Foto Jesús Alcántara
Fue un regreso triunfal. El Music-Hall Topless me abrió de nuevo sus
puertas con entusiasmo. Jordi y mis compañeros celebraron mi regreso con una
gran tarta, besos y hasta alguna que otra lagrimita de emoción. Los medios de
comunicación publicaron la noticia afirmando “ha vuelto el alma del Music-Hall”. Los nuevos números montados
hacían que mi protagonismo fuese aún mayor.
Mi fiesta de bienvenida |
Ya que los franceses Jean
Marie Riviere, Jean Françoise, Pascal, Ingrid y Didier, los verdaderos
creadores del espectáculo, habían vuelto a su patria con la intención de no interrumpir
por demasiado tiempo su carrera allí, a mi cargo quedó la coreografía de algunos nuevos cuadros . En uno de
ellos interpretaba con tanta eficacia a un chulo parisino, Richie, que cuando me
despojaba de la peluca y de buena parte del vestuario masculino, mostrando al
público por un instante, y entre una protectora nube de humo, esa inequívoca constancia de mi sexo que son
los senos, el público reaccionaba con una andanada de aplausos. “¡Pero si es la Farr!”
Hacía tiempo que el pudor de mostrar mi
cuerpo se había esfumado en aras del consabido, “por exigencias del guión” y,
sobre todo, en este caso por el buen gusto con que el espectáculo estaba creado. La plástica
era de tal sutileza y el público tan respetuoso que uno sentía el desnudo como
algo natural. Lo curioso es que en la vida diaria la vergüenza reaparecía. Más
apuro sentía ante una revisión médica, por ejemplo, que mostrándome “casi en
cueros” en el escenario y frente una audiencia de doscientas personas.
Al fin volvía a sentirme en
lo mío, aprovechando al máximo y fusionando los conocimientos a cuyo estudio había sacrificado mi adolescencia allá en Cuba; el ballet, el canto
y la actuación.
Casi un año duró esta segunda etapa
de glorias, pero una mañana se me conminó telefónicamente para que fuese de inmediato
al Music-Hall ya que algo terrible
había pasado. ¡Y vaya si era terrible! Durante la noche un incendio se había
cebado con el local. Al llegar al lugar los bomberos ya se habían ido pero un
nauseabundo olor lo inundaba todo. El ambigú,
donde se iniciase el fuego,
estaba irreconocible. Las llamas, llegando hasta la sala, habían dejado bastantes
mesas y sillas convertidas en chicharrones.
Aunque por milagro el fuego respetó el escenario y la zona de los camerinos, el humo había teñido de luto esos espacios que fuesen todo esplendor y alegría. La visión de tamaño desastre rompía el corazón. Jordi y sus socios estaban allí desde la madrugada, observando el proceso de la extinción con caras contritas. Poco a poco fueron llegando los artistas, y aquella luctuosa reunión se convirtió en un funeral que duró todo el día, llenando el viciado aire de incontenibles llantos y gemidos. Sin duda, más que la pérdida del trabajo, lo que nos destrozaba era pensar en el tiempo, el sudor y los aplausos de los que aquellas paredes, ahora llagadas y doloridas, habían sido testigos.
El número Vien en el Music-Hall Foto Jesús Alcántara |
Nunca se supo el origen del
incendio, pero teniendo en cuenta la pertenencia, tiempo atrás, de los socios del local al grupo terrorista
OAS, la versión de un sabotaje era la más plausible. Seguramente la muerte del Franco había debilitado la protección gubernamental de la que disfrutaran los pied noires exiliados. (Ver Instantánea 79). Llegó también a correrse el malévolo rumor de que aquello había
sido provocado por los mismos dueños del local. Pero, siendo yo testigo
privilegiado del amor y dedicación de Jordi hacia el Music-Hall,
estoy dispuesta a jurar que esa es una suposición absurda donde las haya. Por supuesto aquello dictaminó el final de Topless. Una hermosa época de mi vida
llegaba a su fin.
Con mami y Bobby |
Así que durante el tiempo de asueto que vino después de la
desgracia, dediqué todas las horas de mis días a mi casa, a mi Jesús y a mis
amigos.
Me ocupé de llevar a mi
madre a espectáculos y a esos paseos por el campo, acompañados por nuestro Fox
Terrier Bobby, que tanto le gustaban. A
partir de la muerte de mi padre, Jesús y yo llegamos al acuerdo de que ella viniese
a vivir con nosotros. Tan destrozada como quedó y no habiendo estado jamás
sola, nos pareció que permanecer en una casa carente de sus dos eternos amores la
aniquilaría. Sin su hermana Jenny y sin su
adorado Arsenio su existencia tenía visos de convertirse en un infierno, así
que desde 1975, año de la triste defunción de mi padre, compartía con nosotros
nuestro hogar.
Fue maravillosa la actitud de Jesús al respecto. A pesar de la inevitable falta de intimidad que eso significaba, llevó siempre su presencia con una resignación que llegaba a parecerse mucho a la alegría.
Pero un día de aquel otoño
del 78 surgió en la vida de Jesús una persona que iba a dar un gran empujón
a su trabajo como pintor, al tiempo que provocaría nuestra primera larga
separación.
Doménico Rainieri era todo
un personaje. Italiano de pura cepa, coincidir con él en algún lugar era sumergirse
en un mundo de voceríos y ampulosa gesticulación, tarantelas y pizzicatos que
resultaba divertidísimo. Como además de ser
representación fidedigna de la más alegre cara de Italia era un
conocido marchante de arte, quedó prendado del estilo pictórico de Jesús y se
lo llevó a Milán para participar en el Incontro con L'arte di Oggi e di Domani en Erba.
Al observar la buena acogida de su obra, Doménico le invitó a quedarse en Italia durante unos meses bajo su mecenazgo y pintar en exclusiva para él, con la promesa de colocar todos los cuadros que realizara. Y así fue cómo y por qué mi querido Jesús y yo hubimos de pasar cinco meses lejos el uno del otro.
Con Jesús en Venecia |
Aquellas navidades de 1978
fueron mucho menos solitarias de lo que me había temido, pues los diarios
ensayos de Asesinato entre amigos a
los que asistía, lograron que las fechas pasaran con bastante fluidez.
Asesinato entre amigos. De izquierda a derecha Yolanda Farr, Ramiro Oliveros, Paco Marsó y Analía Gadé |
La pieza, escrita por Bob
Barry, prometía ser el éxito de la temporada. Una obra entre thriller y comedia, con un final
sorprendente y sensacionalista, tenía todos los ingredientes para conseguirlo. Eso sin contar con el
impresionante reparto; Analía Gadé, Ramiro Oliveros, Pepe Martín, Yolanda
Farr, Paco Marsó, Pepe Lara y Alberto
Fernández. Los ensayos, bajo la dirección de mi admirado Víctor A. Catena, que comenzaron en el mes de diciembre con un
magnífico ambiente entre compañeros, finalizarían en febrero de 1979, fecha fijada para el
estreno.
Asesinato entre amigos. |
Es decir que, aunque sin Jesús a mi lado pero con el paliativo
para mi tristeza de saberle en buena compañía y trabajando en su futuro como
pintor, el nuevo año se presentaba ante mis ojos con una inmejorable pinta.
Adolfo Suárez |
PD. En 1976, Adolfo Suárez había enviado a las Cortes el proyecto de ley para la Reforma Política, el cual, al ser aceptado, abrió las puertas para la creación de un sistema democrático-constitucional. La nueva Constitución Española fue aprobada por las Cortes el 31 de octubre del 78 y ratificada por referéndum el 6 de diciembre de ese mismo año. España era ahora una Monarquía Parlamentaria. Entre los avances más señalados estaba que las elecciones por sufragio universal de los representantes del pueblo en las Cortes estaban permitidas.
Y esas primeras elecciones tras la llamada
Transición Española se celebraron en 1979, siendo elegido presidente Adolfo
Suárez, personaje fundamental en los cambios políticos de esos momentos pero al
que, para asombro de muchos, aún no se han reconocido sus justos valores.
Próximo capítulo. Homenaje a Analía Gadé.
De nuevo un placer leerte en esta entrada. Lástima que no se conserven vídeos de aquel espectáculo que el fuego decidió eliminar. ¿Por qué no lo hicisteis de nuevo en otro local o sala?
ResponderEliminarEmilio