Castillo del Morro (La Habana) |
Anones, mangos, plátanos, papayas, piñas que llenaban su boca de dulzores, su estómago de calorías y su alma de esperanza. Después de ese frugal desayuno-almuerzo nunca faltaba alguien que aceptara sus servicios para descargar carretas, colocar artículos en los mostradores o barrer el suelo del mercado. Eso le aseguraba el regalo de alguna barra de pan y de más frutas que él guardaba para la cena, a veces tantas que hasta podía compartirlas con algún que otro vagabundo, cosa que ciertamente no faltaba en aquellos tiempos por las calles de La Habana.
Como el muchachito se había ganado rápidamente, por su simpatía y esfuerzo, la confianza de los comerciantes pronto pasó a convertirse en recadero, en transportador de enormes paquetes que, con diligencia y siempre con una sonrisa, entregaba en hogares que estaban a veces a muchas cuadras de distancia y tras subir empinadas escaleras. La proverbial generosidad del cubano le proporcionaba entonces propinas que él guardaba, centavo a centavo, níquel a níquel, en un viejo calcetín. Las noches las pasaba durmiendo en algún portal o sobre un banco pero aquello no era problema alguno. El cálido clima de la isla, unos viejos periódicos estratégicamente colocados y el cansancio le permitían dormir a pierna suelta.
El Templete ( La Habana) |
Durante meses esa fue su vida. Sin tocar ni uno de esos centavos que recibía y desesperado porque aquel calcetín no engordaba lo suficiente para cumplir su propósito: pagar los viajes desde España de sus cuatro seres queridos. A saber cuantas veces fue en peregrinación al templete, o cuantas vueltas le dio a la célebre ceiba para que su deseo le fuese concedido. Pero…
Pronto comprendió que ni con ruegos ni con ese sistema de vida lograría su empeño, así que decidió que el camino a seguir en adelante era el del estudio. Se matriculó en una escuela pública. Y estudió y estudió y estudió con el mismo afán con que proseguía sus labores de recadero. La cosa se iba complicando pero eso era algo que nunca le amedrentó.
Dos años después, convertido en un gallardo joven, tenía ya el diploma de secretariado y un montón de calcetines llenos de monedas, lo cual comprendía con toda claridad que no era aún ni remotamente suficiente. Pero no habría obstáculo infranqueable entre él y el cumplimiento de la promesa a su familia. Así que con su flamante diploma fechado en el año 1918 se lanzó a la búsqueda de un empleo más adecuado y lucrativo.
El Presidente Wilson con la comisión estadounidense de la paz en el Palacio de Versalles |
En esa misma fecha, en medio de una Primera Guerra
Mundial, que afortunadamente en nada estaba afectando a la hermosa isla de Cuba, el presidente de EE.UU. Woodrow Wilson exponía sus
famosos 14 puntos que debían asegurar la paz en Europa y que dio pie ese Tratado
de Versalles que pondría final a la sangrienta contienda
que desbastó Europa. En Kansas se detectaba el primer caso de la mal llamada
Gripe Española, enfermedad que causaría la muerte al 2% por ciento de la población mundial y
el contagio del terrible virus a un 20%.
En contra de lo que el nombre de esa pandemia daba a entender, la misma no se
inició en España. Fue denominada así por la absurda razón de que la prensa
española le dio más atención que la que le prestaban otros
países, otras naciones involucradas en aquella guerra mundial a cuya evolución, como es natural dedicaban mayor cobertura.
Los alemanes utilizaban por primera vez armas químicas en los frentes de batalla. Esos terribles gases tóxicos.
La Guerra civil rusa, que comenzó tras la abdicación del Zar Nicolás II en 1917, estaba a punto de provocar el mayor cisma social del siglo veinte. En un principio los bolcheviques León Trosky y Vladimir Illich Lenin ocuparon puestos estratégicos en Petrogrado pero, al poco tiempo, las diferencias políticas obligaron a Trosky a asilarse en Méjico donde acabaría siendo asesinado por un agente español, Ramón Mercader.
El Zar Nicolás II y su familia |
El ex Zar Nicolás II fue fusilado, junto con su familia, algunos de los cuales fueron rematados a palos en un salón de la casa Ipátiev el 16 de Junio del 1918. Uno de esos actos de crueldad que las revoluciones tienden a propiciar.
Manolete Zsa Zsa Gabor Pedro Infante |
Cuando en ese año nacen Nelson Mandela y Anuar el-Sadat, John F. Kennedy, tenía escasamente un año, al igual que el maestro del toreo Manolete, Pedro Infante, una de las mejores voces de Méjico o la explosiva Zsa Zsa Gabor.
Mata Hari |
Mientras, en París era detenida la más controvertida y bella espía, Mata Hari, exótica bailarina que en esos momentos llenaba de admiración y fervor los salones de la ciudad. Aun que bajo dudas, que por cierto siguen vigentes, la hermosa mujer, nacida en Los Países Bajos, fue fusilada a los pocos meses, dejando tras de sí una estela de misterio que perdura hasta nuestros días.
El tiempo iba pasando en la vida de nuestro protagonista. Arsenio, que finalmente consiguió trabajo como secretario en un importante bufete de abogados, con la ayuda de un jefe que había quedado prendado por sus virtudes, logró traer a su familia. Gloria, su madre, y sus hermanas estaban en Cuba desde 1922, años antes de que la familia Pfarr arribara a la Perla de las Antillas. Las niñas llorosas que dejara mi padre en Ourense, Carmen y Mercedes, se iban convirtiendo en bonitas mujeres y Olimpia, aquel bebé que en brazos de su madre y en la angustiada compañía de sus hermanos había sido expulsado de la aldea tras el oneroso asesinato de su padre, era ahora una traviesa y alegre niña a punto de dejar de serlo.
Mi abuela Gloria con mi padre |
En 1926 Arsenio contrajo matrimonio con Amanda, la hija de su jefe, todo un acontecimiento social debido a la posición del padre de la novia, prestigioso abogado, y al año siguiente la abuela Gloria era bendecida con su primer nieto: Arseñito. La relación entre suegro y yerno había sido excelente
desde que el joven inmigrante entró a formar parte de su plantilla. El famoso suegro proclamaba que Arsenio era el hijo que siempre
había deseado tener y como tal lo trataba.
Entre los abundantes clientes del bufete había un norteamericano, de dudosa reputación pero abundante fortuna, que disfrutaba conversando con mi padre, riendo como un chiquillo con su chapurreado inglés y con aquel dulce acento gallego que nunca perdió. Un día, a comienzos del 1929, el norteamericano propuso al gallego ser su socio en lo que el describió como “el mejor y más lujoso cabaret de La Habana”. La inauguración estaba prevista para el año siguiente y, tras algunas consultas familiares, Arsenio aceptó.
Lo que Arsenio Mariño no imaginaba era que acababa de comprar un pasaje sin retorno para la más arriesgada y hermosa experiencia de su vida.
Próximo capítulo: Cuba 1926 - Epílogo (el desenlace).
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