Mis raices

                                                                  
Mis Raíces
(Primera parte).

Alemania. 1890-1918.  Mis madres.

El Reichstag

Puerta de Brandemburgo
Berlín era una ciudad plena de vida artística  e industrial, poseedora de maravillas arquitectónicas como el Reichstag o La Puerta de Brandemburgo. Otto von Bismark, artífice del imperio alemán, se había esforzado por mantener a su país en las mejores relaciones con el resto de Europa, consiguiendo domeñar el eterno espíritu guerrero de los alemanes. Pero esta beatífica etapa solo duró hasta que en 1890 Guillermo II tomase el poder y abandonase la política prudente de Bismark. El Kaiser, como se hacía llamar, decidió convertir a Alemania en la mayor potencia militar de Europa lo cual  creó tensiones con  el resto del continente. A base de ese innegable ingenio y de la tenacidad alemanes, poco atdó el país en desarrollar una industria naval y aérea impresionante. Así que  Berlín siguió creciendo en todos los ámbitos.. La ciudad estaba plagada de espectáculos; innovador teatro, music halls y adorables "cafés concert" o "cafés literarios".  Y fue durante ese auge germano que nacieron las mellizas. Exactamente en Junio de 1909.
Familia Pfarr
El padre de las niñas era un guapo y talentoso pianista, Rheinhold, y la madre Jenny, una joven de la alta sociedad  que fue considerada, a partir de su matrimonio con el músico, como la oveja negra de la familia. Pero sabido es que el amor no responde a más leyes que las que él mismo impone, ¡y había resultado tan romántica la manera en que  ambos se conocieron..!

Jenny tenía una tía muy joven, Gretchen, que organizaba en su palacete grandes fiestas.  En ellas se reunía  la buena sociedad y parte de la nobleza berlinesa. Pues fue durante uno de esos actos socioculturales que el destino quiso unir a Jenny y al pianista que había sido contratado para amenizar uno de esos exquisitos ágapes: Rheinhold, Ella, puesto que formaba parte de la familia, era una de las selectas invitadas.  Cupido,  que  deambulaba por esos salones, curioso y siempre activo,  decidió asaetear con fiereza a aquellos dos jóvenes corazones. El resultado final fue que Jenny, con la "A" de anatema prendida a un pecho tan henchido de amor que no notaba su peso,  abandonó  su próspero hogar y se unió a la  bohemia vida del músico.

Rheinhold hijo fue el primero en nacer de esa unión y con posterioridad vinieron al mundo las mellizas.

En lo económico la familia se mantenía  gracias a las actuaciones del padre en los abundantes locales musicales que, como ya he dicho, ambientaban las tardes y noches de Berlín así como con algún que otro esporádico concierto de más envergadura.  En el año 1914,  estalló esa Primera Guerra Mundial en la cual Alemania se impondría, sobre todo en las batallas aéreas, gracias a los aviones Fokkers que se hicieron tristemente famosos en gran parte de Europa. Jenny contaba que, antes de ser repudiada, en las grandes reuniones, en casa de la tía Gretchen, había visto con frecuencia a un joven llamado Manfred von Richthofen,  sorprendiéndose  de que aquel gallardo pero inmaduro joven de la nobleza fuese considerado un héroe nacional gracias a la destreza aérea que puso al servicio de la guerra.  El joven era el renombrado Barón Rojo y  los vuelos en su Albatros o su Fokker se convirtieron en tema de conversación inevitable del momento y en loa generalizada.




Tras cuatro años de contienda europea Alemania empezó a desfallecer. El presentimiento de la derrota sumió al país en una depresión que afectó a la vida cotidiana. Las fortunas se perdían y los negocios se derrumbaban,  arrastrando en su caída a gran parte de la alegre vida nocturna. Por fortuna el genio artístico de Rheinhold padre había resultado transferido genéticamente a sus hijos, lo que propició que, convertidos en una  troupe, “Los Rheinhold” triunfaran en la ciudad de Berlín. El padre al piano, el hijo al violín y las mellizas bailando delicadas coreografías, que ellas mismas se inventaban, a la temprana de ocho años conquistaban el corazón del público.
Jenny y Dorchen


En 1918 finalizó aquella Primera Guerra Mundial que segó la vida de miles y miles de europeos. Ese mismo año Guillermo II se exilió en Holanda dejando paso a la república y  tras de sí a una Alemania depauperada. Años más tarde, los protagonistas de esta historia, la familia Pfarr, decidió buscar campos más fértiles, tierras limpias de  metralla donde desarrollar su arte. Desconozco como se realizaría la elección. Quizá  alguien dio impulso a uno de esos globos terráqueos giratorios, puede que otro alguien decidiera que allí donde los giros terminaran se dirigiría la troupe “Los Rheinhold” en busca del Shangrilá de paz que Europa entera estaba deseando. Es posible que tan solo el azar eligiese  esa pequeña isla al otro lado del mundo llamada Cuba.

El caso es que allí fue donde mi abuela Jenny, mi abuelo Rheinhold, mi tío  Rheinhold junior y las mellizas Dorchen y Jenny, es decir, mi madre y mi tía, desembarcaron un día del año 1925.

Mis raíces.
(Segunda parte).


Monforte de Lemos. Principios del siglo XX. Mi padre.

María Cristina de Habsburgo, la esposa de Alfonso XII era la regente de España en 1901, año en que Arsenio nació. No es que eso tuviera relevancia en la pequeña aldea de Orense en la que vino al mundo, aquel caserío compuesto de unas pocas chozas y cuyos ocupantes vivían tan solo para el cultivo de unas  tierras arrendadas  a un cacique explotador .  La pobre María Cristina había tenido que cargar con las graves consecuencias que trajeron a España  la pérdida del dominio  sobre Cuba y Filipinas, y era notorio el estado de guerra que se iba extendiendo por  la península a causa del malestar general y la agitación obrera.


En el año 1902 Alfonso XIII inició un agitado reinado que duraría hasta 1923. Galicia era, por aquellos días, una región abandonada de la mano de Dios y del rey. En Ourense el índice de analfabetismo era del 56%, el sistema de comunicaciones era infame y los habitantes de muchas de las aldeas que poblaban la campiña ni siquiera figuraban en el censo. Sin embargo en Madrid, capital del reino, bajo los auspicios del soberano, el mundo de la cultura estaba experimentando un auge sublime. El ámbito de las letras, como el de la música o el de la pintura, estaban pariendo, amamantando o viendo desarrollarse a muchos de los grandes genios de ese siglo veinte.



Pero mientras tanto en Galicia, Emilia Pardo Bazán y Concepción Arenal, luchaban para llevar la más elemental alfabetización a los campos y hasta a muchas ciudades gallegas. Sobre todo,  intentaban eliminar aquel conservadurismo tan machista que impedía a las mujeres el acceso a la enseñanza. Y ese era el mundo en que vivía Gloria, futura madre de Arsenio, pero eso si,  como privilegiada hija de un maestro progresista que le fue trasmitiendo conocimientos hasta en día en que el amor por un hermoso e inculto mancebo la arrancara de sus brazos y de Monforte de Lemos, Lugo.

Por aquellos días Salvador, futuro padre de Arsenio, solía dirigirse a la ciudad cargando con las verduras y frutas que lograba salvar de la rapiña de su arrendatario,  ofreciéndolas de casa en casa. Así se conocieron y así se enamoraron, ella imbuida por el romanticismo de la época y por aquellas novelas de la Pardo Bazán  y él enajenado por su belleza y por ese halo de cultura que más tarde llegó a detestar. Y tras una boda relámpago,  para gran disgusto del padre, a la aldea dirigieron sus vidas los recién esposados señores Mariño.

Agria debió ser la existencia para Gloria en un ambiente tan hostil.  Mientras Albeniz componía entre el 1905 y el 1908 su obra maestra, la “Suite Iberia”, el británico William Hoover inventaba la aspiradora, la norteamericana Alva Fisher, en 1910, patentaba la lavadora, ella fue encalleciendo sus manos y pariendo  hijos: tres niñas cuyos nombres serían Carmen, Mercedes y Olimpia y  un varón, Arsenio, el que, como primogénito,  cuidaba con esmero de sus hermanas. Ninguno de ellos tuvo acceso a la escolarización pero desde muy temprana edad aprendieron, gracias a Gloria, los rudimentos de la lectura. Al principio, a escondidas del padre, ella solía lanzar las cenizas del fuego sobre el suelo del llar y con su dedo dibujaba las vocales y consonantes de ese idioma gallego que adoraba. Más adelante fueron los textos de  Pardo Bazán y Concepción Arenal, libros que había conseguido conservar de su pasado, los que amenizaban las lecturas de ese sector de la familia.
En una ocasión, Salvador, que solía pasar largas horas  en la única tasca de la aldea, llegó a jugarse a su mujer, ebrio de orujo y ludopatía,  perdiéndola  a las cartas. La  tasquera, testigo de aquello e indignada, decidió contar a Gloria lo que estaba pasando y en una carrera tan veloz que casi no  hundía sus pies en el fango del sendero, llegó a la morada de los Mariño y lanzó al aire la noticia. Cuentan que la épica imagen de Gloria, perol en mano, destrozando a “perolazos”, ante los impávidos parroquianos, la mesa de juego en la que su marido se había jugado su honor, fue algo que la aldea nunca olvidó.  
Otra noche Salvador no volvió a la casa tras aquellas jornadas de sol a sol a las que obligaba el patrón. Tampoco lo hizo esa madrugada. Pero aquello no era  inusual. Inusual fue  a la mañana siguiente ver al Señorito trotar hacia la casa a lomos de su caballo roano, y espantoso comprobar que aquel bulto que traía a la grupa era el cuerpo  acribillado del padre de familia “Desde hay días sospeitaba que este cabrón roldaba a miña casa e a miña muller. Tedes un día para abandonar as miñas terras”. (“Desde hace tiempo sospechaba que este cabrón rondaba mi casa  y a mi mujer. Tenéis un día para abandonar mis tierras”), dijo mientras dejaba caer al fango el agujereado cadáver. Debió ser una imagen impactante la de aquel momento: Gloria, con su hija Olimpia aún en brazos, dos niñas, Mercedes y Carmen, aferradas a su falda mientras de sus ojos comenzaba a manar una catarata de  lágrimas y a su lado, erguido, un frágil muchachito de catorce años, con los puños apretados hasta hacer brotar su sangre  en un afán por contener la furia y el dolor. En ese mismo momento Arsenio comprendió  que, a partir de entonces, él era el hombre de la casa y que su misión era salvar lo que quedaba de la familia.
A la mañana siguiente, con los pocos hatillos que contenían sus pertenencias, a bordo de una destartalada carreta prestada, se dirigieron a Monforte, a casa de ese padre que años atrás, cegada de amor e inconsciencia, Gloria abandonara. Sin duda fueron bien acogidos. Sin duda aquel buen anciano les brindo cobijo, pero Arsenio, al que la tragedia convirtió en hombre de la noche  a la mañana,  comprendió que su obligación era buscar para  la familia un futuro mejor.

Por boca de un indiano que  quiso volver a su terruño para morir, Arsenio había sabido, allá en la aldea nativa, de América y sus posibilidades. Así que un buen día y tras prometer a su madre y sus hermanas que mandaría muy pronto a buscarlas, se subió clandestinamente en un tren de mercancías con rumbo a Vigo y una vez allí abordó como polizón un carguero que se dirigía a las Américas. Unas jornadas más tarde, ya en alta mar, fue descubierto por la marinería, pero con la fortuna de que el "galleguiño" que capitaneaba el barco fuese un hombre compasivo. Es decir que, en lugar de arrojarle por la borda, acto muy usual en aquellos días, optó por tomarle como pinche.Y gracias a ese acto de bondad,  bastantes semanas después, Arsenio Mariño desembarcaba en el puerto de la Habana. Catorce años tenía mi padre en esos momentos.
Cuando sus alpargatas tocaron suelo cubano, en el año 1916, gobernaba la isla el presidente Aurelio Mario García Menocal, general del ejército mambí y Cuba era una isla aún convulsa tras la reciente Guerra de Independencia.

Puedo casi ver la desgarbada figura de un adolescente, gorra en mano como señal de respeto ante las maravillas que sus ojos descubrían mientras caminaba por el Paseo del Prado o deslumbrándose frente al impresionante Malecón. 

Y en ese hermoso país, aquel jovencísimo gallego nacido en una aldea de Monforte de Lemos, Lugo, y con el alma llena de morriña, dedicó su vida a trabajar en lo que se terciase, de chico de los recados, de amanuense en una fábrica de puros,   estudiando al mismo tiempo en los colegios públicos nocturnos, intentando labrarse una posición económica que le permitiera recuperar a la adorada familia. Cosa que logró tras ardua lucha algunos años más tarde.  ¡Olé por mi padre!



Nota aclaratoria para mis lectores.


 Estas Instantáneas, Berlín y Monforte de Lemos, ambas dedicadas a  Jenny y Dora, mi madre y mi tía, y a mi padre Arsenio, a consecuencia de la poca información exacta que de los hechos poseo, han sido por mí noveladas. Basándome en los escasos detalles de sus vidas que me fueron narrados he decidido completarlos y adornarlos dando rienda suelta a mi imaginación. Es mi homenaje a esos tres seres tan queridos y especiales.

                                                
CUBA 1926 
(Primera Parte).



¡Ay, aquellos locos, felices años veinte, los Golden Twenties que llenaron de glamour, alegría y riqueza a casi todos los países desarrollados! El nacimiento del Charleston, el auge de las Jazz Bands... Aquella descocada vida que  reinó en EE.UU a pesar de la promulgación, en 1920, de la ley seca. ¡Que maravilla, esos fantásticos músicos floreciendo   bajo el auspicio de los cientos de garitos que brotaban a escondidas, pero en generoso contubernio con  la policía.! Lugares que se fueron convirtiendo, gracias a las abundantes ganancias que producía la venta del prohibido alcohol y de otras drogas, en grandes night clubs. Aquellos centros de música, alegría, gansters y desenfrenada locura.

En esa década, que en realidad no fue tal ya que la euforia duró de 1922 al 1929, grandes eventos conmocionaban al mundo: Lindberg realizaba el primer vuelo transoceánico, la Bell Telephone Company, desde New York, lograba la primera trasmisión de imágenes a distancia, las mujeres accedían al sufragio   en algunos países de América del Sur, como por ejemplo en Ecuador.  Coolidge, ese injustamente casi desconocido presidente de EE.UU., firmaba la importante "Indian Citizenship Act", primera acta que equiparaba y garantizaba los derechos de las tribus indias de Norte América. En España se estrenaba El Sombrero de Tres Picos de Manuel de Falla con decorados de Picasso,  se instituía la Sociedad de Naciones, etc. En la parte negativa los marines invadían Nicaragua, en Méjico Pancho Villa moría asesinado, Japón se apoderaba de Corea y de las colonias que Alemania tenía en el Pacífico mientras los germanos sufrían en su país el estado de excepción y una inflación que se disparaba sin mesura.
Greta Garbo                Melvyn Douglas                Mae West

Mientras, al otro lado del Atlántico, Hollywood se  internacionalizaba, adoptando a grandes estrellas extranjeras como Pola Negri, polaca, Greta Garbo, sueca, Rodolfo Valentino, italiano,  Lillian Gish o Charles Chaplin, británicos, Mary Pickford, canadiense, artistas que rivalizaban en los corazones del público con Mae West,  Harold Lloyd o Melvyn Douglas, oriundos de Norte América.

La Garbo rodaba  su primera película en la meca del cine, “El Torrente”, en 1926, el mismo año  en que Einsenstein filmaba en Rusia su obra maestra, “El Acorazado Potemkin”.  El cine, que aún era mudo,  había cautivado al espectador casi desde sus comienzos, convirtiéndose en una  productiva industria. Si Hollywood deslumbraba con producciones llenas de  belleza y lujo en Alemania surgía el expresionismo cinematográfico. Films como Metrópolis, de Frits Lang,  El Gabinete del Doctor Galigari, de Weine o el Nosferatu, de Murnao, la primera visión cinematográfica de esos vampiros que han llegado hasta nuestra época con tanto éxito, asombraban por su fuerza visual a un público  novato y deslumbrado con eso del "milagro del celuloide". En el año 1927, mientras en China un terrible seísmo callaba para siempre a 200.000 bocas, Hollywood hablaba por primera vez en una película sonora, El cantante de Jazz.

De izquierda a derecha: Rheinhold hijo, Rheinhold padre,
 Dorchen, Jenny hija y Jenny madre.
Recién llegados a La Habana

Como veréis, cuando en el año 26 la familia Pfarr llegó a tierras cubanas huyendo del estado de excepción y de la imparable inflación alemana, cuando arribaron a esa isla cuya belleza embriagaba a nacionales y extranjeros, provocando en unos y otros milagros de música, colores, aromas y sensualidad, cosas muy importantes pasaban o estaban a punto de pasar en el mundo.

Las mellizas, a sus diez y seis años, también debieron sentir como cosas importantes ocurrían dentro de ellas. Sus hormonas, por muy germanas que fuesen, debieron experimentar la revolución que el trópico provoca, la ebriedad que los perfumes tan cubanos a galán de noche o madreselva producen en el alma, sumiéndolas en el desconcierto propio de la pubertad. Malos tiempos fueron, sin duda, para todos ellos, desconocedores del idioma, asfixiados por la exuberancia de un paisaje y unos nativos tan diferentes a los de su país natal, roto todo vínculo con su patria y su pasado. A miles y miles de kilómetros.

Las Pfarry Sisters
Las Pfarry Sisters

Mi madre y mi tía, ya bajo el nombre artístico de “Las Pfarry Sisters”, habían dejado de ser niñas prodigio y se habían convertido en adolescentes y en el proyecto inminente de dos bellas mujeres. Sus maneras europeas, su exótico acento y la originalidad de sus bailes les abrieron  las puertas, aunque fuesen de servicio, de la alta sociedad. Eran llamadas a menudo para amenizar  fiestas  organizadas por los casinos y sociedades, convirtiéndose así en el principal sostén económico de la familia. La ya mencionada originalidad de sus danzas consistía en que, desde la infancia y debido a las marcadas diferencias físicas entre ambas, mi tía era pequeña y frágil y mi madre  alta y fuerte, una fungía de chica y la otra de chico. Eso, que durante la infancia berlinesa había causado gracia y simpatía, acabó despertando el morbo del público, aunque solo fuese porque la imagen de una mujer vestida de hombre era algo inusitado en aquellos tiempos. Así entraban por los ojos del respetable, pero acaban quedándose en sus corazones gracias a la clase  y el vigor que imprimían a sus bailes.
Wilhem  (Onkel Willy)
con la banda del ejercito. Berlin. 

Rheinhold padre e hijo no hallaban camino para su virtuosismo  en una Cuba pródiga en arte y artistas pero cuyo fuerte no era en absoluto la música clásica. Alguna que otra vez mi abuelo conseguía dar un recital en un centro cultural y en alguna ocasión  mi tío, es posible que más por su juventud y apostura que por su innegable destreza pianística, era contratado para interpretar valses y una que otra pieza ligerita en la puesta de largo de alguna “pepilla” de clase alta.




Así que, frustrados artísticamente y heridos en su orgullo masculino, decidieron aceptar la sugerencia que, por medio de cartas, les había hecho Onkel Willy, un tío de mi abuelo que hacía ya años había emigrado de Alemania a E.E.U.U. “Mein geliebt neffe Rheinhold, (mi querido sobrino Rheinhold), veniros a Chicago. Yo vivo aquí desde hace cuatro años y he logrado entrar en la sinfónica de chelista. Son varios los músicos alemanes que tocan en la orquesta, muy bien considerados por cierto, y es muy  posible que logre introducirte en ella”, les escribía. Así pues, en 1927, solo un año y pico tras su llegada a Cuba, los dos hombres de la familia emprendieron un nuevo exilio, el camino hacia Norte América,   con la  intención de labrarse una posición y reclamar al resto de la familia. Su partida debió estar llena de angustia y temor por los que dejaban atrás. Temores que, mire usted por donde, resultaron absurdos pues mi abuela Jenny, que sin duda llevaba con fiereza en su sangre el matriarcado, tomó la batuta y conservó su hogar, a base de rigor y disciplina,  no solo a flote si no boyante. Las “Pfarry Sisters” fueron aumentando su prestigio y con él sus honorarios, pingües beneficios que iban a engrosar la bolsa de la madre.

Capitolio de La Habana

Cuba en aquellos tiempos estaba gobernada por Gerardo Machado, quien a parte de sangrientas palizas a disidentes y asesinatos a opositores, dejó para la posteridad obras como el Capitolio de La Habana, la carretera central que une  la isla de occidente a oriente o esa hermosa escalinata de la Universidad que sería escenario, en el futuro, de incontables revueltas estudiantiles, es decir, actos de repudio a  gobiernos que se caracterizaban  por el latrocinio y la represión. Me temo que la hermosa Cuba tuvo casi siempre suerte nefasta con sus gobernantes.

Pero volviendo al caso que nos interesa: Las “Pfarry Sisters”, es decir mi madre y mi tía, pasaron de entrar en las mansiones de la alta sociedad por la puerta de servicio a ser figuras reclamadas y admiradas en los mejores salones y cabarets de la Habana. Paso a paso. Poco a poco. Eso sí, con mi abuela Jenny de continua “madre del artista” o chaperona. 


Sin duda las mellizas, Dorchen y Jenny, debían estar hartas de ser explotadas desde pequeñas. Es imposible, para quién no lo haya experimentado, comprender   lo que significa para un niño perder su niñez, ese tiempo de juegos y despreocupación que no se recupera nunca, y mucho más cuando esto ocurre  en aras  del beneficio crematístico ajeno.

Y entonces, a principios de 1930, se inauguró en La Habana uno de los cabarets más lujosos del mundo: el Sans Souci, lugar emblemático en cuyo seno  se iba a fraguar la más hermosa y dramática historia de amor.






                                             
Cuba 1926 

(Segunda Parte)


Castillo del Morro (La Habana)



¡Cuán terribles fueron aquellos primeros tiempos para el pobre gallegiño que en 1916 llegara de polizón a la isla, con 15 años y totalmente solo en Cuba, con tan escasa cultura y tanta hambre! Contaba mi padre que cada madrugada acudía al mercado y buscaba entre la basura esas frutas, exóticas para él, que los vendedores tiraban por estar algo pasadas, o maculadas, demasiado pequeñas o verdes. Piezas que para él resultaban manjares y que los compradores despreciaban por imperfectas.





Anones, mangos, plátanos, papayas, piñas que llenaban su boca de dulzores, su estómago de calorías y su alma de esperanza. Después de ese frugal desayuno-almuerzo nunca faltaba alguien que aceptara sus servicios para descargar carretas, colocar artículos en los mostradores o barrer el suelo del mercado. Eso le aseguraba el regalo de alguna barra de pan y de más frutas que él guardaba para la cena, a veces tantas que hasta podía compartirlas con algún que otro vagabundo, cosa que no faltaba en aquellos tiempos por las calles de La Habana.





Como el muchachito se había ganado de inmediato, por su simpatía y esfuerzo, la confianza de los comerciantes pronto pasó a convertirse en recadero, en transportador de enormes paquetes que, con diligencia y siempre con una sonrisa, entregaba en hogares que estaban algunas veces a muchas cuadras de distancia. La proverbial generosidad del cubano le proporcionaba entonces propinas que él guardaba, centavo a centavo, níquel a níquel, en un viejo calcetín. Las noches las pasaba durmiendo en algún portal o sobre un banco pero aquello no era problema alguno. El cálido clima de la isla, unos viejos periódicos estratégicamente colocados sobre su cuerpo y el cansancio le permitían dormir a pierna suelta.

El Templete ( La Habana)



Durante meses esa fue su existencia. Sin tocar ni uno de esos centavos que recibía y desesperado porque aquel calcetín no engordaba lo suficiente para cumplir su propósito: pagar los viajes desde España de sus cuatro seres queridos. A saber cuantas veces fue en peregrinación al templete, o cuantas vueltas le dio a la célebre ceiba para que ese deseo le fuese concedido. Pero…




Pronto pronto comprendió que ni con ruegos ni con ese sistema de vida  lograría su empeño, así que decidió que el camino a seguir  era el del estudio. Se matriculó en una escuela pública. Y estudió y estudió y estudió con el mismo afán con que proseguía sus labores de recadero. La cosa se iba complicando pero eso era algo que nunca le amedrentó.

En la bodega

Un día, uno de los clientes fijos del mercado, un bigotudo gallego dueño de una bodega, conmovido por su esfuerzo y “coterraneidad”, le ofreció cobijo en el almacén y trabajo tras el mostrador de su tienda, con un salario que para mi padre debió resultar una bendición, por muy ínfimo que fuese.


Dos años después, convertido en un gallardo joven, tenía ya el diploma de secretariado y un montón de calcetines llenos de monedas, lo cual, comprendía,   no era aún ni remotamente suficiente.  Pero no habría obstáculo infranqueable entre él y el cumplimiento de la promesa a su familia. Así que con su flamante diploma fechado en el año 1918 se lanzó a la búsqueda de un empleo más adecuado y lucrativo.


En esa misma fecha, en medio de una Primera Guerra Mundial, que por fortuna en nada estaba afectando a la hermosa isla de Cuba, el presidente de EE.UU. Woodrow Wilson exponía sus famosos 14 puntos que debían asegurar la paz en Europa y que dio pie ese Tratado de Versalles que pondría final a la sangrienta contienda que desbastó Europa. En Kansas se detectaba el primer caso de la mal llamada Gripe Española, enfermedad que causaría la muerte al 2% por ciento de la población mundial y el contagio  del terrible virus a un 20%. (En contra de lo que el nombre de esa pandemia daba a entender, la misma no se inició en España. Fue denominada así por la absurda razón de que la prensa española le dio más atención  que la que le prestaban otros países, otras naciones involucradas en aquella guerra mundial a cuya evolución dedicaban mayor cobertura).






Los alemanes utilizaban por primera vez armas químicas en los frentes de batalla. Esos terribles gases tóxicos.





La Guerra civil rusa, que comenzó tras la abdicación del Zar Nicolás II en 1917, estaba a punto de provocar el mayor cisma social del siglo veinte. En un principio los bolcheviques León Trosky y Vladimir Illich Lenin ocuparon puestos estratégicos en Petrogrado pero, al poco tiempo, las diferencias políticas obligaron a Trosky a asilarse en Méjico donde acabaría siendo asesinado por un agente español, Ramón Mercader.


El ex Zar Nicolás II fue fusilado, junto con su familia, algunos de los cuales fueron rematados a palos en un salón de la casa Ipátiev el 16 de Junio del 1918.  Uno de esos actos de crueldad que las revoluciones tienden a propiciar.


Manolete         Zsa Zsa Gabor       Pedro Infante


Cuando en ese año nacen Nelson Mandela y Anuar el-Sadat,  John F. Kennedy, tenía escasamente un año, al igual que el maestro del toreo Manolete, Pedro Infante, una de las mejores voces de Méjico o la explosiva actriz Zsa Zsa Gabor.
Mata Hari


Mientras, en París era detenida  la más controvertida y bella espía, Mata Hari, exótica bailarina que en esos momentos causaba admiración y fervor en  los salones  de la ciudad. Aunque bajo dudas, que por cierto siguen vigentes, la hermosa mujer, nacida en Los Países Bajos, fue fusilada a los pocos meses,  dejando tras de sí una estela de misterio que perdura hasta nuestros días.

El tiempo iba pasando en la vida  de nuestro protagonista. Arsenio, que  tras conseguir  trabajo como secretario en un importante bufete de abogados gracias al apoyo de un jefe que había quedado prendado por sus virtudes, logró al fin  traer a su familia. Gloria, su madre, y sus hermanas estaban en Cuba desde 1922, es decir, años antes de que la familia Pfarr arribara a la Perla de las Antillas.  Las niñas llorosas que dejara mi padre en Ourense, Carmen y Mercedes, se iban convirtiendo en bonitas mujeres y Olimpia, aquel  bebé que en brazos de su madre y   en   compañía de sus hermanos había sido expulsado de la aldea tras el oneroso asesinato de su padre, era ahora una traviesa y alegre niña a punto de dejar de serlo.


Mi abuela Gloria con Arseñito
En 1926 Arsenio contrajo matrimonio con Amanda, la hija de su jefe, todo un acontecimiento social debido a la posición del padre de la novia, prestigioso abogado, y  al año siguiente  la abuela Gloria era bendecida con su primer nieto: Arseñito.  La relación entre suegro y yerno había sido excelente desde que el joven inmigrante entró a formar parte de su plantilla. 


Entre los abundantes clientes del bufete había un norteamericano, de dudosa reputación pero abundante fortuna,  que disfrutaba conversando con mi padre, riendo como un chiquillo con su chapurreado inglés y con aquel dulce acento gallego que nunca perdió. Un día, a comienzos del 1929, el norteamericano  propuso al gallego ser su socio en lo que el describió como “el mejor y más lujoso cabaret de La Habana”. La inauguración estaba prevista para el año siguiente y, tras algunas consultas familiares, Arsenio aceptó.


Lo que Arsenio Mariño no imaginaba era que acababa de comprar un pasaje sin retorno para la más arriesgada y hermosa experiencia de su vida.


CUBA 1930. El desenlace.

( Primera Parte)


Chicago 1928


Finalizando los años veinte, los Rheinhold padre e hijo seguían  su lucha  en USA por hacerse con  los  medios económicos necesarios para reunir a toda su familia. Nada más llegar  a Chicago mi abuelo había conseguido entrar  en la sinfónica como violinista, bajo los auspicios de lo que en la orquesta llamaban “el aplastante clan germano”. Mi tío en cambio tuvo que esperar un tiempo hasta que los hados le fueran propicios.



En cuanto a Onkel Willie, cuya invitación un par de años atrás había sido   la causante de la separación familiar, a sus 70 primaveras, cayó en la vorágine de una tormentosa  pasión: se enamoró de una “condesa rusa”, una de esas miles de condesas, la mayoría de ellas impostoras, que la revolución bolchevique había hecho huir de su país y que pululaban por todo el mundo con el solo bagaje de sus tristes historias. La señora, treinta años más joven que él, desorganizó sus disciplinadas neuronas y le sumergió en el mundo de la disipación y el alcohol. Parece ser que una noche, tras una velada de excesos en alguno de los antros propios del Chicago de aquellos años locos, de regreso a su casa y ya en su lecho de pasión, murió, supongo que feliz, en los brazos de su amada. Demasiado fuego para tan gastado cirio. Por supuesto la tal condesa arrampló, en un abrir y cerrar de ojos,  con todo lo que encontró a su paso dejando solo aquello que no le era de valor; el puesto de chelista que “Onkel Willy”, desempeñaba en la sinfónica.

Al poco tiempo aquel “aplastante clan germano” se ocupó de llenar esa vacante con el buen hacer de mi tío. Estupendo. Ahora los dos Rheinhold podían comenzar a planear en serio la llegada de las Jennys, madre e hija y de Dorchen, tal como aquel día de la separación les prometieran.

Los Estados Unidos de Norteamérica estaban en esos momentos a punto de sumirse en una depresión que poco después se extendería por todo el mundo. En 1929, tras aquellos bien llamados Martes y Jueves Negros y la subsiguiente  debacle financiera, muchísimos ciudadanos del país se hundieron en una desesperación  que llegó a provocar una terrible ola de suicidios. El desempleo en el país aumentó en un insostenible 25%.

Esa contagiosa depresión y el malestar de los  pueblos ante sistemas que consideraban fallidos propició el surgimiento de dictadores en el mundo.   En Alemania surgió el nacional-socialismo creando  la base para que, pocos años más tarde,  llegara al poder el gran genocida Adolf Hitler.

En Cuba las "Pfarry Sisters" continuaban  su ascenso artístico y la consolidación de su belleza. La abuela Jenny se enriquecía con las ganancias que su mina de oro le proporcionaba. Por fin parecía que todo iba viento en popa para la familia Pfarr. Pero el destino no estaba dispuesto a darles facilidades a las mellizas en ese año 1930 que iba a ser prolijo en demoledores seísmos en ambas ramas de mi familia.

Los Reinhold desde USA, y a pesar de la malísima situación económica que atravesaba el país, lograron mandar a Cuba el dinero para los tres pasajes. La abuela Jenny ocultó este hecho a sus hijas, pues ni en sueños entraba en sus planes el renunciar a las libertades y bonanzas de las que estaba disfrutando. Y no hablemos de su gozosa inmersión en el sensual ambiente de esa Cuba que se le metió hasta los huesos. Así que el dinero pasó a engrosar su faltriquera, recibiendo a cambio mi abuelo tan solo una solicitud de divorcio. Pero estas cosas resultan a la larga imposibles de esconder y mucho menos cuando de repente tu progenitora se lía con un señor negro y de vida bastante licenciosa. Pronto mi madre y mi tía descubrieron la jugarreta monetaria y los adúlteros retozos maternos. Aquellos actos debieron provocarles tal  dolor y  desilusión que se alzó entre hijas y madre una pared de rechazo que tardaría decenas de años en desaparecer.


Clint Eastwood          Joan Woodward             Steve McQueen

Ese 1930, a pesar de ser un año de escaseces, fue abundante en nacimientos importantes en el mundo artístico. En Francia venían al mundo Jean Luc Godard, Claude Chabrol, Jean Louis Trintignant…En USA Gene Hackman, Joan Woodward, Steve McQueen, Clint Eastwood, Ray Charles...  No olvidemos que, también en ese año, el más famoso hijo de Walt Disney, Mickey Mouse, era presentado en sociedad.

Josephine Baker
En Italia nacía la inolvidable Silvana Mangano. En España, mientras la dimisión del Ministro de Hacienda Calvo Sotelo causaba la crisis del gobierno de Primo de Rivera, Josephine Baker debutaba, en medio del acostumbrado escándalo, en el teatro Metropolitano de Madrid. También en el 30 nacían los españoles Emma Penella, Arturo Fernández, Carmen Sevilla, Jesús Puente, el pintor Antonio Saura, Néstor Almendros...Y en Cuba,  quizá el mismo día en que Albert Einstein visitaba la isla invitado por la Academia de Ciencias, lanzaban sus primeros lloros dos grandes voces del bolero, las de Moraima Secada y Omara Portuondo. La gran sacerdotisa,  Elena Burke, se les había anticipado en veinte y pico meses. Ese mismo año la mujer cubana adquiría el derecho al voto.

Elena Burke - Moraima Secada - Omara Portuondo
En la isla, entre el susurro de las palmeras,  la nocturna eclosión de estrellas como puños, el eterno fondo musical de las tumbadoras, las maracas y el güiro, y a pesar de las palizas que los esbirros de Machado propinaban a sus detractores, la vida continuaba como si todo lo ajeno a la alegría fuese insustancial.


Y  llegó el gran día, el día tan esperado por mi padre y su socio norteamericano, ese turbio personaje que había instigado a Arsenio a entrar, aunque fuera de forma indirecta, en el mundo del espectáculo.


Cabaret Sans Sousci

Se inauguraba el cabaret más elegante de Cuba. El Sans Souci. 

Entre el público estaba la más alta sociedad habanera mezclada con innumerables norteamericanos venidos  para el acontecimiento. En los salones se desenvolvía con majestuosidad el más selecto equipo de camareros, atendiendo la sala de juegos expertos crupieres traídos de EE.UU. y en la lujosa pista brillaba un show de exquisita calidad en el que figuraba, como no, la pareja de bailes del momento, triunfadora en los grandes salones de la ciudad. Las Pfarry Sisters.

Se había iniciado la cuenta atrás.



 CUBA 1930. El desenlace

(Segunda Parte).



Sin duda fue uno de esos flechazos de los que hablan las novelas de Corín Tellado.  Con  absoluta certeza  no hubo culpables puesto que no hay  corazón  inmune a las saetas de Cupido.

Las Pfarry Sisters 1930
Arsenio cada noche observaba las evoluciones de las mellizas en la pista, sus delicadas pero arrebatadoras maneras y, deslumbrado por la belleza y el exotismo que emanaban, cayó irremisiblemente enamorado. Es muy posible que en un primer momento ni siquiera supiera con claridad de cuál de las dos.

Es muy probable que, a medida que pasaban los días, el trato más afable y la innata coquetería de Dorchen  inclinaran la balanza, el caso es que, gracias a la complicidad de Jenny hija, a escondidas de la constante vigilancia de Jenny madre, los enamorados  comenzaron a citarse en los múltiples escondites proporcionados por los jardines que rodeaban Sans Souci. Resultado final: mi padre solicitó a su esposa Amanda que le concediera el divorcio.

La reacción fue inmediata y fulminante. Amanda, tras una rotunda negativa, habló con su padre. El padre habló con su amigo, el socio norteamericano, y  el socio norteamericano despidió a las “Pfarry Sisters”. Nada pudo hacer Arsenio, salvo tragarse los lloros de su mujer, los reproches de su suegro y los capciosos y soeces comentarios de su socio capitalista. Pero ni siquiera el cariño que sin duda sentía por Arseñito, el hijo que había nacido de su matrimonio, logró aplacar la furia de un amor que arremetía contra su pecho como las olas contra el malecón  en un día de tormenta y que le había hecho comprender, por vez primera, el aplastante poder  de ese sentimiento. 


Así que, siempre con la  amorosa ayuda de mi tía, la pareja continuó viéndose. Era curioso como esta vez las flechas de Cupido perecían haber atravesado tres corazones en lugar de los dos habituales.

Una tarde, estando mi padre a punto de traspasar la entrada a los jardines que antecedían en bastantes metros al edificio del cabaret, vio una figura agazapada tras un árbol cercano y escucho una joven voz masculina que le decía con un marcado acento gallego; "Don Arsenio, no entre usted, por Dios. Dentro le esperan tres individuos dispuestos a darle una paliza." La identidad del informante quedó para siempre en la incógnita. Lo único que alcanzó mi padre a vislumbrar fue una chaqueta blanca de camarero escabulléndose entre la arboleda. O sea, que los continuos encuentros  de mis padres no eran en realidad   secretos y las represalias esperaban al pertinaz  adultero en el interior de aquel Sans Souci que con tanto mimo había ayudado a poner en funcionamiento.

Naturalmente Arsenio huyó del lugar. Se dirigió  a casa de  un hombre con el que desde hacía años compartía una gran amistad, y le pidió ayuda y cobijo. Desde ese escondite planeó la escapada. Mandó recado a su madre y a sus hermanas, comunicándoles sucintamente  sus planes y suplicándoles absoluta discreción, pues su vida estaba en juego. En un último y sigiloso encuentro clandestino con las mellizas les contó lo ocurrido y les rogó que escaparan con él hacia Puerto Rico, isla donde tenía varios importantes contactos que les proporcionarían trabajo y asilo.

Mi madre y mi padre 1930



No había otra solución ante la negativa de Amanda al divorcio y mucho menos ante la furiosa reacción de venganza que ponía la vida de mi padre en peligro. No creo que las "Pfarry Sisters” dudaran ni un minuto. El amor entre los tres era más potente que la incertidumbre ante un nuevo exilio. 

Arsenio solicitó  un préstamo a su amigo para comprar tres pasajes en el primer barco que saliera hacia la vecina isla. Las mellizas hicieron, a escondidas de la madre, un par de maletas con toda la ropa de actuar que cupiese en ellas y en medio de la protectora penumbra de la madrugada salieron, en primer lugar de la casa y, a la mañana siguiente, en compañía del que iba a ser su compañero para toda la vida, de aquella Cuba que con tanta generosidad les acogiera en sus mutuos exilios.  Así abandonó mi familia toda su vida anterior, llevando  con ellos  solo dos valijas  y un inmenso cargamento de talento, amor y juventud.




 La gran aventura Iberoamericana.




EL RAPTO DE LAS MELLIZAS
"La señora Jenny Yeck, ciudadana alemana que reside en la isla desde hace años, ha interpuesto una denuncia ante la policía de nuestra ciudad por el rapto de sus hijas mellizas, las conocidas bailarinas “Las Pfarry Sisters”, cuyas actuaciones han adornado frecuentemente nuestros mejores salones y cabarets. Se sospecha que en dicho acto está implicado un ciudadano español, el hasta el momento respetado copropietario de uno de nuestros más significativos cabarets. La policía está realizando las pesquisas necesarias para aclarar este desafortunado suceso. Les mantendremos al tanto.”

Este escrito, publicado en las notas de sociedad de un periódico cubano, a media página y acompañando una foto de las Pfarry Sisters, fue enviado en un sobre a Puerto Rico por las hermanas de Arsenio . El texto, plagado de falsedades, llenó a mi padre de indignación y a las mellizas del dolor de comprobar hasta donde era capaz de llegar aquella madre por y para la que habían vivido tantos años.


La realidad había sido bien diferente.  Mi abuela acudió a la comisaría con dicha acusación pero la policía, tras comprobar que ambas  hijas habían cumplido ya 21 años desestimó el caso. El comisario de turno informó a la furibunda denunciante que, siendo  mayores de edad, se las consideraba aptas para tomar decisiones y desplazarse sin permiso familiar alguno. Así que el caso no llegó ni a considerarse.







Puerto Rico, esa hermosa isla descubierta por Colón en el año 1493 y bautizada como San Juan Bautista, nombre que años más tarde Ponce de León cambiaría por el de Puerto Rico, había vivido, desde tiempos inmemoriales, sumida en revueltas y fluctuaciones políticas. Por ejemplo, en 1812 fue declarada una provincia española lo cual le brindaba todas las libertades que conllevaba el cesar de ser una colonia. Pero la alegría solo duró tres años. Tras la coronación en España del Rey Fernando VII, esas prerrogativas le fueron de nuevo arrebatadas, retornando la isla al estatus colonial. Y en ese quita y pon, que ni los buenos intentos de la Primera República Española pudo detener, se había desarrollado la vida del puertorriqueño, siempre sujeta a los acontecimientos y decisiones de la “Madre Patria”. Hasta que en el año 1898, tras la pérdida por parte de España de la Guerra Hispano Estadounidense, pasó a ser botín de guerra de USA.


El caso es que a la llegada de mi familia a su capital, San Juan, los habitantes de la isla tenían ciudadanía americana y vivían, desde 1917, en territorio oficial de EE.UU.





La casi idéntica cadencia lingüística, el tan parecido sistema de vida y hasta la tremenda similitud de su bandera con la de Cuba  les debió hacer menos duro el exilio. A poco de llegar   las mellizas  eran estrellas en teatros como el “Fox”, el “Olimpo”, el “Rialto” y Arsenio hacía planes para el futuro de los tres. Fijarían  su residencia en Puerto Rico y realizarían incursiones por aquellos países de Iberoamérica en los que mi padre y su amigo,  ahora socio,  consiguieran provechosos contratos para la  “magnífica  pareja de bailes internacionales”.  Mi familia conservó interesantes documentos gráficos de aquella época   y que incluiré a partir de este capítulo.





Durante aquellos años su vida errante  llevó al trío a países y aventuras sorprendentes. En el 31 estaban en Costa Rica, arrasando en los teatros "Raventós” y el “San José". Sin duda aquel país, descubierto por Colón en su cuarto viaje, era el más desarrollado y culto de América Latina. Tras la Gran Depresión del 29 fue uno de los primeros  en aceptar y adaptarse al New Deal ideado por los norteamericanos. Puesto que alrededor del 60% de sus ingresos eran debidos al cultivo del café, crearon el Instituto del Café que aseguraba un salario mínimo para todos los trabajadores agrícolas. Al mismo tiempo pusieron en práctica acciones legales para ofrecer pequeñas parcelas a campesinos sin tierra. Esta especie de socialismo liberal convirtió a Costa Rica en uno de los más productivos y pacíficos países de América Latina, con el índice de analfabetismo más bajo de  la zona hispano parlante.


Muchos meses se mantuvieron las Pfarry Sisters trabajando en aquella tierra centroamericana, sin un solo problema que entorpeciese el desarrollo de ese amor que entre los tres compartían y que, rodeado de “cafesitos”, palmeras y triunfos se iba haciendo más y más profundo y sólido. Pocas veces hablaban del pasado y, cuando lo hacían, un velo de tiempo y olvido comenzaba a suavizar los  malos recuerdos, a mitigar las ya de por si tenues  ráfagas de culpabilidad que el rompimiento familiar les provocaba.




Cuando decidieron cambiar de plaza Arsenio se desplazó, con el fin de abrir caminos laborables, al país más cercano, Panamá, famoso ya en esos días por su Canal, esa portentosa obra que los norteamericanos habían iniciado en el 1904 y cuya finalización, en 1914, dejó tras de sí miles de muertos pero garantizó al país una prosperidad económica que favorecería la estabilidad política. Allí consiguió varios contratos para las mellizas. Así que, días más tarde debutaba la pareja en el "Atlantic Club" de la populosa ciudad de Colón, situada en el extremo del canal que lindaba con el mar Caribe. Pero hay que señalar  que, con excepciones, Iberoamérica no era una zona demasiado próspera o pacífica en aquellos días.






La presencia de indígenas Ngöbes o Chocoes por las calles de  Panamá, vendiendo sus sorprendentes piezas de artesanía, fascinó a las alemanas. Nunca habían visto algo así, ya que  en Cuba, Puerto Rico o Costa Rica no se veían por las ciudades indígenas autóctonos, posiblemente porque muy pocos lograron sobrevivir a la colonización española. Así que llenaron sus baúles de bellas telas bordadas a mano  y sus almas del  reciente descubrimiento de misteriosas civilizaciones antiguas.



Venezuela
Varios países más visitaron en su tour, Venezuela, México, haciendo de vez en cuando escala en Puerto Rico, donde el socio de Arsenio los recibía entregándoles  esas misivas que la familia de mi padre le enviaba desde Cuba. En sus respuestas Arsenio pedía siempre noticias de su hijo y rogaba  que le reiteraran a su esposa Amanda la petición de divorcio. Pero ni   los ruegos ni la inmensa dulzura de mi abuela Gloria, que permanecía en Cuba con sus tres hijas, consiguieron ablandar el corazón de una Amanda que incluso había llegado a no permitir a la anciana ver a su nieto Arseñito. Ni siquiera lograron librarla de la sarta de insultos que salía de la boca de aquella mujer ante la palabra divorcio.

“¡Jamás y sobre mi cadáver!” era la indefectible respuesta.  Así seguían las cosas.



En una ocasión les llegó una oferta de trabajo por un mes con motivo de la inauguración del  cabaret de lujo “Iris” en la Ciudad de Guatemala. En esos años aquel no era un país  demasiado aficionado al arte por lo que  no se pudieron hallar más plazas dispuestas a contratar a la "pareja de bailes internacionales", así que al guatemalteco propietario del cabaret se le ocurrió una idea que presumiblemente les  aportaría a todos cuantiosas ganancias, pero en la que había que hacer una importante inversión inicial. Un proyecto  que Arsenio comunicó  a su socio puertoriqueño y a las mellizas.  La cuestión es que todos, jóvenes y entusiastas, quedaron encantados con la perspectiva de una nueva aventura. 

La idea era llevar, por los pueblos del interior que no tuvieran cinematógrafo, la proyección de una película al aire libre, finalizando la cual se brindaría un fin de fiesta compuesto por un pequeño grupo musical con vocalista y, de plato fuerte, “Las Pfarry Sisters”. Como esos pueblos eran muchos y diseminados por el territorio nacional,  con una promoción previa  el negocio se prometía suculento.
Así que, mientras las mellizas cumplían su mes de contrato en el "Iris", mi padre,  su socio portorriqueño y su nuevo socio guatemalteco  se dedicaron a comprar una flamante pantalla, un proyector de cine, unos enormes altavoces,  un pequeño equipo de luces para el posterior fin de fiesta y una gran carreta entoldada con la que se pudiera trasportar el equipo técnico  y  el artístico. La tracción  tenía que ser animal, pues parte de los caminos rurales que les esperaban no eran transitables de otra manera. 
Pirámides de Tikal

Para las "Pfarry Sisters" la parte romántica de aquella aventura debió esfumarse tras los primeros  kilómetros de transitar  por un camino de tierra lleno de  baches de tal poderío que sin duda molían sus  huesos.  Ellas, las estrellas del “Sans Souci” de La Habana, del "Olimpo" de Costa Rica, del prestigioso “Teatro San José” de Puerto Rico, nacidas en y criadas para el más cultivado arte, ellas, receptoras de halagos y mimos, viajaban ahora sudorosas y vapuleadas  al ritmo de los cascos de  dos jamelgos que tiraban de aquella carreta. Emocionadas aún por un viaje anterior  a El Petén, situado en la zona Maya,  al norte del país,  habiendo sido llevadas allí en un lujoso Cádilac y tras quedar boquiabiertas por la belleza y majestuosidad de aquella pirámide de Tikal, sin duda más terrible  les resultó   el contraste. Sí,  la parte romántica de aquel proyecto debió desaparecer para ellas rápidamente.


Y la primera verdadera sorpresa no tardó  en surgir. Una vez llegadas al pueblucho que era su destino comprobaron que la promoción prometida por las autoridades locales   se había limitado a un voceador que, a caballo, iba gritando por las callejuelas y  las granjas cercanas estas palabras; “Hoy noche en el parque, proyección de una película de cine y después un  fin de fiesta con chicas. Tráiganse donde poner las posaderas.”  La cosa  no pintaba nada bien. Aun así, con las mellizas y el grupo musical esperando ocultos en la carreta, Arsenio se dedicó a montar, tras comprobar la presencia de aquel generador que el gerifalte  de la zona había prometido prestarle,  unos focos que se colgaron de  árboles, el proyector de cine  y la gran y alba pantalla que, sostenida por dos tubos de hierro, se erguía desafiante al fondo de un espacio sin  siquiera  delimitar. El desánimo entre la troupe era general. y las mellizas lloraron de desilusión en aquel atardecer guatemalteco. 

Sin embargo, al llegar la noche y con la noticia de que el parque estaba lleno de público, los ánimos se avivaron.  Más de cien personas habían acudido a la convocatoria, silla en mano, y la algarabía  se podía oír a kilómetros de distancia. Las autoridades y  el “señor” de la zona se habían reservado la primera fila, prácticamente debajo de la pantalla, haciendo caso omiso a Arsenio que les recomendaba una ubicación algo más alejada, por aquello de la perspectiva. Una vez salvado el problema de reubicar a aquellos que, en su ignorancia, se habían sentado detrás de la pantalla y atendiendo a los numerosos gritos de “¡que empiece!” comenzó la proyección de la película.
Se trataba de un melodrama norteamericano, tan de moda en esos años 30, con una frágil protagonista, un meloso galán y el imprescindible "malo malísimo". En un principio todo transcurrió con la mayor normalidad ante los asombrados ojos de un público neófito, pero hacia  la mitad del film, durante una escena en la que el villano acosaba por enésima vez a una pobre protagonista deshecha en lágrimas, se oyó entre el público una potente voz que gritaba “¡cabrón de mierda, deja ya  a la  muchacha en paz!”. Aquello fue el detonante de una debacle inimaginable. Docenas de pistolas comenzaron a disparar contra la pantalla dejando aquel inmaculado lienzo convertido en un colador. Y así acabó la noche. Ni fin de fiesta ni cosa parecida. Cuando las autoridades lograron calmar a la masa y alejarlos del lugar mi padre recogió los bártulos, aquella destrozada pantalla, el dinero de la taquilla, insuficiente para los desaguisados y los gastos, y todos deshicieron el camino de vuelta a la Ciudad de Guatemala con los nervios destrozados. Creo que las enjundiosas palabras de despedida del  terrateniente fueron “es que los míos son muy machos”.
Mi padre y sus socios,  puesto que ya tenían concertadas varias actuaciones en otros pueblos, tras convencer a mi madre y a mi tía, decidieron darle al proyecto una segunda oportunidad. Se compró otra cara pantalla, se contrató a un trío de guitarristas que cantaban canciones mejicanas, pues el grupo anterior se había negado con rotundidad a ser reenganchado, y se buscó un film que no conmoviera de esa manera los corazones del entusiasta público.
La película fue una de cowboys y el resultado aún más terrorífico, pues cuando aparecieron los "villanos", es decir los indios, bajo el grito de “¡que vienen los malos!” las incontables pistolas comenzaron a retumbar en la noche como si de ametralladoras se tratara, dejando la pobre pantalla hecha girones. Otra vez no hubo  la posibilidad de hacer el fin de fiesta.
Viendo que aquella empresa no ganaba ni para pantallas la sociedad se disolvió, mi familia volvió a Puerto Rico, para satisfacción de las mellizas, el guatemalteco siguió con su cabaret,  jurándose no volver a mezclarse con gente de la farándula, y el socio puertorriqueño se dedicó a lamerse las heridas con resignación..
Y así terminó la gran aventura Iberoamericana. Todos descorazonados y arruinados.


 Rumbo a un continente convulso.


Sí, mi familia  quedó  descorazonada y arruinada tras la aventura Iberoamericana. Y poco tardaron en tomar una decisión. Casi dos años habían permanecido lo más cerca posible de Cuba, esperando, anhelando la concesión del divorcio por parte de Amanda, creyendo que el tiempo curaría las heridas de su corazón, de  su amor propio. Pero el frustrante final de aquella gira, las continuas revueltas y enfrentamientos entre países  que por la zona estaban teniendo lugar les conminó a buscar para sus vidas un nuevo destino. Y como era natural el alma gallega de mi padre se inclinó por España.  En unos meses, solo el tiempo necesario para reunir el dinero  con que sufragar los gastos del viaje, partieron hacia la Península Ibérica a bordo  del vapor Sebastián Elcano.  Así fue como, en diciembre de 1932, el trío se  dirigió de nuevo a   Europa sin sospechar que iban hacia  un continente convulso, hacia una olla a vapor a punto de explotar.

Stalin y Lenin

La muerte de Lenin en Rusia, en el 1922, había dado  paso a un opresivo  y sangriento estalinismo. Las   drásticas purgas  realizadas por Stalin  avasallaban todos los derechos humanos.  Los pequeños propietarios de kulaks estaban siendo  desposeídos de sus tierras y a consecuencia de todo esto  una terrible crisis agrícola sumía  a Rusia en una hambruna asoladora.
  
Hitler

En 1933 y en Alemania, el nacional socialismo había llegado al poder tras el nombramiento de Adolf Hitler como canciller y la quema intencionada del Reichstag por un albañil holandés, Marinus van del Lobbe, de cuya culpabilidad se duda en la actualidad, exacervó el nacionalismo. El poder de Hitler llegaría a ser ilimitado y su aversión a los judíos paranoide desde los comienzos de su mandato. Lo que  empezase como un boicot a sus negocios iba a desembocar en la promulgación de las leyes racistas de Nuremberg en 1935.  Según las  mismas,   para la “protección de la raza aria”, se desposeía a los judíos de la nacionalidad alemana. Y aquello era solo el comienzo.


Italia estaba regida por el dictador Benito Mussolini y sus camisas negras. Su fascismo privaba impunemente de todas las libertades a su pueblo. Aquel humilde editor del periódico milanés Avanti,  perteneciente en un principio al partido socialista, abandonó la militancia tras agrios enfrentamientos  debidos a sus tendencias radicales. Político nato y gran manipulador de masas utilizó la insatisfacción popular causada por la primera guerra mundial para crear los fasci di combattimento, es decir lo que, tras alcanzar el máximo poder en 1924, se convirtió en el fascismo.
O sea que parte de Europa   estaba dominada por dictadores 




Y en España,  la añorada Patria de mi padre, la Segunda República vivía en un estado de continuos seísmos. Los Presidentes del Gobierno se sucedían a un ritmo de uno cada dos meses.  La derecha hacía todo lo posible por socavar las ya de por si endebles bases de  la república y las izquierdas radicales intentaban hacer otro tanto. Cuando estas últimas llamaron a la huelga general en Octubre del 34 tuvieron un poder de convocatoria irregular pero no obstante terrible. Aunque en Madrid el fracaso fue total, en Asturias aquello provocó  una masacre espantosa: más de 1500 muertos, el doble de heridos y un número incalculable de detenidos. El caso es que, al desembarcar mi familia en el puerto de Barcelona en enero de 1933, sin que ellos aún lo notaran, el suelo español se convulsionaba bajo sus ilusionados pies.





Una vez en Madrid, cargados de álbumes con las mejores críticas y bellas fotografías, las mellizas no tuvieron problema para encontrar trabajo. Su primera actuación   tuvo lugar en Zaragoza, luego fueron contratas en el Teatro “Los Campos Elíseos” de Bilbao, en “La Comedia” y   en “Los Jardines del Ritz”  de la capital. Y así en muchos más.  

Posteriormente trabajaron en  la liberal Barcelona, ciudad donde las "Pfarrys" estuvieron durante meses con una revista “A. C. y T.” que encandiló al público. A esto siguió un contrato en Portugal que las mantuvo allí durante casi un año, siendo a su regreso recibidas con honores por el periódico más prestigioso de Madrid, el ABC. En fin, fueron tantos los teatros y tan numerosas las  compañías en las que trabajaron durante el trienio que transcurrió hasta la funesta guerra civil, que sería pedante enumerarlos.


La Revista A. C. y T. en la liberal Barcelona del 1933
En Portugal

Con ese supino desdén que los artistas solían tener en lo referente a la política, aislados en el pequeño pero brillante universo de las “Variedades”,  mi familia disfrutó a fondo de esos años en los que “plenitud” era la palabra que definía tanto su arte como su belleza.  Además gozaban a diario de aquel “amor a tres” que se mantenía tan efervescente como el día de su fuga  de La Habana  y  tan vivo como en los momentos de furtivas citas entre los arboles del Sans Souci, ese cabaret que viera nacer la devastadora pasión entre Dorchen, ahora llamada en castellano, Dora, y Arsenio. Es decir, entre mi padre y mi madre.


 Enrique, marido de Mercedes,
Jenny, Arsenio y Dora
Mi tía Mercedes
en el film mudo
El Veneno de un Beso

Arsenio trajo a España a la parte de su familia que así lo deseaba: sus hermanas Carmen y Mercedes. Olimpia se había casado en Cuba con un prestigioso médico y decidieron  radicar en Costa Rica, llevándose con ellos a la entrañable abuela Gloria. Carmen y Mercedes, ambas hermosas y cultas, no tardaron en contraer matrimonio, casualmente también con galenos. Carmen partió con su marido hacia Sevilla mientras que Mercedes y su marido permanecieron en Madrid. 


Esa mujer, de una extraordinaria belleza, había manifestado desde la adolescencia inquietudes artísticas. En Cuba llegó a protagonizar una película muda, El veneno de un beso, de Ramón Peón, con Antonio Perdices de coprotagonista, la cual fue su primera y última incursión en el mundo del cine. De personalidad voluble e indisciplinada ni siquiera su matrimonio logró implantar en su vida algo de equilibrio. Sus actos eran regidos por una egolatría que acababa avasallando a todo el que la rodeaba.  Su marido, Manuel, era un médico gallego con toques de genio, un gran corazón y un amor apasionado por su bella esposa. La  amistad entre él y mi padre  se convirtió en algo muy profundo y  útil, como poco tiempo después se comprobaría.
En 1936 el liberal anticlerical,  periodista, intelectual y autor de teatro Azaña ganaba las elecciones y era nombrado Presidente de la República para satisfacción de mi padre y de su cuñado, que compartían sus progresistas ideas políticas. Pero poco duraría su mandato y menos aún la engañosa calma. Tras fracasar en España un golpe de estado militar, Francisco Franco, al que llamaban “El Generalito” por su escasa estatura, uno de los militares más implicados en el hecho, fue destinado a Canarias. Allí se encontraba cuando, el 18 de Julio de ese 1936, el ejército de Marruecos, alzándose en armas, iniciaba la rebelión contra la República.

Al momento de recibir la noticia, ni corto ni perezoso, aquel que una parte del pueblo español conocería durante 35 años como “El Caudillo” y otra parte como “El Dictador”, exhortó  con un telegrama a las tropas en general para que se le unieran. Posteriormente el día 19 se dirigió hacía Tetuán en el avión “Dragón Rapide”, alquilado por Bolín, redactor del periódico ABC,  dispuesto a tomar el mando de los ejércitos rebelados y “liberar España de las garras del comunismo”, según sus palabras.

Este es el texto del  telegrama, enviado desde Marruecos el día 18 de Julio de 1936  por Francisco Franco a distintas comandancias,  y que dio pie al comienzo de la cruenta y genocida Guerra Civil Española que duraría hasta 1939.
Franco
GLORIA AL EJÉRCITO DE ÁFRICA.  ESPAÑA POR ENCIMA DE TODO.  RECIBE EL ENTUSIASTA SALUDO DE ESTAS GUARNICIONES QUE SE UNEN A TI Y A OTROS CAMARADAS DE LA PENÍNSULA EN ESTOS MOMENTOS HISTÓRICOS.  FE CIEGA EN NUESTRO TRIUNFO.  VIVA ESPAÑA CON HONOR.

FRANCISCO FRANCO.


Próximo bloque - España del 1939 al 49.

8 comentarios:

  1. Estas entradas pertenecen a mi blog Instantáneas, el cual comencé a publicar en el 2012. Mis amigos y seguidores ya saben que se trata de una saga familiar y artística que abarca desde 1900 hasta el 2014. Mi propósito actual es colocar los capítulos en orden cronológico para facilitar su lectura. Si encontráis este sistema interesante y útil os agradecería que me lo hicierais saber. Abrazos para todos.

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  2. A partir de ahora publicaré bloques compuestos por un número determinado de Instantáneas, elegidos según tema, lugar y momento. El próximo será España 1930.

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  3. Muy interesante. Ahora compruebo como te pareces a tu mamá. Besos querida mia.

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  4. Querida Yolanda muy interesante tu publicación , ya que tu eres una grande actriz muy famosa ¿tal vez te encontraste con estas personalidades Pedro Infante y Manolete? ¿ los conociste tal vez en persona.?

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    2. Pues no, al cantante mexicano Pedro Infante no le conocí personalmente. Pero le he admirado por sus películas. En cuanto a Manolete, tan solo tenía yo 4 años cuando murió, pero dio la casualidad que me encontraba con mi familia en Linares la tarde en que un toro lo empitonó. Fue una gran tragedia nacional. Gracias por tu participación en mi blog.

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  5. Mi querida Yolanda gracias por responder mi pregunta la verdad yo soy uno de tus fans que te admiran bastante y gusta de lo que haces tambien admiro mucho a estas dos figuras famosas Pedro Infante y Manolete. Saludos

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  6. Increible lectura. Mis abuelos migraron tamvien en 1925 pero hacia Buenos Aires. Oriundos de Idar Oberstein. Seremos parientes? Saludos desde Buenos Aires.

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