sábado, 14 de enero de 2012

Instantánea 11 - El veneno del teatro




El veneno del teatro, ese que administrado en dosis correctas puede inmunizarte contra muchos males de la existencia pero que consumido con desmesura consigue alienarte irremisiblemente. (Ay, pobres actores que han sido succionados por la potente personalidad de los personajes que interpretaban llevándoles esto a la locura). Esa toxina de infinita adicción cuyos síntomas oscilan entre creerte poseedor de una verdad absoluta o convertirte en un ser tan inseguro que deambulas por la vida buscándote en cada personaje que te toca interpretar. Me temo que no hay términos medios. Al menos para los que estamos verdaderamente infectados. Pero, en mi opinión, esos no son los casos más tristes. Existe el “adicto circunstancial”, ese que pasa por el teatro sin que el teatro pase por él. Luego hay un grupo, esencialmente femenino, que utiliza la escena como escaparate para su verdadera profesión, personas a las que no envidio pues solo en la absoluta devoción y entrega está la  compensación de tanto sacrificio como el que esta profesión exige.  La mayor parte de los actores vocacionales vivimos con la noción de que “nada es verdad ni mentira, todo es según el deseo del director que les mira”, y sobrevivimos a tanta inseguridad gracias a las intensas descargas de adrenalina que el terror al público  produce. .
Un ensayo de la época


Las condiciones en que los artistas debían trabajar, en la época de las "Pfarry Sisters",  eran poco menos que infrahumanas. Teatros deteriorados, escenarios de corroídas maderas que crujían lastimosamente al peso de las coreografías, telones que se sostenían gracias a la espesa capa de polvo que casi los almidonaba, escaleras de madera, sin iluminación ni protección para acceder a los camerinos,  camerinos sin agua corriente, con iluminación insuficiente y espejos rotos …Así eran, en los años 40,  los teatros de provincias y también una buena parte de los de las capitales españolas.



Las compañías, tanto de varietés como de comedia, solían efectuar   giras o bolos. ¡Y en esos casos,  qué se puede decir de los medios de transporte! Los autobuses, que se utilizaban, en el caso de turnés más o menos extensas, eran auténticos cachivaches, por supuesto sin calefacción ni más ventilación que la de las ventanillas las cuales, como protección contra el polvo de los desastrosos caminos, solían mantenerse cerradas. A consecuencia  de     esto  los cristales se empañaban con  la respiración de sus ocupantes y se cubrían de un vaho que en el invierno se helaba y precisaba ser raspado. Esta labor se realizaba durante unas paradas en medio del campo  aprovechadas para estirar las entumecidas piernas o para hacer un pis.  Por cierto que, en más de una ocasión, en invierno y con el helor reinante, el chorrito se congelaba, es posible que aún antes  tocar la tierra.



Vagón de tercera clase

Los trenes eran otra cosa. Los trenes tenían primera, segunda y tercera clase. La primera,  prohibida para el nivel adquisitivo del pueblo llano,  de los “cómicos de la legua” o de los pequeños empresarios, se componía de lujosos compatimientos con cómodos sillones tapizados en tela y poseía además un  lujoso vagón restaurante. La segunda, con asientos corridos forrados de plástico, capacitados para tres personas pero casi siempre ocupados por cuatro, no incluía el derecho al uso del comedor. A consecuencia de esto se solía compartir con los compañeros de viaje, por lo general completos desconocidos, en un gesto de  generosidad muy de agradecer teniendo en cuenta la hambruna general,  la clásica tortilla de patatas, la bota de vino, el queso de pueblo y el embutido casero con los que algunos previsores viajeros se habían pertrechado. Esto mismo sucedía en tercera, usualmente la clase más utilizada. La tercera estaba provista de unos bancos de láminas de madera que se clavaban en las posaderas como ramas de sarmiento. Las infinitas horas de suplicio que  sufrían los cuerpos en estos viajes resultaban dignas de la Santa Inquisición.



Mención aparte merece el coraje de aquellas viejas locomotoras de carbón que, a base de escupir constantemente esa famosa “carbonilla” que impedía, bajo amenaza de asfixia,   abrir las ventanillas y de los dolientes y estrepitosos bufidos que brotaban de sus entrañas, lograban con gran trabajo escalar las montañas que abundan en la orografía española. En ocasiones, a la paliza recibida por el traqueteo durante el trayecto, había que sumar la caminata, tal vez  de kilómetros, entre el apeadero y el pueblo al que el viajero se dirigía. Curiosamente parecía que mientras más fría era la temperatura ambiente más largos eran estos paseos. ¡La cantidad de torturas de este tipo que soporté yendo de gira  con mi gente!
Yo




En cuanto a mí,  infectada  ya por el veneno del teatro, me fui convirtiendo en un “monstruito”. Casi siempre disfrazada de “artista”, gracias a los trajes que las mellizas, o sus eventuales compañeras, me hacían de ropa desechada, entretenía gran parte de las horas que pasaba en los teatros intentando imitar las sombras chinescas que cantantes y bailarines  proyectaban sobre  el telón de fondo.



Pero el tiempo pasaba y yo me iba haciendo mayor, tan mayor que ya tenía cuatro años y medio cuando, en aquel verano de 1945,  por primera y terrible vez, tuve el aplastante conocimiento de la muerte y de la crueldad que dominaba el mundo.

 
Un día estando en Madrid,  el  7 de Agosto,  en mi matutina salida para jugar en la calle con mis amiguitas del barrio, sentí como si la mañana se hubiese fugado. Las aceras sudaban soledad y de las pocas radios de mi edificio, en lugar del alegre Titoliroliro de Bonet de San Pedro, de Mi jaca, de Estrellita Castro o de alguna de esas divertidas canciones de moda, salían voces estupefactas   entonando una letanía de “¡horrores inimaginables!”,   “¡todos muertos!”, “¡oh, Dios mío!”, “¡el fin del mundo!”…Con el corazón encogido subí a saltos los cuatro pisos que me separaban del regazo de mi padre. Puesto que no teníamos radio, ante mis asustadas e incoherentes palabras, mis padres salieron de la  casa en búsqueda de información.



Mejor  habría sido no tenerla nunca, mejor no haber sabido que, a las 8 y cuarto de la mañana del día anterior una ciudad había desaparecido como por arte de magia diabólica, que allí nunca más crecería la hierba, que los niños se habían evaporado de repente, que los adultos se habían desintegrado, que los árboles ya no existían y los pájaros se habían convertido en dolientes montoncitos de ceniza. Sí, el 6 de agosto de 1945, en Japón, un avión norteamericano, el B29 Enola Gay, había lanzado sobre Hiroshima la primera arma nuclear de la historia, la bomba Little Boy, provocando una masacre de consecuencias inimaginables.


Churchil, Truman y Stalin.


El 26 del anterior mes de Julio, el presidente de los Estados Unidos, Truman, y sus aliados firmaron la Declaración de Potsdam, un ultimátum a Japón, país con el que estaban en guerra desde el ataque nipón a Pearl Harbor, amenazándoles con bombardeos e instándoles al rendimiento. Los japonés hicieron oídos sordos a las advertencias y los americanos decidieron acabar con la guerra  pero al mismo tiempo con la vida de un número indeterminado de cientos de miles de civiles japoneses. Tres días más tarde de lo de Hiroshima,  el 9 de Agosto,  increíblemente se repetía la horripilante masacre en la ciudad de Nagasaki.  Aquellos criminales actos cambiaron para siempre el mundo conocido. En la historia, en mi alma infantil, y estoy segura  que en la de  millones de seres humanos, se  había abierto una herida incurable,  despertándose  la "psicosis nuclear". Pero muchas otras cosas sucedieron  el año de mi “debut escénico”.  1942. ¡Algunas incluso buenas!

Recordatorio de la boda de mis padres.

En octubre de ese año se había recibido, en casa de la familia Mariño-Pfarr, una misiva desde Cuba. La esposa de Arsenio le enviaba finalmente los papeles del divorcio. Espoleada Amanda por un rico norteamericano que insistía en contraer matrimonio con ella, decidió, al fin, enterrar el hacha de guerra. Nada tuvo que decir al respecto el hijo de ambos, Arseñito, pues para él, y según la información que su madre le diera, su padre había muerto años atrás. Así que en el mes de marzo del 43, tras los inevitables trámites que duraron meses, Arsenio y Dora contraían finalmente matrimonio. En este caso tampoco nada tuvo que decir al respecto la niña Yolanda Gloria Rocío ya que hasta más de una década después vivió ignorando el “terrible hecho” de que sus padres vivieran en pecadodurante años. Supongo que ellos lo celebrarían secretamente, con la euforia provocada por  tanto tiempo de espera, pero en la vida de Yolanda nada cambió. Su padre siguió siendo el hombre más hermoso y bueno del mundo y Dora y Jenny sus dos madres, como había sido desde el principio, desde antes de que unas   firmas legalizaran el amor que reinaba en la familia. Dora, María Dora después de su obligada conversión al catolicismo, había tenido que someterse durante meses a largas sesiones de catequesis para poder ser rebautizada en la religión católica, renegando así de su fe luterana. No creo que eso fuese traumático para ella pues nada era más importante en su vida que su adorado Arsenio. El caso es que tras la boda la pareja estaba en la gracia de Dios y Yolanda había dejado de ser una “bastarda”. Milagros de la religión.

En abril  de 1943 se publicaba en Francia por primera vez El principito, de Antoine de Saint Exupèry, aviador perteneciente a las Fuerzas Francesas Libres y  cuyo aeroplano se perdió en un lugar desconocido durante una operación en solitario, sumiendo su muerte en el misterio. Y en julio caía el régimen fascista italiano y Mussolinni  era apresado por orden de Víctor Manuel III.

La milagrosa penicilina, descubierta por Alexander Fleming en el 29,  que tantas vidas había salvado durante la segunda guerra mundial pero imposible de obtener en la España de la posguerra, se podía encontrar ya, aunque de “extraperlo” , en el bar Chicote de Madrid y es de suponer que en otros lugares estratégicos de la península. El Bar Americano Chicote,  famoso por sus cócteles y aún en activo en la Gran Vía de Madrid, era en aquellos días centro de encuentro de intelectuales y “chicas de compañía”.

En abril del 1944 las mujeres obtenían el derecho al voto en Francia. Un poco tarde para el país de la “libertad, fraternidad e igualdad”  ya que en Cuba, donde Ramón Grau San Martín llegaría  a la presidencia en el mes de mayo, aquel derecho existía desde el año 1934. También en  mayo, Ghandi era puesto en libertad en la India tras 21 meses de arresto. Roma era liberada por los Aliados y se producía el desembarco de Normandía en junio.
Marilyn Monroe
En el mismo mes de junio, la que sería en un futuro cercano ídolo de multitudes, Norma Jean Morteson, posteriormente rebautizada por su madre como Norma Jean Baker, en definitiva, Marilyn Monroe, contraía su primer matrimonio. Ella tenía entonces 16 años y su marido, el policía James Dougherty, 21. Y también nacían importantes artistas internacionales. Entre otros el roquerol Miguel Ríos, la bellísima Jaquelin Bisset, Michael Douglas y la mejor voz española de los últimos años, Rocío Jurado.

Rocío Jurado                                 Michael Douglas                                 Jaquelin Bisset



Los cuerpos de Mussolinni y Petacci, el segundo y tercero
de izquierda a derecha, colgados en Milán.

El 28 de abril de 1945 Benito Mussolinni y su amante Clara Petacci fueron fusilados en Dongo, al norte de Italia y sus cadáveres colgados, junto a los de varios de sus esbirros, el día 29 en la plaza Loreto  de Milán. Allí los cuerpos fueron sometidos por la muchedumbre a toda clase de vejaciones. Como colofón, el día 30 de abril, ante la constancia inminente de su derrota total,  Adolf Hitler y Eva Braun se suicidaban en el Furërbunker.  A petición propia sus cadáveres fueron inmediatamente quemados con gasolina y el 2 de Mayo Alemania se rendía definitivamente a los Aliados.

Y aquí en España, mientras yo crecía,  el trabajo menguaba. Con la reciente implantación del  documento nacional de identidad, magnífica estratagema para tener a todos los ciudadanos controlados,  y una cartilla de racionamiento instaurada en 1939 que ni remotamente conseguía cubrir las necesidades alimenticias de la población, la situación no parecía tener visos de mejorar.
Entre otros: Tina de Jarque, Conchita Piquer, Mercedes Serós,Amalía Isaura,
Pastora Imperio, La Yanky y Las Pfarry Sisters, en un homenaje a Ramper.  

Las Pfarry Sisters hacían esporádicas actuaciones por todo el territorio nacional, ahora con Gracia de Triana, luego con Ramper o Amalia Isaura, innegables figuras del momento que compartían los problemas laborables, las presiones sociales y las carencias que azotaban la España de la posguerra.


En una ocasión  ocurrió algo que voy a contaros: mientras trabajaban en  la revista Las tentaciones, con música de Jacinto Guerrero y textos de Antonio Paso, las mellizas hicieron  amistad con la joven y prometedora “vedette” Anita Lasalle. Y sucedió que, durante una función,  estando Ana en escena vestida con un aparatoso miriñaque, en un momento de despiste se acercó demasiado a las candilejas, rozando con la varilla de hierro de su falda uno de los focos y provocando un cortocircuito que rápidamente incendió la sintética tela de su ropa. Al verla envuelta en llamas y gritando, el regidor y mi madre, que estaba en escena, corrieron a socorrerla y, al lograr arrancarle el vestido, le salvaron la vida. Por  desgracia las graves quemaduras que sufrió la vedette en las piernas truncó para siempre su carrera. Muchos años más tarde, en circunstancias que narraré cuando llegue el momento, en otro país y siendo Ana Lasalle una actriz importante, nos reencontraríamos y ella se convertiría en mi profesora de dicción. Pero para detalles más extensos tendréis que esperar la llegada de aún lejanos capítulos. Si os apetece.


Próximo capítulo: Virgen Guadalupana











6 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
  2. Querido Rafael, he suprimido tu comentario ya que venia tu dirección de email. Gracias y un abrazo
    Yolanda

    ResponderEliminar
  3. Querida Yolanda, te felicito, tu blog cada día es más atractivo, te felicito.

    Un beso

    ResponderEliminar
  4. Gracias, Manu, por tus palabras. Este es el momento de decir que, gracias a tí, me metí en este mundo del blogeo. Tu hiciste mi primer contacto. Gracias tambien por eso.
    Yolanda

    ResponderEliminar
  5. Que interesante! Años más tarde imagino es la misma Ana Lasalle - me han contado - se sentaba en la puerta de la televisión cubana con unas tijeras, cortando los cabellos largos de los mancebos y bajando los dobladillos en las minifaldas, eran los 60! Yolanda TE SIGO! Tu Blog es una joya.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Querida Techy, he leido tus comentarios y me han servido de gran estímulo.
      Me parecen muy inteligentes y sensibles. Sí, tengo entendido que Ana se convirtió en una radical enfebrecida. Peor para ella.
      Por favor continua conmigo que eso es como una inyección de ánimo.
      Yolanda Farr

      Eliminar