sábado, 20 de julio de 2013

Instantánea 85 - Homenaje a Analía Gadé



Analía Gadé

En  este capítulo  quiero hablaros sobre todo de cuando conocí a María Esther Gorostiza, hermosa mujer y ser humano admirable. Aunque tal vez debo empezar diciendo que  me refiero a Analía Gadé.

Analía Gadé
Nacida en Córdoba, Argentina, en octubre del año 1931, siendo una adolescente   ganó un concurso de belleza. En mi opinión podía haber ganado todos los certámenes a los que se presentara. Tal es su belleza. Poseída por el duende de la farándula, años más tarde contrajo matrimonio con un conocido actor de aquel país, Juan Carlos Torry y juntos formaron una exitosa compañía teatral. Por fortuna para  los españoles el matrimonio no duró mucho y Analía, huyendo de malos recuerdos, decidió venirse a una “madre patria” que la recibió con los brazos abiertos, situándola desde el principio en el lugar privilegiado que se merecía gracias a su físico maravilloso, su simpatía y su buen hacer. Aquí se unió sentimentalmente a otro actor reconocido y admirado en aquel entonces y hasta la hora de su muerte, acaecida  en noviembre del 2007: Fernando Fernán Gómez. Tampoco esa pareja duró mucho. Yo creo que Analía era demasiada mujer para que un hombre pudiera evitar convertirse a su lado  en algo más que el “marido de…” Y ya se sabe lo mal que los señores aceptan esa condición. Sería agotador intentar enumerar su filmografía ni sus trabajos teatrales. Además, ese no es mi propósito. Lo que deseo es hablaros de aquel Asesinato entre amigos y de mi inmejorable relación con la famosa y hermosísima Analía Gadé.

Ella era la protagonista de la obra y yo la antagonista. El galán era un Ramiro Oliveros del que no tengo mucho que contar  porque su trato fue siempre distante y al mes de estrenar dejó la compañía. Algo nada lamentable,  pues entró a sustituirle un ser encantador, famoso por haber hecho para la televisión una serie sobre la novela El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas. Tal fue la aceptación del programa que el pobre se quejaba de que, a consecuencia de aquello, le colgaran para siempre el apodo de “el conde”. Se trata de José Martín, un caballero, un hombre culto donde los haya, una “rara avis” en el ambiente teatral.

Pepe Lara, un apuesto y joven actor malagueño, ex compañero en mi debut madrileño del año 1970 con El Escaloncito, (ver Instantánea 66), y amigo íntimo desde antes de que Jesús y yo donáramos sangre para una operación que hubieron de practicarle a corazón abierto, formaba parte del elenco, junto con el  genérico Alberto Fernández.

También en el reparto  estaba Paco Marsó, al que conocía desde la época del restaurante-espectáculo La Fontana. (Ver Instantánea 74).Todo un personaje, Paquito. Para comenzar diré que aquel soltero y mujeriego empedernido que yo había conocido tiempo atrás, en el momento en que compartíamos escena en Asesinato… era ya un hombre casado nada más y nada menos que con la gran Concha Velasco.
Concha Velasco y Paco Marsó
en Las Arrecogidas....

Según Paco contaba ambos se habían conocido en  el año 77 durante los ensayos y posterior puesta en escena de Las arrecogidas del beaterío de Santa María la Egipciana, de José Martín Descalzo, resultando de inmediato víctimas del fulminante flechazo de Cupido. Concha por aquellos días estaba soltera y embarazada y guardaba,  aun guarda, la identidad del padre de su hijo en  secreto. Un secreto que no lo es para algunas personas de la profesión. Pero cómo ni por asomo deseo levantar públicamente un velo tendido con tanto ahínco, ella sabrá por qué, su nombre no será revelado por mí. La cuestión es que a la pareja le vino de perlas el mencionado flechazo; Concha consiguió un cariñoso padre para su hijo y Paco un prestigio que se convertiría en fortuna cuando, poco más adelante, fuese  el eficaz mánager de la estrella.  

Pero regreso a las representaciones de Asesinato entre amigos.

Analía, Marsó y yo en
Asesinato entre amigos


Aquella obra, destinada en apariencia a ser el gran éxito teatral de 1979, por uno de esos insondables misterios teatrales, no lo fue. El texto era divertido, el final impactante, la dirección de Catena irreprochable, el decorado suntuoso, los actores estaban brillantes en sus papeles, pero de alguna manera el producto, a pesar de las estupendas críticas,  no interesó al público. En cuanto a Analía, no podía estar más hermosa y acertada en su interpretación. Desde los ensayos supe que nuestra relación sería inmejorable.

A pesar de ser una gran estrella se ofreció para asesorarme en el vestuario y para enseñarme truquitos de maquillaje que nadie como ella y Sara Montiel dominaban en este país. Durante  las representaciones, mientras compartíamos la escena,  intentaba en todo lo posible permanecer desapercibida mientras yo sostenía mis diálogos, es decir que procuraba no atraer  la atención del público, algo que ni remotamente los divos y los  pretendientes a serlo están dispuestos a hacer.

Era tal su dominio de la escena que, siendo yo testigo,  dejó esta anécdota para los anales del teatro.


De izquierda a derecha Analía, Alberto Fernández, yo, Ramiro Oliveros y Pepe Lara
Sucedió casi al final de la obra, en un momento en que su personaje debía disparar contra el mío. Es sabido que el sonido de los disparos se simula haciendo chocar dos tablas en medio de las cuales se ha colocado un detonador y que el regidor, entre cajas, es el encargado de sincronizar el sonido con la acción del actor. Pues bien, la noche del estreno, en la escena en que  ella alzaba su `pistola contra mí mientras decía  “y por eso, te mato” ningún sonido acompañó a su movimiento de apretar el gatillo. La situación no podía ser más tensa e inoportuna. Aquel era el momento crucial de la trama. Su primera reacción fue repetir la frase y el movimiento, pensando que el regidor había tenido un despiste, pero con el mismo resultado: el silencio. Entonces, en un arranque de espontaneidad y sin perder su personaje dijo, “pum, pum, y por eso TE MATÉ”. En ese momento yo me desplomé, según estaba marcado,  al tiempo que intentaba contener la risa. Mientras  del patio de butacas subía una clamorosa ola de bravos y aplausos. Así reacciona ante un imprevisto una verdadera actriz. Y así se lo agradece su público. Más tarde supimos que el detonador se había humedecido impidiendo su detonación.


Analía, yo y Marsó
Asesinato entre amigos tan solo tuvo una duración en cartel de tres meses, y eso gracias a que nuestra fe en la función nos hizo bajarnos nosotros mismos los sueldos, atendiendo a la sugerencia del productor, Julio Kaufmann. Pero lo único que conseguimos fue alargar un poco la agonía. A finales de abril la compañía se disolvía con infinita tristeza general y con la confirmación de que al público no había quién lo entendiera. RIP Asesinato entre amigos.

Muchos años más tarde, en 1999, Analía sufriría un infarto cerebral que, aunque no le dejó secuelas físicas, sí mermó algo sus facultades. Aún así, poco después, volvió a la escena interpretando, en el teatro Albéniz, Las mujeres sabias, de Moliere. Cuando la visité en su camerino se arrojó a mis brazos al tiempo que me confesaba las dificultades que había tenido para volver a memorizar el texto de esa obra que ya había protagonizado, unos años atrás, en el teatro Nuevo Apolo. También me contó que llevaba tiempo trabajando pertinazmente con una logopeda pues temía que su vocalización hubiese perdido fluidez. No era así. Su belleza y su dicción seguían siendo perfectas y estoy segura de que el público nunca pudo  adivinar sus esfuerzos . He aquí un ejemplo de lo que un espíritu fuerte y una férrea devoción pueden conseguir.


Escena de Las mujeres sabias. Año 1984
De izquierda a derecha Alfonso del Real, Analía Gadé. Amparo Baró y Laly Soldevilla
Foto Jesús Alcántara
Analía continuó algún tiempo sobre el escenario, siendo una de las últimas obras que interpretó El dulce pájaro de la juventud, de Tennesse Williams. Con tanta profundidad había horadado su alma el gusanillo del teatro que consideraba  la vida, fuera de las tablas, como algo sin sentido. Por desgracia sufrió un nuevo accidente vascular y, aunque esta vez se trató tan solo de un micro infarto, sin duda aquello hizo brotar en ella tantas dudas e inseguridades que ese anélido que la devoraba desde la adolescencia resultó definitivamente noqueado.

Analía, yo y el periodista Jesús María Amilibia, otra gran persona y amigo. 

Hace ya años que Analía Gadé se vio  forzada a retirarse de las tablas. A pesar de esto sigue manifestando su afición con una continua asistencia a los estrenos, y su bondadoso carácter con  visitas y felicitaciones a los actores en sus camerinos. Esa mujer es un ejemplo de que la belleza interior y la exterior pueden convivir dentro del mismo cuerpo.

En el próximo capítulo os contaré, entre otras cosas, como unos meses después de terminar Asesinato entre amigos sufriría en mis carnes, durante meses, el "malévolo invento" de Los Festivales de España.

Próximo capítulo. Los Festivales de España




















































 

1 comentario:

  1. Interesante historia dedicada a una buena actriz a quien he visto en numerosas películas, bella mujer, aunque no he tenido ocasión de conocerla personalmente, y hoy 1 de febrero de 2017 he vuelto a ver en La Duda junto a Fernando Rey proyectada por TVE.

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