Ay, aquellos locos, felices años veinte,
los Golden Twenties, que llenaron de glamour, alegría y riqueza a casi todos
los países desarrollados. El nacimiento del Charleston, el auge de las Jazz Bands... Aquella descocada vida que reinó en EE.UU a pesar de la promulgación, en 1920, de la ley seca. Que maravilla, esos fantásticos músicos floreciendo bajo el auspicio de los cientos de garitos que brotaban a escondidas, pero en generoso contubernio con la policía. Lugares que se fueron convirtiendo , gracias a las abundantes ganancias que producía la venta del
prohibido alcohol y de otras drogas, en grandes night clubs. Aquellos centros de música, alegría,
gánsters y desenfrenada locura.
En esa década, que realmente no fue tal ya que la euforia duró de 1922 al 1929, grandes eventos conmocionaban al mundo: Lindberg realizaba el primer vuelo transoceánico, la Bell Telephone Company, desde New York, lograba la primera trasmisión de imágenes a distancia, las mujeres accedían al sufragio por primera vez en algunos países de América del Sur, como por ejemplo en Ecuador. Coolidge, ese injustamente casi desconocido presidente de EE.UU., firmaba la importante "Indian Citizenship Act", primera acta que equiparaba y garantizaba los derechos de las tribus indias de Norte América. En España se estrenaba El Sombrero de Tres Picos de Manuel de Falla con decorados de Picasso, se instituía la Sociedad de Naciones, etc. En la parte negativa los marines invadían Nicaragua, en Méjico Pancho Villa moría asesinado, Japón se apoderaba de Corea y de las colonias que Alemania tenía en el Pacífico mientras los germanos sufrían en su país el estado de excepción y una inflación que se disparaba sin contención.
Greta Garbo Melvyn Douglas Mae West |
Pero al otro lado del Atlántico, Hollywood se estaba internacionalizando y adoptando a grandes estrellas extranjeras como Pola Negri, polaca, Greta Garbo, sueca, Rodolfo Valentino, italiano, Lillian Gish o Charles Chaplin, británicos, Mary Pickford, canadiense, artistas que rivalizaban en los corazones del público con Mae West, Harold Lloyd o Melvyn Douglas, oriundos de Norte América.
La Garbo rodaba su primera película en la meca del cine, “El Torrente”, en 1926, el mismo año en que Einsenstein filmaba en Rusia su obra maestra, “El Acorazado Potemkin”. El cine, que aún era mudo, había cautivado al espectador casi desde sus comienzos, convirtiéndose en una productiva industria. Si Hollywood deslumbraba con producciones llenas de belleza y lujo en Alemania surgía el expresionismo cinematográfico. Films como Metrópolis, de Frits Lang, El Gabinete del Doctor Galigari, de Weine o el Nosferatu, de Murnao, la primera visión cinematográfica de esos vampiros que han llegado hasta nuestra época con tanto éxito, asombraban por su fuerza visual a un público prácticamente novato y deslumbrado con eso del milagro del celuloide. En el año 1927, mientras en China un terrible seísmo callaba para siempre a 200.000 bocas, Hollywood hablaba por primera vez en una película sonora, El cantante de Jazz.
De izquierda a derecha: Rheinhold hijo, Rheinhold padre, Dorchen, Jenny hija y Jenny madre recién llegados a La Habana |
Como veréis, cuando en el año 26 la familia Pfarr llegó a tierras cubanas huyendo del estado de excepción y de la imparable inflación alemana, cuando arribaron a esa isla cuya belleza embriagaba a nacionales y extranjeros, provocando en unos y otros milagros de música, colores, aromas y sensualidad, cosas muy importantes pasaban o estaban a punto de pasar en el mundo.
Las mellizas, a sus diez y seis años, también debieron sentir como cosas importantes ocurrían dentro de ellas. Sus hormonas, por muy germanas que fuesen, debieron experimentar la revolución que el trópico provoca, la ebriedad que los perfumes tan cubanos a galán de noche o madreselva, producen en el alma, sumiéndolas en el desconcierto propio de la pubertad. Malos tiempos fueron, sin duda, para todos ellos, desconocedores del idioma, asfixiados por la exuberancia de un paisaje y unos nativos tan diferentes a los de su país natal, roto todo vínculo con su patria y su pasado, a miles y miles de kilómetros.
Las Pfarry Sisters |
Las Pfarry Sisters |
Mi madre y mi tía, ya bajo el nombre artístico de “Las Pfarry Sisters”, habían dejado de ser niñas prodigio y se habían convertido en adolescentes y en el proyecto inminente de dos bellas mujeres. Sus maneras europeas, su exótico acento y la originalidad de sus bailes comenzaron a abrirles las puertas, aunque fuesen de servicio, de la alta sociedad. Eran llamadas a menudo para amenizar fiestas organizadas por los casinos y sociedades, convirtiéndose así en el principal sostén económico de la familia. La mencionada originalidad de sus danzas consistía en que, desde la infancia y debido a las marcadas diferencias físicas entre ambas, mi tía era pequeña y frágil y mi madre alta y fuerte, una fungía de chica y la otra de chico. Eso, que durante la infancia berlinesa había causado gracia y simpatía, acabó despertando el morbo del público, aunque solo fuese porque la imagen de una mujer vestida de hombre era algo inusitado en aquellos tiempos. Así entraban por los ojos del respetable, pero acaban quedándose en sus corazones gracias a la clase y el vigor que imprimían a sus bailes.
Wilhem Rheinhold (Onkel Willy) con la banda del ejercito. Berlin. |
Rheinhold padre e hijo no hallaban camino para su virtuosismo en una Cuba pródiga en arte y artistas pero cuyo fuerte no era ni remotamente la música clásica. Alguna que otra vez mi abuelo conseguía dar un recital en un centro cultural y en alguna ocasión mi tío, es posible que más por su juventud y apostura que por su innegable destreza pianística, era contratado para interpretar valses y una que otra pieza ligerita en la puesta de largo de alguna “pepilla” de clase alta.
Así que, frustrados artísticamente y heridos en su orgullo masculino, decidieron aceptar la sugerencia que, por medio de cartas, les había hecho Onkel Willy, un tío de mi abuelo que hacía ya años había emigrado de Alemania a E.E.U.U. “Mein geliebt neffe Rheinhold, (mi querido sobrino Rheinhold), veniros a Chicago. Yo vivo aquí desde hace cuatro años y he logrado entrar en la sinfónica de chelista. Son varios los músicos alemanes que tocan en la orquesta, muy bien considerados por cierto, y es muy posible que logre introducirte en ella”, les escribía. Así pues, en 1927, solo un año y pico tras su llegada a Cuba, los dos hombres de la familia emprendieron un nuevo exilio; el camino hacia Norte América, con la intención de labrarse una posición y reclamar al resto de la familia. Su partida debió estar llena de angustia y temor por los que dejaban atrás. Temores que, mire usted por donde, resultaron absurdos pues mi abuela Jenny, que sin duda llevaba con fiereza en su sangre el matriarcado, tomó la batuta y conservó su hogar, con rigor y disciplina, no solo a flote si no boyante. Las “Pfarry Sisters” fueron aumentando su prestigio y con él sus honorarios, pingües beneficios que iban a engrosar la bolsa de la madre.
Capitolio de La Habana |
Escalinata de la Universidad |
Cuba en aquellos tiempos estaba gobernada por Gerardo Machado, quien a parte de sangrientas palizas a disidentes y asesinatos a opositores, dejó para la posteridad obras como el Capitolio de La Habana, la carretera central que une la isla de occidente a oriente como un cordón umbilical o esa hermosa escalinata de la Universidad que sería escenario, en un futuro, de incontables revueltas estudiantiles, es decir, actos de repudio a gobiernos que se caracterizaban por el latrocinio y la represión. Realmente esa hermosa Cuba tuvo casi siempre suerte nefasta con sus gobernantes.
Pero volviendo al caso que nos interesa: Las “Pfarry Sisters”, es decir mi madre y mi tía, pasaron de entrar en las mansiones de la alta sociedad por la puerta de servicio a ser figuras reclamadas y admiradas en los mejores salones y cabarets de la Habana. Paso a paso. Poco a poco. Eso sí, con mi abuela Jenny de continua “madre del artista” o chaperona.
Sin duda las mellizas, Dorchen y Jenny, debían estar hartas de ser explotadas desde pequeñas. Es imposible, para quién no lo haya experimentado, comprender lo que significa para un niño perder su niñez, ese tiempo de juegos y despreocupación que no se recupera nunca, en aras del beneficio ajeno.
Y entonces, a principios de 1930, se inauguró en La Habana uno de los cabarets más lujosos del mundo: el Sans Souci, lugar emblemático en cuyo seno se iba a fraguar la más hermosa y trágica historia de amor.
Próximo capítulo. Cuba 1926 - 2ª Parte
Yolando, te vengo siguiendo desde el principio. Excelente trabajo. Abrachos desde LA.
ResponderEliminar