sábado, 30 de junio de 2012

Instantánea 35 - Al fin, años de bienes. (Primera parte.Tropicana)

Estreno de la revista Tentaciones en Tropicana. 1964

Aquel segundo Festival de Música Popular y mi celebrado trabajo en los sainetes La Casita Criolla y La Isla de las Cotorras iban a marcar mi futuro artístico. Una mañana de finales del 63 recibí una llamada tan sorprendente como apetitosa; Armando Suez me proponía trabajar con él  en el show Tentaciones que  iba a montar para el prestigioso cabaret Tropicana. Se trataba de un viaje a través de los siglos, un collage sobre la presencia perturbadora de la mujer en hechos relevantes de la historia. Todo comenzaba en el paraíso, con los bailarines disfrazados de divertidos animales, Norma Reyes como Eva y Nancy Rubiert como la Tentación. Mi cuadro tendría lugar en el siglo XVIII y mi personaje sería María Antonieta. Por supuesto, acepté entusiasmada la propuesta.

¡Pero el número del Edén era  mi preferido! Durante los  largos meses de ensayos solía sentarme y observar la  coreografía de Armando Suéz. Los animalitos evolucionaban sobre la pista durante sus buenos diez minutos, manipulando a una Eva que casi no tocaba el suelo. Difícil secuencia que acabé aprendiéndome de tanto verla llena de envidia,  pues mi adicción al ballet ni siquiera a estas alturas  ha sido del todo superada.

Yo en el número del Edén de Tentaciones.
Tropicana.
Y resultó que la vida me regaló la oportunidad de colocarme en la piel de aquella Eva de mis envidias. Una noche, antes de empezar el segundo show, compuesto por números aislados, Normita dijo sentirse  mal y pidió que la dejaran irse a casa. Sus intervenciones  se eliminaron y no pasó  nada. La cuestión es que a la mañana siguiente Armando Suéz me llamaba pidiéndome que la sustituyera, pues el número del Paraíso era  imprescindible para   el primer show y ella seguía sintiéndose enferma. Minutos tardé en llegar a Tropicana y horas y horas en coordinar con los bailarines, amables y cooperativos, tanta “cargada”. Por suerte, a pesar de estar aterrada ante la posibilidad de que en un desliz propio o ajeno mi cuerpo fuese a parar a las abarrotadas mesas, Eva-Yolanda llegó con éxito al final del arriesgado número. Tales y tantas fueron las felicitaciones recibidas que, al día siguiente, la gravedad de Norma se había esfumado y la vedette se apresuró a recobrar su lugar en un paraíso que yo tan solo había conseguido disfrutar una noche. Una milagrosa curación. Luego supe que ella había intentado ejercer presión sobre “la parte contratante” para conseguir un aumento de sueldo. La pobre, en su juventud e inexperiencia, no comprendía que en el  mundo del espectáculo NADIE es indispensable. Una de las primeras y más dolorosas lecciones que te da la farándula.
Con Nancy Rubiert,
La Tentación

Bajo el abrumador protagonismo de Celeste Mendoza, Nancy Rubiert, Norma Reyes, Mayda Limonta y yo intentábamos que nuestro trabajo no se viera del todo eclipsado  por la avasalladora personalidad de aquella tremenda mulata y sus guaguancós. Celeste era una persona muy difícil, imbuida como estaba  en el mundo de la santería. Solo los que hablaban o al menos entendían ese lenguaje podían comunicarse con ella. Así que la Farr, detractora de todas esas prácticas desde la espantosa experiencia tenida muchos años atrás con su temible abuela Jenny Yeck de Orozco, (ver instantánea 18), no cruzó más de cuatro frases con ella durante el año que  duró el espectáculo. Aún así, son maravillosos los recuerdos que tengo de aquel show y de aquel fastuoso cabaret.

Salón los Arcos de Cristal del Tropicana
Los Arcos de Cristal, el salón cerrado con capacidad para 500 personas, que se usaba en caso de lluvia o actos privados, el impresionante Salón Bajo las Estrellas con aquellas pasarelas que dibujaban filigranas entre los frondosos árboles tropicales y por las cuales desfilaban las más hermosas modelos, el estupendo cuerpo de baile,  la orquesta del Tropicana, bajo la dirección de Armando Romeu Jr. y  nada menos que Felo Bergaza al piano, componían un conjunto artístico formidable.
Recital de canciones,
 con Felo Bergaza,
en la Sala Idal
Como siempre, en mi especial y grata conexión con los músicos,  hice buenas migas con Romeu pero, sobre todo, establecí una entrañable relación con el ocurrente y sofisticado Felo. Su entusiasmo por mí le llevó a organizar y acompañarme en varios recitales y fue él quien me convenció para que me especializase en canción internacional, es decir en baladas francesas e italianas, cualquier cosa menos americanas ya que interpretar música de USA, aunque parezca mentira, estaba totalmente prohibido.  Estoy segura que una gran parte de Cuba guarda la imagen impactante de Felo que voy a describir a continuación.

Manolo Rifat, famoso e imaginativo director de televisión, durante un acto celebrado en la Plaza de la Revolución, decidió incluir a Felo Bergaza sentado en un gran piano de cola y ejecutando La danza del fuego, de Manuel de Falla mientras la cola del pobre piano comenzaba a arder. Una imagen impactante en la noche caribeña. Lo que el buen hombre no pudo prever fue que una alegre ventolera pondría fuera de control aquel fuego. Felo "aguantó el tipo" con bravura mientras las llamas iban devorando el piano, hasta que, ya de pie e intentando alejarse lo más posible  de la quema, con sus pestañas y sus cejas chamuscadas, lanzó un grito de “¡coño, la loca coge candela!” y salió corriendo del escenario entre el clamor del público presente y el aleteo de sus divinas plumas. Por fortuna sus palabras no salieron en antena pues, a pesar de ser quien era, sin duda se hubiera buscado un problema por reconocer su homosexsualidad. Así me lo narró Felo al día siguiente durante nuestras  charlas antes de empezar el show de Tropicana, adornado todo por su encantador sentido del humor
Entrada al Tropicana

Cuando cada noche yo evolucionaba por aquella legendaria pista me parecía poder oler aún el dulce perfume francés que, sin duda, destilaba la dorada piel de Josephine Baker, contagiarme de la exultante sonrisa y simpatía de Libertad Lamarque,  o ser poseída por el inquieto diablillo carioca que habitaba en Carmen Miranda. Aquel gran cabaret, ubicado en Marianao, en lo que fuese una gran finca particular, se había inaugurado en el año 1939. Su nombre, Tropicana, se inspiró en una melodía homónima que el compositor Alfredo Brito había creado para que fuese estrenada en el primer gran show. Como la canción hablaba de hermosas mujeres y frondosa vegetación decidieron que su título era el  ideal para designar a esa lujuriosa sala de fiestas recién inaugurada.  En Tropicana el disfrute visual del visitante comienza incluso antes de penetrar en el local. La más hermosa arboleda rodea una fuente llamada “De las Musas” realizada en el año 1952 por el italiano Aldo Gamba, así como una escultura de  Rita Longa   que pasaría a ser la imagen mundial de Tropicana. Una estilizada bailarina de ballet.

La fuente de las Musas.
Tropicana
Tan solo teniendo en cuenta mis 22 años, mis amplios estudios y la energía contenida durante aquellos años de mi veto, esa que ahora se liberaba a chorros, se puede comprender que, tras el arduo trabajo en el cabaret, seis horas de permanencia en el lugar y dos shows diarios, pudiera mantener una fecunda actividad diurna.  Pero así era.

A pesar de los grandes cambios surgidos en mi vida en el último año y medio, de eremita melómana y devota “ateniense” a cabaretera, yo intentaba conservar aquellas amistades que tanto habían hecho por mí. Aunque ya no podía acudir a los entrañables actos del Ateneo y a pesar de que poco a poco las reuniones del grupo de poetas se fueron haciendo más escasas, mis visitas a casa de Mario Luque, presidente del Ateneo, y mis reuniones con mis queridos bardos eran lo más frecuentes que me era posible.



Uno de ellos, Roberto Cazorla me dijo  en una ocasión que había escrito una obra en un acto ¡para mí¡ y me rogó que la leyese. Eran tan solo dos personajes  y Ricardo Román ya se había comprometido para interpretar al galán. El director sería Miguel Montesco. Si yo aceptaba, ya tenían apalabrada la Sala Talía y el estreno, en función única,  sería dentro de un mes. Fueron dos los motivos que me impulsaron a renunciar a mis horas de asueto diurnas y a mi  día de descanso en Tropicana, todo en honor a una sola representación teatral.  El primero fue el poético y subyugador texto de Cazorla, que de inmediato me cautivó, y el segundo ver abrirse de nuevo ante mí aquellas puertas que, tras el encarcelamiento de Homero,  se me cerraran a cal y canto. Las de las  salas Talía, Idal, Arlequín, El Sótano. La cuestión es que en ningún momento me arrepentí de mis esfuerzos físicos pues el éxito de Esta carne que habitamos fue rotundo para todos, las críticas muy buenas y mi amistad con Roberto se fortaleció haciendo que durase hasta los momentos actuales, aquí en Madrid.

Con Gladys Triana. 1964

Al tiempo, mi entrañable Gladys Triana, la cual había adoptado desde el 62 al pobre perrillo asustado que yo era en aquel entonces, me iba introduciendo en el mundo de la intelectualidad. Su condición de estupenda pintora y su don de gentes la habían convertido en amiga de grandes figuras que, gracias a ella, tuve la oportunidad de conocer en persona: Portocarrero, Amelia Peláez, Antonia Eiriz, Wifredo Lam, Víctor Manuel.

                            Portocarrero                                 Wifredo Lam                    Amelia Peláez

Fue una gran suerte poder entrar en sus “templos”, verles en plena faena y aprender a apreciar, de sus propias bocas,  el mundo de la pintura, tan  desbordante en la Cuba de aquellos años.

Al mismo tiempo mi amiga, que apreciaba mi poesía, me impulsaba a escribir y me hacía format parte de grupos donde reinaban Alejo Carpentier, Nicolás Guillén o Guillermo Cabrera Infante. En una ocasión, con la ayuda de su hermano Pepe Triana, reunimos una serie de mis poemas con el fin de intentar publicarlos.

"Homenaje a mis padres"
original de  Gladys Triana

Los Triana decidieron que la presentación del libro debería hacerla Virgilio Piñera así que, guardando en secreto la autoría, le entregamos al gran escritor una copia de mis manuscritos. Días después Gladys y yo nos dirigimos a su casa para saber su opinión. “Gladys, cariño, me tienes que presentar a este hambriento muchachito, a ver si modero su apetito y le ayudamos a encontrarse”. Mis poemas de aquella terrible época de la adolescencia estaban realmente cargados de una torturada sexualidad pero aquellas palabras me parecieron tan superficiales y faltas de sensibilidad que echaron por el suelo mis planes de publicación  al  tiempo que  disipaban una parte de mi admiración por Virgilio-persona. Y nos fuimos de su casa sin aclararle el misterio de quien era el "hambriento muchachito".

Marlene Dietrich en
El Ángel Azul
El descubrimiento de la Cinemateca fue algo que llenó de ensoñación mis pocas horas libres. El acorazado Potemkim, El gabinete del Doctor Galigari, Nosferatum, El Ángel Azul y aquel personaje, Lola, interpretado por Marlene Dietrich, ese que muchos años más tarde sería mi gran éxito en el show L’ange Bleu, aquí en Madrid, fueron hallazgos impactantes. Me encantaba el cine mudo y fue precisamente durante la proyección de una sesión doble, El Beso, de Greta Garbo, 1929 y Madame Mystery, de Theda Bara, 1926, cuando mi vida tomó   un nuevo y apasionante derrotero.
Mi versión de El Ángel Azul. 1975


En el intermedio entre ambos films, mientras la sala se iluminaba para dar a los espectadores la oportunidad de moverse e intercambiar comentarios, un atractivo muchacho se me acercó y, con  una deslumbrante sonrisa, me dirigió unas palabras que ni en mis más locos sueños hubiera creído llegar a escuchar. “Sé que eres Yolanda Farr,  te he visto en Tropicana y quisiera proponerte algo, ¿te gustaría…?" (Continuará)






NECROLÓGICA:


Esto parece que se está convirtiendo en una sección fija, que dolor.


Gustavo Pérez Puig


Ha fallecido en Madrid una “rara avis”, un espécimen en vías de extinción, ¡un director y productor de teatro y televisión!: Gustavo Pérez Puig. Es imposible pensar en un actor, joven o veterano, al que Gustavo no diera una oportunidad durante los  catorce años que llevó las riendas del Teatro Español o durante su larga época de independiente. Él se jactaba, y con razón, de que el Español era el único teatro subvencionado que le aportaba al estado beneficios. Sus obras eran amenas, aparte de grandes espectáculos. La amistad de Jesús y mía con él y con su mujer, también directora, Mara Recatero, comenzó en 1970 cuando hice bajo su batuta un divertido vodevil Una noche en su casa, señora. Hace unos años, con dirección de Mara y producción y asesoramiento de Gustavo, trabajé en una de sus últimas producciones: Un marido de ida y vuelta, de Jardiel Poncela. Como veréis, toda mi vida artística ha corrido cercana a esta pareja tan especial. Fue larga y penosa su depauperación así que todos estábamos preparados para este final. Su puesto en el teatro no podrá ser ocupado pues ya no quedan seres como él pero, tras tantos años de lucha por las artes escénicas, su cuerpo y su siempre inquieta alma se han ganado el descanso eterno. RIP.



Mara Recatero, yo , Gustavo Pérez Puig. 2001


Próximo capítulo - Al fin, años de bienes.  (Segunda parte. La cinemateca)

1 comentario:

  1. Lo mejor que sucede cada sabado es abrir el alma para recibir otro capitulo de tu vida y lo peor, despues de haberte leido, la espera cargada de impaciencia hasta el siguiente.
    Te/os queremos.
    P&J

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