y las mellizas estaban todo lo bien que se podía esperar,  aquellas muertes enturbiaron el gozoso momento.

Por otra parte la situación política en España estaba bastante convulsionada. Contagiados por un Mayo Francés, que ni siguiera las poderosas fuerzas de la censura franquista pudieron ocultar, en las universidades los estudiantes protestaban por la falta de libertades. Eran continuas las “tomas” de dichos centros  por los antidisturbios (los grises), tanto a pie como a caballo. Las algaradas estudiantiles tuvieron como represalia  un “estado de sitio” que estaría en vigor desde el 24 de enero  hasta el 25 de mayo de ese año 69. Durante esos meses  se desmantelaron los sindicatos estudiantiles y 20 profesores fueron condenados a penas de confinamiento.

Una tarde Jesús llegó de la universidad con un señor chichón en la frente y la narración de una de esas salvajes e indiscriminadas persecuciones policíacas. Y no es que me sorprendiera, pues ya corrían rumores en Madrid sobre estos hechos, pero el ver lacerada la carne de un ser amado me hizo recordar situaciones análogas y preguntarme cómo era posible  que yo hubiera salido huyendo de una tiranía, la cubana, tan solo para caer en otra, de distinto color, pero también castradora. Es decir también una tiranía. Mi amante, que siempre se proclamaba apolítico, comenzó ese día a sopesar su verdadero interés por una carrera universitaria. Aquello obró de detonante para que decidiera abandonar esos estudios de ingeniería aeronáutica que no le interesaban demasiado y, de paso, integrarse en el mundo recién nacido de la informática; el Cobol, al que se le auguraba tan gran futuro. El problema era cómo comunicárselo a su familia. Los dos años de estudios universitarios que ya le habían pagado estarían perdidos,  pero nosotros necesitábamos la asignación mensual que recibía para sufragar sus nuevos estudios y cooperar en los gastos de nuestro “flamante hogar”. Estaba claro que en esta ocasión no valían subterfugios ni medias verdades así que, tomando al toro por los cuernos, en una rápida llamada telefónica a Málaga, Jesús hijo le espetó a Jesús padre su decisión. La inmediata reacción fue el anuncio, para el día siguiente, de una visita paterna a Madrid.

Yo me alegré, pues aquella era la perfecta ocasión para aclararles a sus familiares, entre otras cosas,  el asunto de nuestra  convivencia.

Y el veintinueve de febrero de 1969 Jesús salió de Eduardo Benot con el firme propósito de desvelar el secreto sobre nuestro amor y con la intención de  aclarar y confirmar su decisión de abandonar sus presentes estudios e iniciar los de informática. Padre e hijo iban a cenar juntos y solos  y tan pronto la reunión terminase él me llamaría para ponerme al tanto de la reacción paterna. Y yo me quedé sola en aquel apartamento interior que, a causa de la incertidumbre,  por primera vez me pareció oscuro y desolado, sin semejanza alguna con el “castillo flotando sobre hermosos cúmulos”  en el que mi desbordada pasión había vivido durante meses . (Ver Instantánea 59).


Joaquín Sabina
Aquella noche pasó, como dice Sabina  en su canción, dándome  "las diez, y las once, las doce y la una, las dos y las tres “, y cada hora  sin noticias mi corazón se encogía un poco más, hasta llegar a convertirse en un estrujado guiñapo prácticamente incapaz de latir.  ¡La cantidad de pensamientos lúgubres que azotaron mi cerebro! Jesús había resultado muerto en algún accidente. Su padre había sufrido un infarto al saber las noticias. El tiempo se había detenido, en una jugarreta paranormal, y yo había quedado suspendida  en un agujero negro donde nada era verdad  o mentira, donde nada existía  en realidad. O peor aún, Jesús me había abandonado.

Cuando a las 3 de la madrugada del sábado 1 de marzo sentí abrirse la puerta de la casa no sabía si lanzarme a los brazos de mi amado o abrir su cabeza a golpes para ver que había en ella, es decir cómo había sido capaz de mantenerme en la angustia durante tantas horas. Pero nada hecatómbico  había pasado. Su padre y él se habían ido de copas tras cenar y Jesús, buscando el momento más propicio, había esperado hasta el final para exponerle las novedades pero yo sentía como si sobre mí, durante esas horas de espera, hubiese pasado un arrasador ciclón tropical. Aquella madrugada Madrid sufrió un inusual terremoto de 6.4 grados del cual ninguno de los dos nos dimos cuenta. ¡Cómo estaríamos!

La cuestión es que al llegar a conocimiento de la familia malagueña que Jesús y yo nos habíamos mudado juntos, es decir, “juntado los baúles”, según el argot teatral, se armó la “marimorena”.

Hay que tener en cuenta que, en esos tiempos y en España,como he señalado con anterioridad,  la reputación de los artistas era más que dudosa y aquellos pequeñoburgueses de provincias, tenían una imagen distorsionada de mi profesión. Nuestro “affaire”, como aventurilla, hubiese sido perdonable, pero no estaban dispuestos a consentir que se convirtiese  en algo serio.  Con la obvia intención de que volviera al redil, le suprimieron de inmediato la ayuda económica mensual, dejándonos con los únicos ingresos de mis actuaciones. Por fortuna estas  se habían incrementando durante las galas navideñas y  Giannini me pintaba un futuro  prometedor. Aun así, lamentándolo con toda el alma, los ahorros para el viaje de mis padres  sufrieron un pequeño espolio. Así es el amor pasional, como digo en el capítulo anterior, “un potro desbocado”, una fiera capaz del mayor egoísmo y a la vez de la más absoluta generosidad. Nada era, en aquellos momentos, más importante que  nuestra unión y su continuidad . 

En julio del 69 un evento acaparó toda la atención mundial: el controvertido alunizaje del Apolo XI. Los astronautas americanos Armstrong, Neil y Collins se convirtieron en los ídolos de aquel siglo de grandes efemérides.

Ramón, yo, Jesús y Mariana.
En casa de Mariana Bobadilla y familia Ramón, Jesús y yo vimos como Armstrong ponía el primer pie sobre nuestro satélite y escuchamos emocionados sus palabras, “es un pequeño paso para el hombre pero un gran paso para la humanidad”. La luna había dejado de ser un astro  dedicado en exclusiva a los amantes, a los poetas y a los licántropos para convertirse en algo sólido y  accesible. Fue conmovedor a la vez que un poco desmitificador.

Días después Carlos Rodríguez, actor que yo había conocido en Cuba, exiliado como tantos otros y amigo que lo sería “per sécula”, nos convenció para mudarnos, juntamente  a un par de conocidos suyos, también cubanos, a un mayor apartamento en el cual  compartiríamos los gastos. Aquello, a la vez que nos saldría   más barato, sin yo imaginarlo, se iba a convertir en una de las etapas más felices de mi vida. Así que en agosto de ese  año estábamos Carlos Álvarez, José Escarpanter, Álvaro Marrero, Carlos Rodríguez, Jesús y yo viviendo en una “comuna” de la que hablaré más tarde.  Con todo el detalle que merece.

Y a principios de agosto, aquel productor teatral, Leonardo Echegaray, “el zorro plateado”, que me había ofrecido, meses atrás, trabajar en el proyecto fallido del montaje de la comedia musical Los fantásticos, me llamó para brindarme la oportunidad de participar en la Segunda Campaña Nacional de Teatro. Así que , formando parte parte del Grupo Teatro 70 y con tres obras dirigidas por el prestigioso Adolfo Marsillach, Águila de blasón, Después de la caída y Tiempo del 98,  el 2 de octubre de 1969, en el teatro Rosalía de Castro de La Coruña,  el telón se alzaba ante mí por primera vez en mi patria, dándome el pistoletazo de salida para lo que sería una estimulante y fructífera carrera.



Foto del grupo dirigido por Adolfo Marsillach, Teatro 70
1- Maruchi Fresno. 2-Juan Jesús Valverde. 3-Vicente Cuesta. 4-Luis Prendes. 5-Esther Farré. 6- Carlos Canut.
7- Concha Hidalgo. 8- Yolanda Farr. 9- Payás. 10- José Hervás. 11- Angel Terrón. 12- Ángela Rosal. 13- Eusebio Poncela.
14- Jesús Sastre. 15- Arturo López. 16- Terele Pávez. 17- Julia Tejela. 18- Emilio Berrio. 19- Marisa de Leza. 





 Próxima Instantánea. La Segunda Campaña Nacional de Teatro.

1 comentario:

  1. Al fin, que me tenias deprimido...Tu historia puede llamarse "El sobrevivir de una artista"...pero se ve que los genes multiples son fuertes como dicen por ahi...Te comprendo el dolor por las perritas...sabes que adoro a los animales tan incompredidos por los que no les conocen bien...Besos...Hasta la Proxima...
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