La guerra de Vietnam |
Comprensiblemente, ese año 1968 pasó casi desapercibido
para mí en lo que a sucesos mundiales se refiere. Por ejemplo, no me enteré de que el ataque de soldados del Vietcom a la embajada americana en Saigón había encendido aún más el fuego de aquella guerra que duraba ya desde el año 64, enardeciendo al límite los ánimos patrióticos de los norteamericanos, o de que en
Checoslovaquia se estaba desarrollando la hermosa Primavera de Praga. En esos momentos todos mis esfuerzos se centraban en intentar sobrevivir y en digerir los múltiples nuevos acontecimientos que me
golpeaban desde los cuatro puntos cardinales de mi nueva vida. Estos sucesos habían tenido lugar en el mes de enero, uno de los periodos más negros
de mi existencia.
En el mes de febrero, en la Biblioteca Nacional de España se había descubierto un volumen de 700 páginas con anotaciones y dibujos
realizados por el propio Leonardo da Vinci. Pues bien, a pesar de la cercanía y
la importancia cultural del hecho, tampoco me había enterado. Problemas de mi absoluta
concentración en superar el día a día.
Martin Luther King |
En abril y en EE.UU., un tal James Earl Ray asesinaba al líder negro Martin Luther King provocando una reacción mundial de rechazo. Mis circunstancias me hicieron no darle la justa importancia a tan tremenda noticia ni detenerme a contemplar sus posibles consecuencias.
Pero cuando en abril la cantante Massiel ganaba el festival de Eurovisión con el La La La, de Ramón Arcusa y Manuel de la Calva, fue tal la repercusión nacional del hecho que resultó imposible no enterarse. Sobre todo por lo rocambolesco de la historia. Resulta que el artista escogido para acudir al festival había sido Juan Manuel Serrat, un cantautor catalán. Según se comentaba, el cantante había exigido interpretar la canción en el idioma de su comunidad, Cataluña, a lo que los organizadores españoles se negaron, decidiendo pasarle la gran oportunidad a una vocalista nada exigente en esos momentos; Massiel.
París. Mayo de 68 |
En Francia, una revolución universitaria, seguida de huelgas generales, conduciría al famoso Mayo Francés que iba a conmocionar al mundo y pondría de moda frases como “prohibido prohibir” o “la imaginación al poder”. Tan solo leves murmullos de esto llegaron a España, pues a la dictadura de Franco no le interesaba hacer públicas noticias libertarias. Como estaba descubriendo, en este país también existía la diabólica censura.
En junio, en Norteamérica, Shirhan Shirhan disparaba al senador Robert Kennedy, hermano del también asesinado J.F.K. Robert moriría al día siguiente, dando esto inicio a la leyenda sobre la "maldición de los Kennedy", en España la banda terrorista ETA cometía su primer asesinato en la persona de J. A. Pardines Arcay. (El primero en una lista de crímenes que llegaría a ser abrumadora).
En agosto las tropas soviéticas invadían Checoslovaquia,
poniendo así un drástico fin a la Primavera de Praga. Otro sueño de libertad
aplastado por los tanques.
Invasión de Checoslovaquia |
Las canciones que arrasaron en ese año fueron Hey Jude, de los Beattles, Light my fire, de José Feliciano,
Delilah, de Tom Jones y una Guantanamera
que yo incluía en mis actuaciones siempre que podía y a la que incorporaba,
para delicia del público, varios de los Versos Sencillos de José Martí.
Y en el cine, el séptimo arte, se estrenaban películas memorables como El apartamento,
con Jack Lemmon y Shirley Maclain, Belle
de Jour, con una bellísima Catherine Denueve, la sobrecogedora La semilla del diablo (Rosemay´s baby),
con Mia Forrow, la revolucionaria Barbarella,
con Jane Fonda o la conmovedora Charly,
protagonizada por un magnífico Cliff Robertson. En España el cine, salvo en el
caso del musical lleno de buenas intenciones
de los Bravos, Dame un poco de amor, seguía siendo de una
mediocridad aplastante. Raphael, ese cantante de hermosa voz que tanto habíamos
admirado los cubanos, rodó un film, El
golfo, que resultó un éxito de público pero un fracaso a nivel de crítica.
Mi vida seguía en su proceso de mejoría. Las relaciones humanas y laborales con Giannini funcionaban muy bien y el círculo de mis amistades se iba ampliando. (Ver instantánea 57). Durante ese año Ramón (ver instantánea 53) me había presentado a Mariana Bobadilla, hija del dueño de las bodegas del Coñac 103, una mujer hermosa en todos los sentidos de la palabra, con tres preciosos hijos y un marido belga por desgracia demasiado aficionado al elixir familiar. No todo iba a ser perfecto. Estoy segura que nuestra amistad seguiría vigente si no hubiese sido por la absurda y desorbitada inclinación que aquel individuo desarrolló por la “artista cubana”. Ese fue el motivo por el cual, para evitar un conflicto familiar que ni Mariana ni sus hijos merecían, en cierto momento decidí poner distancia de por medio, corriendo el riesgo de que por ello me tacharan de ingrata. Ramón y Jesús, conocían mis motivos pero les hice prometer absoluto silencio al respecto. Y así fue.
El día 24 de diciembre llegó y, siendo una fecha familiar y religiosa, la pasé con los Ortega. (Ver instantánea 50). El hecho de que estuviese trabajando y manteniéndome sin ayuda de nadie había logrado granjearme su respeto y justificado mi renuencia a aceptar cualquier opción laboral no relacionada con mi profesión. Mi primo Oscar y su novia brillaban por su ausencia, lo cual, confieso, no me causó disgusto alguno. Ese año, para él, las navidades correspondía pasarlas con sus padres en Costa Rica.
El fin de año de 1968 estuve en casa de los Bobadilla y, entre risas y bromas, Mariana, sus dos hermanas y su marido, que aún no había enseñado las garras, los tres preciosos niños, Ramón y yo, nos atragantamos, como es menester, con las doce uvas. Aunque mi corazón lloraba de añoranza por mis seres queridos de Cuba, siendo nuestra correspondencia bastante frecuente y percibiendo en sus cartas la alegría que mis pequeños éxitos les causaban, aquella noche mi pena fue más llevadera. Ellos sabían, sin duda alguna, que mi empeño en traerlos a España era cada día más fuerte.
Si en mi desglose de aquella noche echáis en falta algún nombre importante no os preocupéis. En mi próximo capítulo os narraré los eventos y aventuras que ese año viví con un Jesús Alcántara que cada día era más importante para mí..
Foto de la obra Genusie, (Lola y la campana). Cuba 1966 |
PD. Acabó de recibir, de Jorge Cao, actor cubano que se ha convertido en estrella de telenovelas latinoamericanas, compañero y querido amigo en Cuba, una foto entrañable, constancia de mis tiempos en la isla. La función, Genusie, (Lola y la campana) de René de Obaldía, dirigida por Rubén Vigón para su sala Arlequín, había contado con un espléndido reparto, Miguel de Grandy, Jorge Cao y yo, en la foto, así como con la maravillosa María de los Ángeles Santana como primera actriz. Aunque extempore quiero incluirla en este blog en homenaje a tan grandes actores y a ese devoto y culto hombre de teatro; Rubén Vigón.
Gracias, querido Jorge.
´Próximo capítulo: De como, verdaderamente, "el amor es un potro desbocado".
Tantas cosas pasaron ese 1968, (estaba mirando la tv vi cuando mataron a Bobby Kennedy) yo cumplia 18 años y llevaba exilada seis, ya voy para 51, los años vuelan querida Yolanda y tu historia cada vez mas entretenida, pero ay hija las que pasastes, bueno nadie a dicho que la vida es facil verdad?
ResponderEliminarEspero el resto de tu vida con anticipacion.
Saludos
Quizás las vicisitudes que viviste entonces y tu añoranza por regresar a Cuba te impidieron disfrutar del lado más tierno y despreocupado de aquellos años, como fueron para mi y muchas chicas de mi generación "El Golfo" y todas las canciones y películas de Raphael. Recuerdo que fue en el 68 cuando asistí a su primer concierto en mi país, en medio del exitazo generado por esa película y las anteriores.
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