sábado, 23 de junio de 2012

Instantánea 34 - Un caso muy misterioso


                                                                     

Allí en Ciudad  de Méjico, Lee recorrió por tercera vez en dos semanas las calles que le conducían a la embajada cubana. No estaba dispuesto a cejar en su empeño de viajar   al país que tanto admiraba, aquella pequeña pero valerosa isla de Cuba que le estaba plantando cara al “maldito imperialismo Yanki”. ¡Cuantas veces había renegado de su nacimiento en New Orleans, USA, de los gobernantes de su nación, de sus adocenados compatriotas  y cuantas había visto en Fidel Castro la imagen, valiente y justiciera, del líder, del progenitor que no llegó a conocer!

Lee Harvey Oswald
Mientras se encaminaba a la embajada, en aquel 1963, tenía la seguridad de que, más tarde o más temprano, los funcionarios cubanos comprenderían cuan enorme era su admiración por Fidel y lo beneficiosa que  podría resultar su presencia en Cuba. No en vano llevaba años en Dallas desarrollando esa intensa actividad procastrista que le había ocasionado problemas y hasta detenciones, injustas por supuesto, ya que su objetivo había sido tan solo  abrir los ojos de sus conciudadanos ante las absurdas calumnias que   los desagradecidos exiliados cubanos lanzaban contra Castro.


Durante los años que sirvió en los marines, es decir, del 56 al 59, Oswald tuvo la sensación de haber vivido realmente en “las entrañas del monstruo”. El conocimiento de las injusticias capitalistas había ido penetrando poco a poco en su cerebro hasta que, finalmente,  decidió pedir la baja voluntaria y dirigirse hacia el único faro de luz que veía en ante él: la Unión Soviética. 


En los años que vivió en Rusia nunca comprendió  por qué el gobierno  que tanto admiraba le había negado repetidamente la ciudadanía.   Aquello acabó provocando  que, herido en su amor propio, abandonara un día el país en compañía de su esposa rusa, Marina, y de su hijita recién nacida. Por fortuna para él su regreso a América fue determinante. Fidel Castro y la reciente revolución cubana penetraron en su alma con la intensidad de un dogma.


Como dije al principio, aquel día de 1963 Lee Harvey Oswald se dirigía a la embajada cubana por tercera vez,  seguro de que al fin obtendría el visado de entrada a la isla. Al salir del edificio con una nueva negativa, la furia y la desilusión lo invadían. Dicen que a las puertas de la embajada exclamó; “pues muy bien, tendré que matar a Kennedy para que me hagan caso”.



                                                                       II


J.F.K.



John comenzó a preparar su estrategia para la reelección a mediados de 1963. Desde que fuera   elegido el segundo presidente más joven de la historia de USA, después de Theodore Roosevelt,  muchas cosas había pasado. Gobernar el país más poderoso del mundo no era “moco de pavo” y además,  aquella islita en medio del Caribe le estaba dando muchos problemas…Los comunistas intentaban infiltrarse en el continente americano usando Cuba como trampolín y él no podía permitir que el enemigo se instalase cómodamente frente a su casa.  Así que decidió tomar cartas en el asunto apoyando a la  contrarrevolución  en aquel desafortunado desembarco de Bahía de Cochinos. Aquello provocó que su imagen de estadista fuerte y coherente resultase debilitada. Los cubanos de la Brigada 2506, que habían confiado en su promesa de apoyo, viéndose luego abandonados a su suerte y finalmente canjeados por alimentos y combustible, se convirtieron, no en una mácula, sino en un virulento sarampión  que infectaba su prestigio y la fiabilidad de los sistemas informativos norteamericanos. Por su parte, los cubanos que en la isla habían visto frustrados sus sueños de libertad, nunca iban a olvidar lo que ellos consideraban, no sin justificación, una innegable traición. Solo 13 meses después Kennedy hubo de “ajustarse bien los machos” ante su pueblo y ante el orbe. La crisis de los Misiles, aquellos días que conmovieron al mundo poniéndonos al filo de una guerra nuclear, necesitaron de toda la diplomacia y a la  firmeza de su gobierno. (Ver instantáneas 29 y 30) John sabía bien que no había sido un triunfo personal, sino un triunfo de la humanidad. Las imágenes de lo que podía haber sucedido si Nikita y él no hubiesen logrado llegar a un acuerdo en aquellas arduas negociaciones, lo atormentaban diariamente.




Jacqueline Kennedy
Ahora, en noviembre de 1963, mientras realizaba la campaña para su reelección, siempre en compañía de su elegante esposa Jacqueline Lee Bouvier, su estado de ánimo era eufórico y combativo. Se preveían unas de las elecciones más reñidas desde 1919 pero él, como buen miembro de la familia Kennedy, como fiel hijo de la inflexible matriarca Rose, estaba dispuesto a luchar con todas las armas que tuviese a su disposición. Con todas. Su oponente era Richard Nixon.







La última imagen de John F. Kennedy vivo
Entre los vítores del pueblo, mientras avanzaba por las calles de Dallas en un coche descapotable, rozó afectuosamente la mano de su compañera. Ella, sentada a su lado y siempre sonriente, le aportaba la clase y la imagen de estabilidad que el pueblo norteamericano aprecia tanto en sus políticos. Jackie, que había sabido, a lo largo de los años, soportar su inestable carácter , su mal estado de salud, y sobre todo, esa tremenda inseguridad que le impelía a buscar en amoríos y devaneos la confirmación continua de su masculinidad.

Sí, él, católico practicante, sabía perfectamente que la idea generalizada de su perfección espiritual era tan falsa como unos diamantes de 2 quilates en las orejas de una prostituta callejera.


                                                              III

                                                           
Eran las 12.30 cuando se escucharon los disparos. El policía Marion Baker, de la comitiva presidencial, miró aterrado hacia el coche del presidente, pero la algarabía general le impedía apreciar detalladamente lo que pasaba en su interior. Instintivamente buscó el lugar de donde provenían  las detonaciones, el edificio de la TSBD, Almacén de Libros de Texto de Texas,  situado justo delante de la comitiva. Hacia él se dirigió a toda velocidad y al inspeccionar un salón del segundo piso vio a un joven que entraba nerviosamente y se comportaba de forma extraña mientras sacaba un refresco de una máquina expendedora. Se informó con el intendente del edificio, Mr. Truly, sobre quién era el individuo y cuál era su nombre; “se llama Lee Harvey Oswald y trabaja aquí desde hace tiempo” fue la respuesta.


Pero Marion Baker no hizo nada por detenerle, tan solo puso el hecho en conocimiento de sus superiores.  Unas horas más tarde la policía local detenía a Oswald a la salida de un cine,  acusándolo de magnicidio. Se le dijo que se había hallado un rifle, con una huella palmar suya, en una oficina del edificio donde trabajaba y de donde se presumía habían salido los disparos. Oswald negó  insistentemente haber participado en ese atentado. Pero nuevas huellas aparecían en cajas y cartones encontrados en el supuesto lugar de tiroteo. Más pruebas incriminatorias.
Jack Ruby disparando contra Oswald


Dos días más tarde, mientras era trasladado por los estacionamientos subterráneos de la comisaría a la prisión del condado, Jack Ruby, propietario de un bar nocturno y antiguo correo de la mafia de apuestas en Cuba, (según averiguaciones del Comité Selecto de la Cámara sobre Asesinatos) se le acercó pistola en mano y, delante de los policías que lo custodiaban, le disparó con un Colt  a quema ropa en el estómago. La herida resultó mortal. Al ser preguntado por la prensa sobre cuál ha sido el motivo de su acto Ruby  dijo, “quería evitar a Jacqueline Kennedy el dolor de tener que testificar ante una corte frente a frente con el asesino de su esposo”. Lee Harvey Oswald nunca llegó a ser juzgado por este atentado. Jack Ruby fue juzgado y condenado por el asesinato de Oswald, falleciendo en la cárcel, de forma misteriosa, un tiempo después.

                                                          IV

J.F.K. muerto
John Fitzerald Kennedy fue llevado al Hospital Parkland con tres heridas de bala. La tercera había atravesado su cabeza haciendo estallar su cerebro. A las 13 horas el equipo médico lo declaraba muerto y a las 13.30 del 22 de noviembre de 1963 se anunciaba oficialmente su fallecimiento.






Aunque los detalles y las diversas versiones de este hecho son de sobra conocidos no he podido evitar incluirlo en mis narraciones a causa de su impacto mundial y, en particular, por lo que afectó a Cuba. Entre las distintas opiniones sobre quiénes fueron los ejecutores de ese asesinato, la mafia italiana, el propio FBI, las compañías petroleras, el gobierno cubano, era esta última la más popular en esos días.

Una vez más las calles de La Habana se llenaron de armas y de sus tensos manipuladores, y el hermoso malecón volvió a sembrarse de cañones y ametralladoras antiaéreas. Los Comités de Defensa hacían guardia las 24 horas del día y más de una tropelía e injusticia se cometió en la isla bajo la justificación del temor a un ataque norteamericano. Se decía que lugares y calles emblemáticas de la ciudad habían sido socavadas y rellenadas de dinamita. Realmente hasta en Cuba se daba por sentada la responsabilidad del gobierno de Castro en el magnicidio de J.F.K.

No osaría ni siquiera opinar  sobre de quién fue la mano ejecutora o la voluntad impulsora. Son tantos y tan disímiles los resultados de las innumerables investigaciones que se han llevado a cabo que este acto siniestro permanecerá por siempre como uno de los grandes secretos de la historia.


El más obvio sospechoso, Fidel Castro, juró y perjuró no conocer a Oswald, el supuesto magnicida, ni tener noticia alguna de sus varios intentos de viajar a Cuba desde Méjico. Curiosamente Castro se encontraba, en el momento del asesitato, con el periodista Jean Daniel, director de La Nouvel Observateur, el cual afirmó que, en el momento de enterarse ambos de la noticia del asesinato de Kennedy la expresión corporal y las palabras de sorpresa de Castro le parecieron de total sinceridad. Pero sin duda Cuba entera conocía ya las facultades histriónicas del “máximo líder”.



Dicen que la gente recuerda ese día  con toda clase de detalles “¿Recuerdas dónde estabas cuando mataron a Kennedy?”. He querido hacer una pequeña encuesta entre algunos de mis amigos para comprobar hasta qué punto esto es cierto y,  con el permiso de ellos, paso a haceros un resumen de sus respuestas.

Pepa Sarsa. (España)

Imagino que el día 22 de Noviembre de 1963 estaba en el colegio, con mis trenzas y calcetines a juego con el uniforme; no tenía ni idea de quién era John F. Kennedy; sólo veía en la tele, que ese año entró en mi casa, la programación infantil. Siento no poder decirte más.

                                           
                               Francisca Munuera. (España).

Estar, estar, supongo que aprendiendo cuanto son dos más dos. Mi impresión, ninguna, por entonces no sabía ni donde estaban los EE.UU y mucho menos quién era su presidente.   Y mi profesora, que era la típica falangista solterona institutriz del más rico del pueblo y que cada mañana nos hacía cantar las “Montañas nevadas…..”, comentó que algo malo habría hecho el americano ese para que le pegaran tres tiros.

Manolo Sánchez Arillo. (España)

Yo concretamente estaba en el colegio el 22 de noviembre de 1963. El profesor nos mandó a casa, tras contarnos por encima quién era JFK. Estuvimos tres días sin clase. Sí que lo recuerdo.


José Taín. (Miami)

Yo había ido a La Habana vieja  a una tienda de antigüedades en la calle Obispo con mi amigo, el fallecido actor Wilfredo Casal y regresábamos a casa en un autobús que iba muy lleno, pasando por un costado del teatro Payret. Al hacer la parada en la esquina de Prado y Zulueta, se monta un hombre que recuerdo era bajito y calvo con gafas y anuncia a todos lo del asesinato de John F. Kennedy. Yo recuerdo que eso ocurrió unos minutos pasadas las 3:00 PM. Comenzaron las especulaciones entre los pasajeros y Wilfredo comenzó a hablar en voz alta, como era su costumbre, haciendo vaticinios de represalia hacia Cuba porque él sospechó, instantáneamente, que los responsables de ese asesinato tenían que ser del bloque soviético y posiblemente de Cuba. Las opiniones continuaron divididas durante el resto de la trayectoria. Yo me mantuve en silencio puesto que me di cuenta de la magnitud de ese suceso y las repercusiones que podría tener para Cuba. Y ya en esos momentos yo estaba tratando de encontrar una vía para lograr salir de Cuba, información que no había compartido con nadie absolutamente y  no quería verme envuelto en ningún tipo de investigación ideológica, no sabiendo quienes pudieran ser los otros pasajeros.

Sergio González. (Méjico)
Si, recuerdo bien que estaba en Méjico, (al igual que ahora)… En el D.F. en la UNAM, en la facultad de Ciencias políticas y Sociales, donde cursaba en  ese momento el segundo semestre de diplomacia… Que en un final fue el camino preparatorio para mi carrera con el Ministerio de Relaciones Exteriores de Méjico…Bueno, basta de anuncios histórico-políticos y vamos a tu pegunta.
La primera reacción general, si recuerdo bien, fue de gran  incredulidad…Seguida por los aspavientos estudiantiles de justicia anti-yanki. Al llegar a casa, al igual que por todo el mundo, supongo,  la gente estaba pegada a la tele, sin moverse, tal vez por incredulidad, esperando que dijeran que había habido un error y que J.F.K. estaba vivo. En mi caso sé que me causó un gran dolor pues lo consideré un atentado contra la democracia, las libertades individuales y de las naciones y que había sido un golpe muy bajo pues el que había pagado por ello era un hombre muy carismático.

Nancy Algazi (USA)
Yo llevaba ya un tiempo casada, pero me parecía que nunca iba a ser mamá. Cuando dieron la noticia, al menos en La Habana, donde yo vivía, en ese mismo momento yo salía a cumplir con un turno con el médico que me estaba ayudando a quedar embarazada. La sirvienta de mi casa me dio tremendo grito para detenerme y darme la noticia. (Hasta recuerdo la ropa que llevaba puesta, increíble después de tanto tiempo). Nunca me ha gustado la política, así que los políticos menos, pero un asesinato  siempre es penoso y doloroso. Primero sentí pena, después de unos minutos pensé en las consecuencias para este gran país en el que ahora vivo, por último pensé en su joven esposa y en sus pequeños niños.

José M. Salmerón. (Cuba)
Lo recuerdo como si fuese hoy. La noticia de la muerte de Kennedy me llegó estando en la guagua mientras volvía de mi trabajo. Un individuo subió y nos informó. Recuerdo que la tensión que se formó en el interior de la guagua se podía cortar con un cuchillo. Nadie se atrevió a hacer un comentario al respecto y como por milagro el vehículo se quedó casi vacío. Al llegar a casa me pegué a la radio intentando obtener más información al respecto. Los miembros del Comité de Defensa iban para arriba y para abajo conmocionados y esperando la invasión.

Bobby Jiménez. (Bélgica)
Yo era muy joven y había cosas de la política que no entendía .Yo estaba en casa de Mary Shepperd una señora muy querida que era como mi madre, escuchaba la radio americana como era costumbre y oí la noticia en vivo en el momento que sucedían los hechos, llamé a Mary y le dije, “Mary acaban de matar al presidente Kennedy” y me dijo, “¿estás loco Nene? Eso no puede ser, y después repitieron la noticia y ella se puso muy mal pues lo admiraba mucho....

Miriam Barredo (N.Y.)
Yo estaba en la cafetería del Hospital donde trabajaba. Recuerdo hasta lo que estaba comiendo aquel día. Cuando dieron la noticia el hospital en pleno se paralizó. Creo que hasta los quirófanos. Solo se oían voces de “imposible, no puede ser” y muchos llantos.
Fausto Canel (Miami)
Salía con Laura Yussem del ascensor en el quinto piso del ICAIC, a eso de las 7 de la noche, camino de la sala de proyección donde estaba previsto ver “ Vivre sa vie”, de Jean Luc Godard... Fue entonces que alguien nos lo informó... No recuerdo si se suspendió la proyección o no... Creo que no...

Guido G. del Valle.(España)
Yo estaba en la Isla, metido de lleno en sacar adelante el grupo Danza Contemporánea que las UMAP se llevó por delante en el 65. A mi alrededor saltaron muchas opiniones sobre la posible mano castrista en el asunto, pero yo, a pesar de saber la calaña de estos hermanos, siempre creí que era una cuestión interna de los USA o  bien relacionada con la mafia y el gansterismo. Todavía hoy sigue habiendo puntos oscuros en el asunto.

Alfredo Brito. (España)
Querida Yolanda, lo único que recuerdo es que estaba en La Habana y mi impresión fue de estupor.


Inés (Argentina)
Hola Yolanda, estaba caminando por la Av. Santa Fe en buenos aires, creo que buscando comprar un par de zapatos,  y fue una impresión enorme. Como toda la gente de los alrededores, quede pasmada, helada y alelada.




Estos son los recuerdos que algunos de mis amigos guardan de ese momento histórico. Un crimen tan sumido en los ardides políticos que jamás será totalmente aclarado. Me temo.


NECROLÓGICA:


Juan Luis Galiardo

Ayer, día 22 de Junio falleció en Madrid un estupendo actor: Juan Luis Galiardo. Nuestra coincidencia en varios trabajos, a lo largo de 40 años de profesión, me dieron la oportunidad de conocerle personal y profesionalmente y en ambos campos era un ser muy especial. Su sentido del humor, ácido y agresivo, su poderoso físico hicieron de él una persona y un actor de gran fuerza. En el año 2007 interpretó a Fidel Castro en el film de A. González Padilla “I Love Miami”, (Dios o el demonio). Uno de sus trabajos más señalados fue en la película “El Caballero Don Quijote”, donde hizo una muy personal interpretación del Hidalgo Caballero. Su lucha contra el cáncer ha finalizado. Descansa en paz, amigo.



Próximo capítulo. Al fin años de bienes.


2 comentarios:

  1. Gracias por traernos a la memoria este misterio que nunca se resolvera, a menos que el mundo cambie muchisimo. Aunque escrito esta que "Lo que se ha cuchicheado en los oidos sera gritado desde las azoteas". Quiza algun dia salga a la luz tanta intriga conspiracion y mentira, especialmente en torno al caso de Castro a quien todo el mundo le ha permitido hacer de todo, y apenas lo critican.

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  2. Maravilloso trabajo, ¡espléndido!, te felicito, para todos los que no existíamos en ese momento es un buen documento de conocimiento.
    Gracias.

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