sábado, 8 de diciembre de 2012

Instantánea 54 - Las cosas se precipitan. (Primera parte).




Mi primer retrato profesional en Madrid
Después del gran pinchazo sufrido con Matías Colsada y su "revista musical"  mi necesidad de apoyo y comunicación me llevó de nuevo a casa de los Ortega. Allí fui recibida  por Doña Rosa, con esa dulzura que la caracterizaba. En esta ocasión estaba sola y tuvimos oportunidad de hablar más larga e íntimamente. El marido estaba atendiendo  su consulta de dentista y la hija, Enriqueta, estaba ausente. Fueron, en un principio,  momentos de una gran ternura. Mientras le contaba a aquella buena mujer mi nuevo fracaso, las lágrimas corrían por mis mejillas  y ella me sostenía en sus brazos con gesto maternal. Y entonces fue cuando pronunció las palabras que me abrieron  los ojos a la situación que estaba viviendo y a la inseguridad de mi futuro inmediato. “Cariño, alégrate de que te rechazaran para la revista. Nos tenías a todos asustados, pues ese es un género muy mal visto y las vedettes son mujeres de mala reputación. Con todo el afecto que siento por ti voy a darte un consejo; reconsidera tu actitud y acepta alguna de las proposiciones de trabajo que se te han brindado. En tus condiciones no debes rechazarlas. Oscarito teme que tu intención sea depender económicamente de la familia de forma indefinida y amenaza con comunicar su opinión a tus tíos. Como ellos  confían  en su juicio, puedes encontrarte ante un grave problema. ” ¡Así que esa era la mentalidad ultra conservadora de mi familia y adláteres! Aquello me hizo sentir como si  la soga que rodeaba mi cuello, desde que tomé la decisión de abandonar Cuba, se estrechara hasta límites insoportables.

Una vez en la oscuridad de mi habitación llegué a pensar que el destino me estaba haciendo la malvada  jugarreta de  despojarme de todo lo que amaba, mi familia, mis amigos, mi querida isla y,  también ahora de mi profesión. Y estaba ya  casi decidida a darme por vencida, a no entablar una lucha inútil con los Hados cuando tuve de nuevo una demostración de que los milagros existían. Oí unos nudillos llamando  a la puerta y una voz que decía, “Yolanda, tienes una llamada de Cuba”.

No sé como lo lograron, pues comunicarse desde la isla hacia el exterior era casi imposible, pero, de pronto, en mi oído estaba resonando el dulce acento gallego de mi adorado padre. Ni siquiera voy a intentar describir aquel momento. No encontraría jamás  palabras con suficiente enjundia. El caso es que, cuando al fin logramos ambos dominar nuestra emoción pasé a narrarle los últimos acontecimientos, mi fracaso con Colsada y las recientes  palabras de Doña Rosa. En ese momento mi padre estalló en una cólera de la que nunca lo hubiera considerado capaz. ¿Cómo era posible que, a escaso un mes de mi llegada, Olimpia me pudiera presionar de esa manera, sobre todo siendo la situación de ellos en Costa Rica más que desahogada? ¿Acaso olvidaba los sacrificios y esfuerzos  por los que él había pasado para poder traer a Cuba a las tres hermanas y a la madre? ¿No recordaba el ahínco con que el jovencísimo Arsenio  logró dar estudios a cada una de las tres, Mercedes, Carmen y Olimpia, así como  un hogar confortable y hasta un buen estatus social? Que ni se me ocurriera abandonar mi carrera, dijo. Que en mis genes estaba el teatro y que renegar de eso sería como hacerlo de mí misma y de mis ancestros. Me afirmó que escribiría a su hermana explicándole todo esto y exigiendo, si fuese necesario, una retribución justa por todo lo que él había hecho por la familia. Y entonces, los diabólicos geniecillos de la telefonía, decidieron cortar la comunicación, dejándonos a ambos el amargo regusto de la frustración pero a mí, al mismo tiempo, el impulso para seguir, pasase lo que pasase, buscando mi lugar en el mundo del espectáculo español.


Fachadas de los Teatros María Guerrero y Español
Así que ocupé  los días siguientes en ir de teatro en teatro con mi consabido álbum de recortes, ya mareado el pobre de tanto ir y venir, rogando porque a alguien no le importara tanto mi seseo como al señor Tamayo o mi delgadez como al señor Colsada. Pero los locales que visité estaban en plena temporada y con obras de éxito. En ellos no había manera de introducirse. Mi intención de establecer contacto  con los directores resultaba vana pues nadie le facilitaba sus direcciones o teléfonos a una desconocida.  Así pasaba el tiempo y, para mi angustia, nada lograba.

Tan solo mis reuniones en Quique con Ramón y Jesús aliviaban mi desesperación. Con el contacto diario llegué a apreciar al joven andaluz que había surgido en mi vida y con la proximidad física empecé a notar que mi aletargada sexualidad se despertaba. Y así comenzamos un flirteo que acabó convirtiéndose en lo que en España llamamos  “magreo”. Es decir, lo más lejos que una chica decente podía llegar con un chico: besuqueos y tímidas tocaciones.

Una  mañana  Jesús se ofreció a llevarme al gran Parque del Retiro. Aquel hermosísimo lugar que junto con La Casa de Campo eran los dos pulmones de Madrid. 

Nuestra romántica ruta por El Retiro
Jesús y yo llegamos al parque agarrados de la mano y recorrimos la preciosa avenida de entrada admirando aquellos grandes árboles cubiertos de nieve, conmocionados por tanta belleza. Su mano aportaba a la mía una tibieza que me llegaba al corazón y  viajaba con alevosía por mi cuerpo hasta entibiar  mi entrepierna.

El lago frente al Palacio de Cristal
Y así llegamos al estanque, frente al majestuoso Palacio de Cristal.  En el agua semicongelada se abrían grietas surcadas por hermosos cisnes blancos y negros y en el cielo unos tímidos rayos de sol se filtraban entre las nubes…Allí, solos ante tanta belleza, sentí brotar en mí el dulce fuego del romanticismo y, sin pensármelo dos veces, comencé a entonar un “Summer time” al estilo de mis admirados Ella Fitzgerald o Sammy Davis Jr., adornado con esos “do-doddle-do” o “wuabara-ba”,  ese scat  improvisado que tanto había admirado en la voz de  aquellos  maravillosos cantantes de Jazz. Jesús me escuchó en un reverencial silencio. Al terminar mi “descarga” le miré con chiribitas de  amor en los ojos. Él  a su vez me dirigió una de sus irresistibles miradas azules, abrió su apetecible boca y me dijo con su encantador acento andaluz, “¡anda niña, que si te tuvieras que ganar la vida cantando...!" Y, ¡crash!, el cristalino globo de mi romanticismo se desplomó sobre la nieve rompiéndose en mil pedazos. Otro batacazo más para mi autoestima.

Ella Fitzgerald y Sammy Davis Jr.
Aun sabiendo que ninguno de mis nuevos amigos conocía mi condición de artista y que en España el Jazz era un género nada apreciado en esos años, que los estilos Dixiland,  New Orleans o,el inspirado scat, eran términos que solo tenían significado para los muy escasos diletantes, aquellas palabras de Jesús me hicieron reflexionar. No es que me molestara su incultura musical, de pronto comprendí que no podía seguir ocultando mi realidad a los amigos ni continuar escondiéndome entre jóvenes estudiantes universitarios. Fuese como fuese debía desprenderme de la falsa protección que me daba la Residencia y afrontar mi profesión y mi futuro sin subterfugios, antes de que aquel ambiente burgués limara las aristas, absorbiera las luces y las imprescindibles sombras que configuraban a una verdadera artista.

Pero la cuestión era que, sin yo saberlo, la vida muy pronto me iba a dar el empujón definitivo. Bueno, he de admitir que un empujón demasiado brusco.


NECROLÓGICA. 

El 24 de noviembre fallecía el amigo de todos los españoles mayores de 50 años, cuyas vidas fueron acompañadas y alegradas por su presencia y  humor: Tony Leblanc. Ese ex jugador de futbol que, apartir de descubrir su afición artística, fue uno de los personajes más asiduos del cine, el teatro y la televisión de España siempre será recordado por su abundante  buen hacer y por haber conseguido que el público masculino se identificara con él y con sus personajes durante toda su prolífera trayectoria artística. Que en paz descanse. 

Próximo capítulo. Las cosas se precipitan. (Segunda parte).

3 comentarios:

  1. Bienvenida querida Yolanda...esta vez quiero desearte algo un poco diferente...que no tengas necesidad ni motivos, en la proxima entrega, de recordar la falta, la perdida de algun ser querido, de otro colega de la profesion que se va...
    Desgraciadamente y curiosamente en Bulgaria este anio 2012 ha sido igual en esto...hemos perdido decenas de artistas de toda la vida, los mejores de la profesion,...actores, cantantes, intelectuales...todos grandes amigos...acabamos de despedir a uno y ya nos enteramos del proximo...parece que las almas sensibles no pueden aguantar tanta crisis espiritual y no solamente...
    Besos y te espero la proxima semana...y si fuera antes, mejorrr!!!

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  2. Carissima Yolanda, aquí estoy junto a Rey, esperando tu próxima entrega con mucha curiosidad.No culpes al pobre andaluz, el universo del flamenco es tan intenso, que sus cultores no admiten otro. El gran protagonista de esta entrada, es otra vez tu padre. Que visión que tuvo ese señor! Que en gloria esté! ;-) Un abrazo!

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  3. Enganchas. Se hace adictivo leerte. Eso si que es hacer de una vida una novela.

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